La Gran Evasión

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lunes, 13 de enero de 2020

255 - La Naranja Mecánica - Kubrick 1971

Un buen trago de leche plus para alejar la abulia, para entonar a Álex y su banda de drugos, cuatro sinvergüenzas adictos a la ultraviolencia.  Desde el inicio, la mirada de una víbora escruta los sustratos de una sociedad enferma. Vive con sus padres, alienados en su piso con televisión  y comodidades varias, aterrados por un chico aficionado a la violencia extrema, y amante de la música de Ludwig Van Beethoven, le relaja.
Violaciones, agresiones con penes gigantes de cerámica, peleas entre bandas urbanas, palizas a vagabundos borrachos. La exploración de lo más abyecto del alma humana continúa en quizá la película más excesiva y controvertida del maestro neoyorquino. Kubrick traslada a la pantalla la novela, escrita diez años atrás por Anthony Burgess, con bastante fidelidad. Aplicando su talento a la hora de filmar momentos espectaculares: la paliza al vagabundo en el túnel con los  haces de luz al fondo, la coreografiada pelea en el muelle a cámara lenta, los ojos abiertos de un hombre cobaya,  en primer plano con ganchos metálicos. Es el método Ludovico, terapia experimental con el propósito de reinsertar al desviado.
Malcolm MacDowell en su mejor trabajo, venía de protagonizar “If “con Lindsay Anderson, es el conductor de la historia. El resto de intérpretes, entre ellos Michael Bates, el chaplinesco jefe de la prisión, resultan privilegiados comparsas del caprichoso jovenzuelo. El actor principal lleva todo el peso de una narración dividida en dos partes. La voz en off del personaje conductor y las peripecias criminales de sus compañeros de armas. Cuatro tipos de surrealista indumentaria, vestidos de blanco, con protectores para las partes blandas, bombín, botas militares y bastón. Tras su captura y la traición de sus acólitos, el sistema tiene la palabra. Hay que encerrar al joven y tratar de reeducarlo. He ahí el dilema ético. ¿Hasta que punto es lícito modificar la voluntad de un ser tan vil y miserable como los que se proponen curarle?.
El monstruo vuelve a casa aparentemente curado. Ya no será bien recibido. Los padres le han sustituido, incluso han eliminado a su querida y reptiliana mascota. Álex recibirá en sus carnes los golpes de un mundo policial. El asistente social, los funcionarios de la cárcel, el ministro del Interior. Piezas en perfecta jerarquía ponen en marcha el engranaje de una fuerza institucionalizada para extirpar la violencia gratuita y reeducar al muchacho. La dimensión satírica de un mundo enfermo, y la fascinación del mal desde las mitologías del señor Kubrick.

Raúl Gallego

Esta noche entramos en éxtasis, y después sentimos náuseas al escuchar la Novena Sinfonía de Ludwig Van en el estudio de Radiopolis...

Salvador Limon, Zacarías Cotán, Gervi Navío y Raúl Gallego.

