De acuerdo con patriarcas del cine como Eisenstein y Griffith, la literatura de Charles Dickens tiene mucho de cinematográfica, se pueden transponer al medio fílmico sus personajes enfáticos, sus arquetipos, las situaciones dramáticas, las narraciones paralelas de sus novelas, sus minuciosas descripciones, y su denuncia del poder de las instituciones ha funcionado como inspiración en numerosas ocasiones para el cine. David Lean supo despojar de hojarasca dos de sus obras capitales, Grandes Esperanzas (“Cadenas Rotas” se llamó el film por estos lares), y Oliver Twist.
El film narra las azarosas experiencias y desventuras de un niño huérfano en la Inglaterra del Siglo XIX. Un inicio gótico y brillante, una mujer encinta busca refugio para dar a luz bajo la tormenta en plena noche, el juego de luces y sombras, los relámpagos, y los primeros planos sobre el rostro de la actriz Josephine Stuart sobrecogen, a continuación, la madre recién parida y enferma da el primer y último beso al bebé. Un fabuloso arranque que no aparece en la novela de Dickens, idea de otra actriz, Kay Walsh (Nancy en el reparto y esposa del director), sugerida al equipo de guionistas formado por Stanley Haynes y el propio David Lean.
La fuerza y la elegancia de las imágenes en blanco y negro de Oliver Twist fluye plano tras plano, en ocasiones sin apenas diálogos, la persecución del crío por las calles de Londres con puñetazo final dirigido a la cámara, el juicio infame al que es sometido, la oscuridad y suciedad del submundo habitado por los villanos Fagin y Bill Sykes frente a la luz circundante de la casa en el barrio rico del benefactor, el señor Brownlow.
En cuanto a los actores y actrices, destaca el judío de enorme nariz, lo interpretó Alec Guinness, su caracterización de miserable dio lugar a una ola de protestas entre la comunidad judía, el canallesco ladrón Bill es representado con tino por Robert Newton, y su compañera Nancy es Kay Walsh, personaje clave en el desarrollo de la trama, tampoco podemos olvidar al perro de Bill, feo e inteligente, y bastante más decente que su dueño. El niño protagonista fue John Howard Davies, confiere un toque tierno, sin caer en la lágrima facil ni en sentimentalismos exagerados.
No desmerece el conjunto la dirección artística y los decorados, la excelente recreación de los ambientes de la época victoriana, la pobreza en el orfanato y en los barrios bajos, y al fondo la Catedral de San Pablo, imponente, parece observar la miseria de los pobres con altivez y desgana.
Raúl Gallego
Esta noche acompañamos a Oliver para pedir un segundo plato de gachas...
Zacarías Cotán, Salvador Limón y Raúl Gallego
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