Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello,
que en mi juventud me deslumbraba.
Aunque ya nada pueda devolver
la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,
no hay que afligirse.
Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo
Mientras quede un hálito de memoria, el paso del tiempo no borrará los mejores recuerdos, o eso aseguraba el poeta romántico William Wordsworth, en los versos que inspiran el doloroso romance dirigido por Elia Kazan.
La represión sexual, el freno y la moral beata atenazan cada frase, cada gesto de dos jóvenes que se aman, un debutante Warren Beatty y una brillante Natalie Wood, de ojos grandes y nerviosos, ella es el esplendor en la hierba. El agua desbocada, las corrientes que empujan a la chica atormentada a la cascada. La pareja se besa con pasión en el deportivo, no pueden traspasar unas líneas marcadas por el conservadurismo, el puritanismo más acérrimo de Kansas en los años de la Gran Depresión. Y para más inri, el dominante padre de Bud -un convincente Pat Hingle- egocéntrico y vociferante, solo piensa en sus acciones y en que su hijo estudie en Yale, su futuro va unido al negocio familiar del petróleo, ha trazado cada paso de la vida del muchacho sin preguntarle su opinión.
A Kazan siempre le obsesionaron las relaciones paternofiliales, tan latentes en “Al este del Edén”, “América, América” o “El compromiso”. Esa madre egoísta anula el idealismo y la ilusión de una adolescente que reza sus oraciones nocturnas junto a un tocador adornado con las fotos de su novio. Kazan, siempre desde su obsesión con Freud y el psicoanálisis, aborda temas interesantes, la capacidad de perdonar a unos mayores que no supieron hacerlo mejor, o no quisieron, la renuncia, la resignación, y de alguna manera la historia escrita por el dramaturgo William Inge nos toca la fibra, todos recordamos a una persona con la que pudo haber sido y no fue, por eso la expresión de ellos dos al final no se olvida nunca. En un final hermoso como pocos, los dos, frente a frente, ella, radiante, él, con su mono de trabajo y su mujer encinta , la ama de casa, esperando en la puerta. El viento mece las hojas de los árboles, no hacen falta las palabras para expresar un sentimiento tan intenso, demasiado profundo para provocar las lágrimas. Kazan comentaba que aunque Esplendor en la hierba no era su mejor película, el último rollo sí era su momento favorito.
Raúl Gallego
Esta noche leemos los versos de Wordsworth en el aula del instituto…
Zacarías Cotán, Chari Medina, Salvador Limón y Raúl Gallego
DALE AL PLAY Y ESCUCHA EL PROGRAMA
de la gloria en las flores, no
debemos afligirnos,
porque la belleza subsiste en el recuerdo.”
Y es que este poema es el
instrumento en el que se apoya la historia principal, basada en
una historia real del primer amor de dos jóvenes, que fue escrita magistralmente
por el guionista Willian Inge, y que le valió el Oscar al mejor guion original- Dirigida por Elian Kazan en 1961. Ambos, hicieron una radiografía de la América
provinciana, cargada de prejuicios e hipocresía, represiva y asfixiante,
concretamente se desarrolla en Kansas, alrededor de 1929, justamente en la
antesala y desarrollo de la gran depresión, mostrando las consecuencias más
trágicas de la mayor crisis económica de la historia de América.
Se reflejan dos modelos de familia, con los mismos efectos, uno la familia de Bud Stamper, que se vertebra alrededor de un padre dominante (Pat Hingle), nuevo rico por las explotaciones de petróleo, que maneja la vida de todos los miembros de la familia, con una madre que es literalmente un cero a la izquierda, una hija que reacciona con una conducta autodestructiva para escapar de esas opresivas reglas sociales de la época, y Bud, el hijo bueno, incapaz de desobedecer a su padre, que le impone ser el mejor deportista del instituto, el mejor estudiante y el que tiene que continuar el negocio familiar. Un hombre que cosifica a todas las personas considerando que puede comprar a quien quiera. La otra familia, la de Natalie Wood, en cambio, está dominada por una madre, que ante una aparente dulzura, le impone a su hija igualmente un destino, sin salirse del guion marcado por las reglas sociales y culturales, intentando hasta el final aleja a su hija de su gran amor, lo que le lleva a ésta a caer en una grave enfermedad.
Una sociedad cuya represión sexual conduce a comportamientos de agresiones sexuales a modo de las hoy conocido desgraciadamente, como “manadas”, conductas violentas y machistas ejercidas contra la mujer, de una extraordinaria gravedad, planteadas por el director sin tapujos, y es que Elía Kazán, se especializó en películas de gran contenido dramático, en el que indaga en los comportamientos morales de la sociedad, en las contradicciones y paradojas de los seres humanos, sin dudar en tocar temas espinosos como la represión sexual de la época. teniendo la habilidad de sacar de sus actores y actrices una actuación sobresaliente, aplicando el sistema de Stanislavski, con el que alcanzó éxitos en el teatro, que fueron sus inicios profesionales, en una también memorable “ Un tranvía llamado deseo”, la adaptación de la obra de Tennessee Williams que luego llevó al cine. No obstante, su brillante carrera se vio ennegrecida por el oscuro episodio del macartismo (entre 1950-1956), en el que se le consideró un delator de sus compañeros en aquella lamentable caza de brujas.
Volviendo a la película, sigue
siendo una de las imprescindibles de la historia del cine, en el que el poema
se recita dos veces, una en la primera mitad de la película antes de que Natalie estalle rota y neurótica ante la imposibilidad de vivir en plenitud su obsesión
amorosa, para cumplir con los cánones sociales impuestos. y otra. al final de la
película, con un sentido completamente distinto en el que el poema se queda
como una oda al primer amor adolescente que no conoce de épocas ni de
sociedades, y que se queda grabado en nuestro más íntimo rincón, al que
acudimos para saborear la belleza inmortal de aquel amor por el que suspiramos,
que pudo ser y que no fue pero que ya nada puede empañar.
Rosario Medina
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