La Gran Evasión

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viernes, 20 de mayo de 2022

369 - El Hombre del Brazo de Oro - Otto Preminger 1955

 Este thriller con toque de drama sobre un adicto a las drogas recién salido del penal -un entregado Frank Sinatra-, resultó una provocación en la década de los 50. Frankie Machine vuelve en el bus de línea a su viejo barrio de Chicago, mira a través de la ventana el bar de siempre, con los parroquianos conocidos, entre ellos el camello que le suministraba la droga y le espera, su exjefe Schwiefka le recuerda todos los días que es le el mejor croupier de los contornos y debe volver a repartir los naipes en las partidas nocturnas que organiza en su local. Y en casa le espera su desequilibrada novia, Zosh -Eleanor Parker-, manipuladora, se encarga de recordarle que está impedida por un accidente de tráfico que él provocó por conducir bebido. Ante ese panorama, Frankie lo tiene difícil para reconducir su vida, él quiere triunfar tocando la batería en una banda de jazz, el tiempo a la sombra le ha servido para demostrar que tiene el brazo de oro, sabe utilizar las baquetas con compás y está dispuesto a demostrarlo en su primera audición. Así se lo cuenta a su amigo Sparrow -Arnold Stang-, tan fiel como los perros con que trapichea, y a Molly – una joven Kim Novak-, un romance anterior del que Frankie sigue enamorado.

A pesar de no ser aprobada por el consejo censor, por la problemática de las drogas, el austriaco Preminger siguió adelante con este proyecto basado en la novela de Nelson Algren. El tono general del film pierde verosimilitud en algunos momentos en parte por los decorados utilizados, casi todas las secuencias están rodadas en estudio. Aún así, el genio del director se hace notar en sus habituales planos largos y medios, con hábiles desplazamientos. A recordar momentos como la salida del casino de Molly y su contoneo egregio hasta llegar a su apartamento, la cámara hace un escorzo hacia atrás y nos presenta a Frankie ensayando en la batería, quien no recibiría a Kim Novak con un redoble de platillos. 

La superación individual de un tipo con pocas posibilidades, el giro de guion final no aparecía en la novela original de Algren, Preminger quiso aportar algo de luz tras tanto fracaso y desesperación. En una escena final sorprendente la neurótica Zosh se aferrará a su grotesco silbato por última vez. 

Raúl Gallego

Esta noche nos refugiamos en la partitura de Elmer Bernstein para olvidar los vicios de la calle…

 Zacarías Cotán, Rosario Medina, David Velázquez y Raúl Gallego

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jueves, 10 de marzo de 2016

75 - Anatomía de un Asesinato - Otto Preminger 1959

Todos tenemos alguna vez un impulso irresistible que no conseguimos dominar. Esa es la excusa pero no la justificación. La respuesta está en las curvas de carne que se convierten en toboganes de deseo empujados por la mirada. El pelo suelto y los ojos escribiendo una invitación.  Impulso irresistible. Crimen posible. Venganza asegurada. Engaño presentido. Poco a poco, las piezas que componen el cadáver se van juntando al ritmo de una melodía sincopada que abandona la estupefacción para internarnos en los mensajes cifrados del jazz. Una caricia de cortejo choca contra una mirada de permanente vigilancia y los problemas crecen, como las pruebas en contra de un crimen que es injusto pero que es comprensible pero que, a la vez, es rechazable pero que, aún así, es...
Un abogado espera sentado con sus dedos acariciando las teclas de un piano que se sabe compañero. Un hombre acabado deja de beber para conseguir algo de la misma dignidad que no tiene el asesino. Una secretaria no tiene letras para redactar un contrato pero utiliza el aprecio para sacar adelante un río de dificultades. Un perro lleva en la boca una linterna y una mujer sólo quiere jugar con fuego...El fuego que sabe que enciende en los hombres cuando pasa con su jersey ajustado, sus formas cimbreantes, sus pasos desvalidos y atractivos. Una mujer inocente tiene la llave del misterio, en forma de unos lacitos fácilmente desatables. Un hombre declara hastiado porque el amor habita en lo poco que hay en él. Y todo es un rompecabezas de recortes de papel. Todo es un crimen que moralmente nos deja mutilados y que físicamente nos dice una verdad contra la que volvemos la cabeza, como no queriendo saber que existe. Somos unos asesinos, presas de nuestros impulsos irresistibles. Somos meras excusas ante balas disparadas contra víctimas o verdugos. Excusas que hieren. Excusas que matan. Excusas que violan. Excusas que vuelan.
Nunca una película puso tan en tela de juicio los agujeros de un sistema legal como lo hace Anatomía de un asesinato, absoluta obra maestra de Otto Preminger que hace que nos situemos dentro de la sala de un juicio igual que si fuéramos unos testigos imprevistos de una historia que sabemos que exhibe unos cuantos puntos resbaladizos sobre los que nos precipitamos, ahogados por nuestra propia ambigüedad moral. Poco a poco, la anatomía de un asesinato se va convirtiendo en una anatomía sobre el comportamiento humano, sobre los porqués y los cómos, pero nunca sobre los quiénes. Los quiénes los sabemos, no nos hace falta que nadie señale a los culpables. Los que tienen la condena sobre el resbaladizo aceite del comportamiento individual somos nosotros mismos. Los ejecutores del crimen están en todos aquellos que, sin pensárselo dos veces, agarran un revólver y disparan cinco veces contra el daño. Los ejecutores y los acusados somos nosotros. Y eso, a veces, nos lleva a gritar nuestra falsa inocencia.

César Bardés.

Los miembros del jurado de Radiópolis deciden el veredicto esta noche,

Raúl Gallego a la dirección, Gervi Navío, Carmen Traverso, Paco Bellido y nuestro crítico César Bardés como portavoz.