Mediante distintas versiones del mismo hecho, asistimos a la narración de dos presuntos delitos, un asesinato y una violación. Ya en la primeras palabras del leñador se nos está manipulando la realidad, ni los muertos tendrán credibilidad en un historia con varias interpretaciones, todas contradictorias.
Un monje, un vagabundo y un leñador se guarecen de la lluvia en las ruinas del antiguo templo de Rashomon. Arquetipos de un cuento moral, basado en dos relatos de Ryunosuke Akutagawa, “En el bosque” y “Rashomon”.
El monje no quiere aceptar la crueldad y al egoismo del ser humano, si todo el mundo miente, el mundo será un infierno. Y aún así, ¿quién dice la verdad y quién no?.
Nadie sabe con seguridad si el marido samurai fue asesinado por el ladrón, por el leñador, por la mujer, o él mismo se quitó la vida.
En el juicio, con confesiones a cámara de los testigos, al fondo del jardín de piedra permanecen hieráticas dos figuras, el leñador y el monje budista irán escuchando las declaraciones. Por más que la esposa del samurai quiera taparse los ojos, es imposible no ver, la realidad está ahí imperturbable y la mirada fría de su esposo se mantiene, sin apenas un parpadeo. Ella dice que prefería la muerte antes que sentir el desprecio más extremo, el de la indiferencia. Y quizá su testimonio también sea falso. No sabemos si Tajomaru -espectacular Toshiro Mifune-, el salvaje ladrón, dice la verdad. Cuando lo encontraron estaba inconsciente, asegura que bebió agua del río envenenada por una serpiente, tan maligna como esa mujer que accedió a su deseo y le incitó a luchar contra su marido. Poco queda en claro, el samurai murió y contará lo sucedido a través de una vidente. Se quitó la vida él mismo con una daga al no poder soportar el escarnio de haber sido humillado por su esposa. La última revelación es la del leñador -Takashi Shimura-, que niega las anteriores. El duelo final en el bosque entre el samurai y el ladrón no fue honorable, pelearon de manera indigna, aterrados ante la posibilidad de morir.
Kurosawa sorprendió al mundo con un montaje revolucionario, adelantado para los occidentales y que inspiró a señores como John Ford, Kubrick, Tarantino y muchos más. La cámara se mueve ágil y enérgica , con una serie de travelings, picados y contrapicados, y una planificación y riqueza visual maravillosas. Kurosawa y su operador Kazuo Miyagawa se atrevieron a mirar al sol de frente. Los claros y sombras del paisaje, las hojas de los árboles reflejadas en los rostro y los vestidos, los gestos exagerados de Mifune, Machiko Kyô o Takashi Shimura nos envuelven en un disfrute pictórico, en la exuberancia visual, el paseo del leñador, la sensualidad del encuentro entre el bandido y la mujer, la plasticidad y atracción de unos cuerpos que danzan, se agarran, se contorsionan, se confunden con la naturaleza mientras un samurai atado contempla en silencio su final.
Kurosawa explicó a su equipo la esencia del film , el hecho de que los seres humanos tergiversamos la verdad y siempre adornamos nuestra imagen, el egoismo es inherente a las personas. Rashomon es un pergamino abierto, representado por el ego de cada uno.
Raúl Gallego
Esta noche en La gran Evasión contamos la sinfonía visual del maestro según nos conviene...
Zacarías Cotán, Gervi Navío, Rosario Medina, Salvador Limón y Raúl Gallego
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