La Gran Evasión

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sábado, 8 de mayo de 2021

321 - La Noche se Mueve - Arthur Penn 1975

La noche se cierne en torno a un caso difícil. Una adolescente se ha escapado de casa y le da por intimar con antiguos amantes de su madre, una actriz retirada que pasa las horas muertas bebiendo ginebra junto a la piscina de su caserón en Beverly Hills. 

Con referencias al detective clásico Sam Spade, Harry Moseby no parece tan seguro de si mismo como el creado por Dashiel Hammett.  Gene Hackman sabe transmitir a la perfección el naufragio de un exjugador de fútbol americano en crisis, con un trauma de infancia detrás . Un investigador embaucado por su supuesto amigo, por sus clientes, incluso por su mujer. 

Enrevesada y poblada por personajes frustrados, con una desgana vital extendida al estado de ánimo derrotista de la sociedad americana de los años 70. En un momento de la película, Paula -Jennifer Warren-, una mujer equívoca, desubicada, como todos los seres de este film, le pregunta a Harry donde se encontraba cuando mataron a Kennedy.    ¿Cuál de los dos?. 

Harry da tumbos y hace suposiciones ante los reflejos de una realidad borrosa, distorsionada, que ni el protagonista ni nosotros como espectadores acertamos a comprender en ningún momento. La noche avanza en los Cayos de Florida. Como en una partida de ajedrez, el jaque mate acecha desde el primer movimiento. El caballo de las negras salta en el tablero en busca de una dama rebelde (debut de Melanie Griffith),. 

Personajes así de patéticos y frustrados pueblan este neo-noir de Arthur Penn con guiños a El sueño eterno de Hawks, y estatuas precolombinas que recuerdan a la del Halcón Maltés. El deseo de salir hacia adelante, de mejorar, se puede ahogar en el Golfo de México, en el fondo del Atlántico. Si una niña desnuda bucea, en lo más profundo cabe la posibilidad de que encuentre la podredumbre en unas cuencas vacías, de que termine siendo alimento de los peces.  Entre los abrazos de una madre alcohólica, más sola que la Norma Desmond de Sunset Boulevard. Abrazos siempre falsos, como la sonrisa de un delfín amaestrado, como el atrezzo de las películas.

La fotografía granulosa y poco preciosista  de Bruce Surtees ilumina con perfección las secuencias a la luz de la luna en el barco, y también el sol más diurno, como en la hitchcockiana escena final, el ataque de la avioneta en altamar. 

RG

Esta noche esperamos no terminar haciendo círculos en medio del mar...

Salvador Limón, Zacarías Cotán, y Raúl Gallego 









































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