En su lecho de muerte Kane acaricia una bola de cristal con un paisaje nevado en su interior, Rosebud, sus últimas palabras. Serán el pretexto del niño pródigio de Hollywood para contarnos la vida del potentado que él mismo interpreta. El debut de Welles , tan caótico como genio, apela a temas universales, el amor, el fracaso, la ambición, el poder, la decadencia, la soledad. El paso del tiempo cubre de polvo y desmemoria la vida más intensa, hasta la del magnate de la prensa Charles Foster Kane, trasunto del real William Randolph Hearst. El Hearst real intentó por todos los medios comprar los derechos del film para destruirlo y que no fuera distribuido en las salas.
Kane no es un hombre hecho a sí mismo como el triunfador prototipo del sueño americano. Rico y caprichoso, lo tendrá todo en la vida menos el verdadero afecto, ni el de sus dos mujeres, ni el de un amigo al que humillará, ni el de su madre, perdido en una casa en la nieve. El joven Kane invierte su patrimonio en comprar un periódico, así inicia su imperio. Un joven con don de gentes, seguro de sí mismo y con la espaldas bien cubiertas, desde aquel día en que el banquero Thatcher le arrancó de los brazos de su madre y se convirtió en su guardián legal. Años después mantendrá el equilibrio a duras penas en los terrenos movedizos de la política hasta que tropiece en el portal de una corista rubia con dolor de muelas. A medida que Kane envejece todo su universo se desmorona, como el puzzle que Sarah intenta formar en la gigantesca mansión de Xanadú, el eco de dos voces en soledad choca contra los espejos del castillo.
Además del estupendo guion escrito por Herman Mankiewickz y la partitura de Bernard Herrmann. Welles gozó de la libertad creativa que la RKO no le dio en su primer proyecto inacabado, inspirado en “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad. La factura innovadora y el talento en cada encuadre, en cada transición, el uso de la iluminación con Gregg Toland tras el objetivo de la cámara, la profundidad de campo, el uso del gran angular distorsionando la realidad, los travelings, colocando la cámara en todas las posiciones posibles, mostrando la degradación de un matrimonio mediante varios fundidos en los desayunos con su primera esposa, subiendo con la grúa sobre el cabaret de Sarah y atravesando la claraboya de vidrio, reflejando a una enfermera en la bola de cristal.
Un trineo arde y entre el polvo leemos el enigma: Rosebud.
RG
Esta noche traspasamos la propiedad privada del magnate Kane…
David Velázquez, Zacarías Cotán y Raúl Gallego
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