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sábado, 13 de enero de 2018

165 - El Resplandor - Kubrick 1980

Inicial toma aérea sobre una carretera montañosa, con la música  de Wendy Carlos ya estamos avisados, se avecinan curvas. Los largos pasillos de un hotel, el ruido sordo de las ruedas de un triciclo, sobre el suelo, sobre las alfombras, sobre el encerado, de pronto Danny vuelve la cabeza hacia la habitación 237, algo siniestro se adivina. Una entrevista para conseguir un puesto de trabajo, para aislarse con la familia en el hotel Overlook, perdido en las montañas rocosas. Un hombre al límite no debe trabajar tanto, no debe obsesionarse con malos pensamientos, no debe recordar escenas del ayer tan cercano. El mal se derrama y un torrente de sangre inunda el objetivo, la oscuridad atroz se cubre de nieve blanca, del resplandor más fulgurante, de la violencia contenida de un tipo al borde del abismo. La chispa que enciende la locura adormecida, se manifiesta en las estancias del hotel, sólo estaba esperando. El hijo de cinco años posee el don, igual que el cocinero del hotel, el poder de ver lo que otros ignoran. Son los fantasmas del Overlook, del imponente salón donde Torrance escribe a máquina su novela sin comienzo ni final, de la sala de baile, de la despensa repleta de carnes en conserva, de las habitaciones cuya puerta nunca se debe abrir de nuevo.
Kubrick engrandece la novela original de Stephen King, baja a la tierra los fantasmas del escritor de Maine, les deja sitio en su inaudito universo de simetrías y colores, de rojos chillones sobre un blanco impoluto,.de verdes de hospital y cenefas naranjas, de un cuarto de baño donde la belleza y lo monstruoso se suceden en la mente de un desquiciado, en las pesadillas de muerte de un hombre agarrado a un hacha, en una mirada salvaje que hiela las entrañas. La vulnerable esposa cierra la puerta con candado y queremos coger de la mano a la madre y al niño, atravesar el laberinto, alejarnos de los aullidos de la bestia que todos llevamos dentro.

Raúl Gallego

Esta noche recordamos el miedo que pasamos cada vez que Jack Torrance nos mira de reojo con una mueca...

Raúl Gallego, Gervi Navío y César Bardés.



Artículo sobre El resplandor, por César Bardés


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Abordamos lo inabordable, El Resplandor de Stanley Kubrick. En 1980, el genio de Nueva York, plasmaba el best seller de Stephen King en la pantalla grande, claro, con su propia visión, su aterradora mirada, que va más allá de la novela, un puzzle infinito sin solución, ahí radica su grandeza. Un tratado sobre la locura, sobre el terror, sobre la pérdida de la razón, una lucha con un monstruo que habita en nuestro interior y al que todos tememos. La presión aumenta y la caldera está a punto de estallar. El Resplandor atraviesa la vertiente sobrenatural y profundiza en la mente humana, desgrana la novela de King, tamizada por la visión mística de Kubrick, es la destrucción del hombre corriente, abatido por sus miedos, sus debilidades, el paso a la esquizofrenia es muy pequeño. Jack Torrance es un ex-alcohólico que pierde los nervios con facilidad y hace daño a quien tiene más cerca, es su ultima oportunidad tras perder su trabajo, su carrera. Se pone en jaque la confianza, la figura del matrimonio, el deseo del éxito, el amor de la familia, la convivencia, los hijos, todo eso es lo que le obliga a luchar a Jack y, paradójicamente, lo que lo destruye, porque le sobrepasa. Esa semilla esquizoide, que la soledad y el abandono plantaron en el hombre, crece y crece hasta que lo aniquila desde dentro, desatando al maníaco, al asesino, esa reacción es la que retrata minuciosamente el Resplandor.
Kubrick desarrolla con absoluta maestría este punto de partida, con un despliegue de todo su talento cinematográfico, un proyecto que lo llevó hasta ese borde mismo que la novela describe, porque este hijo de puta obsesivo y perfeccionista que era Stanley Kubrick, exprimió hasta la ultima gota a sus actores, a su equipo, a sí mismo, para plasmar esa idea, para llevar, también, al espectador hasta ese borde en las montañas de Colorado, para meternos en el Overlook y dejarnos a solas con nosotros mismos, con nuestros miedos, con nuestras faltas, con nuestras inseguridades, nuestras frustraciones, ese es el peor enemigo, de esa batalla nadie sale indemne. Kubrick consigue un estado de alerta, de intranquilidad, utilizando recursos de puro genio, el uso de la Steadicam, las situaciones de Danny por el hotel, por esos pasillos, imágenes que ya forman parte de nuestro universo colectivo, Jack, (Un Nicholson extraordinario, literalmente al limite) totalmente descontrolado con el hacha y los gritos aterradores de Wendy (Shelly Duvall nunca superó la experiencia), esa sufrida madre, imágenes imborrables. Autentico pavor dan las escenas de completa destrucción interior de Jack, su reflejo en el espejo es la prueba, las escenas en el bar del hotel, hablando con el Barman o cuando escribe a máquina su propio fracaso, su autodestrucción, esos ojos desquiciados aterrorizan mucho más que las escenas de la sangre turbia que escupe el hotel. Como siempre, a partir de situaciones cotidianas, el terror se vuelve posible, se vuelve real, y eso es el autentico miedo. Expectativas que nunca se cumplen, sueños que la sociedad tilda de irrealizables, esa frustración vuelve a los hombres locos, y eso es el Resplandor, un tratado, un viaje más bien, hacia la locura.
Formidable banda sonora, dónde se fusionan la imagen y lo sensorial, un álbum muy oscuro, que capta la esencia de la película, no sólo acompaña, complementa el horror de las imágenes. Incluye temas de Bartók , Penderecki, Ligeti (los compositores preferidos de Kubrick), con los arreglos de su colaboradora habitual Wendy Carlos. Además añade, muy acertadamente, temas de los años 20 y 30, la orquesta Henry Hall and the Gleneagles, Ray Noble y Hylton, ahondando en el toque nostálgico y anacrónico que le da a la película.
Bonus Track: Home, de Henry Hall & the Gleneagles Hotel Band

