La Gran Evasión

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martes, 18 de mayo de 2021

323 - Andrei Rublev - Andrei Tarkovsky 1966

Subir al cielo en un globo primitivo, fabricado de remiendos y de jirones. La tenacidad del diferente, abocado a la caída y aún así, volará por unos momentos en el firmamento, por encima de un mundo inhóspito. El cine de Tarkovsky discurre desde el más nimio detalle, unos pinceles, una rama, un cuenco de leche, a lo inabarcable, a la planicie infinita en la que se pierden los tañidos de una campana ante unas gentes desperdigadas en el paisaje. 

El arte sería inútil si el mundo fuera perfecto, si no lo necesitara para sublimar la existencia. Esta idea subyace en Andrei Rublev, sencillo y colosal a partes iguales. Tarkovsky busca expresar la profundidad de forma sencilla, sin manierismos y manteniendo el misterio, a la manera de un Haiku japonés o un icono ruso del siglo XV. 

Planos secuencia, planos circulares, planos cenitales desde arriba imponentes, para captar la grandeza de unas tierras tan vastas como las de la Madre Rusia. Tarkovsky proyecta cada momento del film con minuciosidad. Sabe recrear trozos de vida con  naturalidad, ocultando el artificio. Si uno se deja llevar por este documento testimonial de un tiempo y de un lugar que el realizador lleva dentro, le parecerá que esas iglesias, esas cabañas, esos arroyos y esas gentes son realmente de otro tiempo. Se busca la sencillez no abigarrada, la misma de las obras del maestro Teófanes que Kiril admira. Kiril, el monje sin talento, envidioso de su compañero Andrei, atormentado por los celos y su complejo de inferioridad.  ¿Pues no nos decían que en el medievo el hombre no buscaba la gloria o el reconocimiento mediante sus dibujos o su literatura?  

La rebelión,  la crisis del artista y sus contradicciones.  Andrei abandona el monasterio y se aventura con sus dos compañeros por tierras donde conocerá el sufrimiento, la tentación en un bosque pagano, el abuso de autoridad,  la barbarie de los tártaros en alianza con los nobles locales, las peticiones  de los déspotas. Un monje pintor al que nunca veremos pintar, a lo sumo arrojar pintura sobre una pared desnuda. Tras la experiencias vividas Andrei hará un voto de silencio y renunciará a la creación. Encontrará al fin a Boriska y abrirá los ojos , el huérfano adolescente afirma conocer el secreto. El joven encontrará la arcilla perfecta de casualidad, al caer a un terraplén se agarrará al barro más puro, y sabrá en ese momento que es el que necesita para forjar la campana de bronce. En un mundo oscuro  la belleza existe, aún pueden flotar las plumas, copos de nieve en la misma naturaleza,  las plantas siguen la corriente del arroyo, un caballo retoza alegre a la orilla del río, y  al final la revelación, los iconos de Andrei Rublev aún se conservan, las imágenes sacras llenan de color la pantalla, nos aturde y emociona asistir al detalle de lo universal, al banquete de la salvación en un cáliz dorado , el oro de las ropas , los rojos granates de las túnicas. los caballos bajo la lluvia, la armonía bizantina de una mirada única, la de Andrei Tarkovsky. 

RG

Esta noche esperamos en una llanura el tañido de la campana recién forjada...

Zacarías Cotán, Gervi Navío, Salvador Limón y Raúl Gallego 


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miércoles, 28 de enero de 2015

21 - El Espejo - Tarkovski 1975



Existen cineastas con una forma diferente de hacer películas, su universo personal no sigue las reglas convencionales de la narración. Andrei Tarkovski deja sin palabras a cualquier espectador que decida prestar atención a la sucesión de secuencias oníricas, recuerdos de la infancia perdida, extractos de noticiarios, y referencias pictóricas y literarias que componen “El Espejo”. Un poema cinematográfico enfocado en la imagen de la madre de Alexei, el alter ego del director. La infancia en la casa de campo, la ex-esposa de la que se ha distanciado, la vuelta al tiempo presente, los sonidos de la lluvia, el viento, el fuego, intensificados por la enigmática música de Eduard Artemiev, compositor de la banda sonora de “Solaris” y “Stalker”, y las piezas magistrales de Bach, Pergolesi, o Purcell. Escenas hermosas, los dos hermanos pequeños retozando por el campo descalzos, la madre (Margarita Terekhova, que también encarna a la ex-mujer)  vuelve a la dacha y se refugia en su soledad al lado de la ventana, el pequeño Alyosha al quedarse solo, reflejado en el espejo con la música de Purcell de fondo y esos ojos de niño que nos traspasan, y Alexei yacente en su lecho, pronuncia su sentencia :

 “Déjenme en paz, yo sólo quise ser feliz”

Raúl Gallego.

 Comentan el film hipnotizados por su belleza:

 José Miguel Moreno, Raúl Gallego, Gervi Navío, y nuestro crítico César Bardés.


Artículo sobre El Espejo, por César Bardés


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Título original: Zerkalo
Duración: 107 min.
Director: Andrei Tarkovsky
Guión: Andrei Tarkovsky & Alesandr Misharin
Música: Eduard Nikolay Artemiev (AKA Edward Artemyev)
Fotografía: Georgi Rerberg
Reparto: Margarita Terekhova, Philip Yankovsky, Ignat Daniltsev, Oleg Yankovskiy, Nikolai Grinko, Alla Demidova, Innokenti Smoktunovsky, Anatoly Solonitsyn
Productora: Mosfilm Studios



Andrei Tarkovsky


Director y guionista ruso nacido el 4 de Abril de 1932 en Laovrazhe, Ivanova, y fallecido el 29 de Diciembre de 1986 en Paris. Sus filmes, poéticos y profundamente personales, lo han convertido en uno de los artistas más preciados de su generación. Su primer largometraje, La infancia de Iván (1962), logró el León de Oro del Festival de Cine de Venecia. Poseedor de un lirismo y de un sentido de la belleza admirables, su trabajo es una reflexión sobre la realidad a través de un estilo casi impresionista. Continuó su éxito con la película épica y alegórica Andrei Rublev (1966), que como la mayoría de su trabajo es de un movimiento lento, como una pintura sobre una tela con texturas suntuosas y con un rico clímax emocional. Sus películas posteriores cimentan su prestigio: Solaris (1972), Stalker (1979) y Sacrificio (1986), filmada en Suecia con parte de los miembros del equipo de Ingmar Bergman, incluyendo al actor Erland Josephson. El espejo (1976), es un poema visual y auditivo intensamente personal, que recuerda su juventud como artista en la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Interesado en ir más allá del lenguaje cinematográfico —tal y como hiciera Serguéi Eisenstein a comienzos del siglo siglo XX—, Tarkovsky exploró nuevas formas de narrativa cinematográfica, que influyeron en la nueva generación de cineastas, y desarrolló una interesante teoría cinematográfica, a la que llamó «Esculpir en el tiempo». Él mismo destacaba una característica del cine: la capacidad de fijar el tiempo. Después de El espejo, Tarkovsky anunció que se dedicaría completamente a seguir las premisas dramáticas del filósofo Aristóteles: concentrar totalmente una historia en un solo lugar bajo un día soleado en algún momento del tiempo. Sacrificio es considerada por muchos como el perfecto reflejo de la legendaria teoría cinematográfica de Andrei Tarkovsky. 
Sus archivos documentales —que incluyen guiones, fotografías, artículos escritos por él mismo, entre otras cosas— se conservan en la actualidad en la Fundación Andrei Tarkovsky, dirigida por el hijo del director, y que tiene sus sedes en Moscú, Florencia y París.