El poder visual del maestro Hitchcock alcanza una de sus cimas con La ventana indiscreta. El mago del suspense dominaba la imagen, el medio, a la perfección, y sabía dar soluciones visuales inesperadas y dignas de un fuera de serie. Una lumbre en la oscuridad de un cuarto, o será el criminal fumando un pitillo en su guarida. Un fotógrafo cojo, unos prismáticos y más tarde, un teleobjetivo para poder apreciar mejor que ocurre allá fuera.. Enorme James Stewart. Protagonista y voyeur de una sospecha. Algo raro está ocurriendo en el patio de enfrente.
El guion de John Michael Hayes , basado en el relato original de Cornell Woolrich, se mueve entre dos aguas, por un lado el posible crimen, y en otro la relación sentimental entre el impedido fotógrafo con pierna en cabestrillo, y su novia, - imponente Grace Kelly-, una mujer de una pieza, modélica, quizá demasiado. Será Lisa la que decida intervenir en la investigación jugándose la vida, y así ganarse la admiración del periodista. El convaleciente prefiere fisgar a sus vecinos en lugar de reparar en la belleza que le trae la cena del restaurante a casa con camarero incluido.
Rodada en un solo escenario, todo ocurre entre el piso del reportero y el patio de enfrente. Con un decorado sin igual, una construcción casi total de la manzana, pisos con habitaciones equipadas y amuebladas, con electricidad y agua corriente.
Dos mujeres acompañan esos días de fastidio y vigilancia, su pareja y la enfermera del Seguro, una estupenda Thelma Ritter. La asistenta le da masajes y le acusa de mirón, la otra le visita, le agasaja, ambas terminarán involucradas en la investigación y serán pieza clave en la resolución de los hechos.
Ya lo dijo Truffaut, La Ventana Indiscreta no era una película sobre la ciudad, era una película sobre el cine, y él sabía de lo que hablaba. La pantalla de cine es la ventana del espectador, todos somos Jeff. Confinados, sentados en una butaca, asistimos a los ejercicios de gimnasia de la señorita Torso, a las cenas de Corazón Solitario, a los arrumacos de dos recién casados, a la soledad de un pianista que quiere componer su mejor pieza. En otra ventana, una pareja sin hijos saca a su perrito hacer sus necesidades diarias en un cesto. El fotógrafo no puede quitar la vista de ese perro que husmea en el arriate de la portería. Un tipo tan intrépido como él, de pronto reducido a la inmovilidad de una silla de ruedas. Y aún puede empeorar la cosa, aún puede plantarse el asesino en su propio piso. A Jeff no se le ocurrirá otra cosa que defenderse con sus avíos de trabajo, varios flashes cegadores solo detendrán unos instantes al siniestro visitante -Raymond Burr-. La pantalla se iluminará varias veces, y la figura del hombre en pijama, de voyeur a víctima, tomará forma lentamente, como una fotografía revelada en un laboratorio.
RG
Esta noche miramos por la ventana, a la espera de que nos salve una melodía de piano...
Zacarías Cotán, Salvador Limón, Gervi Navío, Chari Medina y Raúl Gallego.
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