En este entretenido policíaco, dirigido con buena mano por el francés de origen armenio Henry Verneuil, un lobo solitario se las arregla para huir de un furgón policial en pleno traslado, ayudado por una familia de sicilianos, los Malanese, a cambio de una información privilegiada. Sartet esconde en el forro de su chaqueta el plano del sistema de seguridad de una exposición de joyas en Roma. Siguiendo los pasos del asesino de dos de sus hombres, el comisario Le Goff habrá escogido un mal día para dejar de fumar, hasta que la tensión y la rabia le obliguen a encender el maldito cigarro.
Alain Delon, Jean Gabin y Lino Ventura juntos otorgan categoría al film inspirado en la novela del escritor de Rififi, Augute Le Breton, José Giovanni, referente del género, y Pierre Pelegri adaptan el libreto, y en la fotografía, otro ilustre, Henri Decaë, que supo insuflar aires del Polar a la intensa trama, de la música se encarga el gran Ennio Morricone.
Los giros del argumento y el ritmo sin concesiones no permiten quitar ojo de la pantalla. Un sicario sin escrúpulos y siempre alerta, con los cinco sentidos puestos en cada movimiento, en cada llamada, acostumbrado a ser perseguido por la ley, y sin embargo, una francesa con minifalda le distraerá más de la cuenta. En una secuencia para enmarcar, la comida en casa del patriarca de los sicilianos, un Jean Gabin ya veterano y poderoso, de mandíbula apretada y antecesor del Padrino de Coppola, llama la atención a la nuera sobre su indecente atuendo mientras se sirve él mismo los espagheti cocinados por su respetable mujer siciliana.
La película no solo trata de la caza y captura de Sartet por parte de su perseguidor, también tenemos un atraco en una exposición de joyas que cambiará sobre la marcha para tornarse en secuestro de un avión y espectacular aterrizaje en una autopista en las inmediaciones de New York. El incombustible Le Goff siempre llega tarde, su planes no salen bien. El inefable agente vigila a la hermana del delincuente y pincha sus teléfonos en la cafetería donde trabaja. Sartet se las arreglará para burlar al comisario y sus hombres delante de sus narices.
Como en la mayoría de los filmes del género, desde aquel espléndido No toquéis la pasta de Jacques Becker, donde ya comparten escenario los amigos Lino Ventura y Jean Gabin, los maleantes pagarán sus fechorías a tiros entre ellos mismos. A Vittorio siempre le pareció un canalla y un imprudente ese chico de mirada azul y huidiza, no suele equivocarse el viejo guerrero. Esa noche los bolsillos de su gabardina están agujereados, se despide se su nieto, no puede cenar con él, el comisario le pedirá que le acompañe con respeto y cierta complicidad.
RG
Esta noche compartimos celda con Sartet y un infeliz electricista...Zacarías Cotán, Salvador Limón y Raúl Gallego
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