No olviden que : ¨All work and no play makes Jack a dull boy¨. (Mucho trabajo y poca diversión hacen de Jack un tipo aburrido)

Gervasio Navío Flores

miércoles, 27 de enero de 2016

70 - 2001: Una Odisea en el Espacio - Kubrick 1968


http://pics.filmaffinity.com/2001_Una_odisea_del_espacio-672937410-large.jpg
De la sabana africana a los confines de Júpiter, del homínido primario a la criatura más perfecta, de una quijada lanzada al aire a una nave espacial orbitando cerca de la Tierra. Mr Kubrick nos vende un billete de ida y vuelta en su fascinante odisea del espacio. En las postrimerías de los sesenta, en plena carrera espacial, el mundo miraba hacia arriba con optimismo, acaso era posible una llamada de esperanza a nuestro sufrido planeta azul. 
Bowman es el arquero elegido, el último héroe que debe superar todos los obstáculos, vencer al cíclope, entrar en la puerta estelar del tercer monolito, dar paso a la nueva era del nuevo hombre. Kubrick marca un hito dentro del género de la ciencia ficción, al crear una poética y rigurosa alegoría sobre la evolución y la relación del hombre con el universo. Durante más de dos años trabaja a destajo en un guion dividido en cuatro actos, mano a mano con el prestigioso escritor y explorador del cosmos Arthur C. Clarke. Al genio británico no le interesaban invasiones alienígenas, espadas láser o guerras de los mundos. Los extraterrestres de esta obra clave no hacen acto de presencia física, son guías invisibles, centinelas a la espera del elegido. Kubrick busca la sugestión, el sobrecogimiento ante una cadena de imágenes, silencios, respiraciones, coros estremecedores, se apela al subconsciente de una audiencia absorta. Los navegantes del Discovery saben muy poco sobre el cometido de su viaje, sólo la inteligencia artificial  HAL 9000 conoce el verdadero fin de la misión, el ordenador central de voz pausada que se deja ganar al ajedrez y sabe leer los labios.
El clásico inmortal de Kubrick deja para la posteridad una serie de imágenes y sonidos que forman ya parte de nuestro imaginario, una experiencia mística sobre las preguntas eternas de la existencia. La alborada de unos simios que aprenden a defender su territorio al son del gran crescendo de Así habló Zaratustra, el ensordecedor zumbido del monolito en la excavación lunar, el ritmo parsimonioso de una nave espacial que danza al son de una música de vals

Raúl Gallego.

Esta noche nos ponemos la escafandra y desconectamos a HAL para que no adivine nuestro pensamiento,

José Miguel Moreno a la dirección, Raúl Gallego, Gervi Navío, Jesús Mayoral, y nuestro crítico de cine César Bardés.


Artículo sobre 2001: Una Odisea del Espacio, por César Bardés