Dos hombres a puñetazo limpio, vistos a lo lejos, dos figuras insignificantes en la gran llanura, y uno de ellos pregunta a su oponente al fin, de que ha servido la pelea. Son los horizontes de grandeza de William Wyler y Gregory Peck.
Épica y melodrama en este western atípico de relaciones humanas, ambiciones, y odio, en los confines de la dignidad y la soberbia. Un recién llegado del este, con traje gris y bombín, en las posesiones de Terrell, el intransigente ganadero -Charles Bickford—Es el prometido de su hija -Carroll Baker-y lleva de regalo al futuro suegro dos pistolas de duelo. Varios duelos cerrarán esta historia de muchas aristas, personajes frustrados como el del otro patriarca, Hannassey, estupendo Burl Ives, y el gañán que tiene por hijo -Chuck Connors-. Este western de personajes también nos presenta a una maestra -Jean Simmons-, dueña de tierras también, y la virilidad de un capataz, un fenomenal Heston, que verá desmoronarse sus planes cuando aparezca ese tipo de buenos modales y porte sereno, McKay.
El rencor entre los dos terratenientes abarca más allá de los confines de esas áridas tierras, y el recién llegado intentará traer cordura a ese mundo inmovilista, adquiriendo las tierras de la maestra, origen del conflicto.
Otro distintivo del film es la fabulosa música de Jerome Moross, galopa con los caballos en esos planos en technicolor, largos y profundos, con las reses que quieren abrevar en las propiedades de la maestra, con los hombres del cacique que las hostigan, uno de ellos se atreverá a opinar, es feo eso de no dejar beber a los animales, y aún así todos seguirán al viejo hasta el final, hasta el momento en que el mundo antiguo dé paso al nuevo y el capataz y el marinero encuentren su mirada.
Esta noche cabalgamos hacia Cañón blanco en La gran Evasión…
Salvador Limón, Zacarías Cotán, Raúl Gallego y David Velázquez
No hay comentarios:
Publicar un comentario