La Gran Evasión

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domingo, 27 de septiembre de 2020

290 - Sin Perdón - Clint Eastwood 1992

“¿Quién es el dueño de esta pocilga?” 


William Munny no levanta cabeza desde que su amada esposa murió de viruela. El lastre del pasado es imposible de liberar cuando no hay más que muerte. Entre cerdos enfermos y algunas gallinas, William malvive con sus dos hijos en medio de la nada. De pronto, otra oportunidad, otra recompensa, más muerte. Dos vaqueros han rajado el rostro y el cuerpo de una prostituta, las meretrices quieren ajustar cuentas, y pagan bien. No quieren ser tratadas como bestias. No hace mucho, William también trataba mal a los animales, y a las personas, directamente las asesinaba si era preciso. Ahora le cuesta subir a su montura, ha perdido vista, ha perdido agilidad, ¿o es qué hasta el caballo le desprecia? El remordimiento persigue al pistolero, los cadáveres de sus víctimas se aparecen agusanados en las noches de tormenta. 

La sangre llama a la sangre, la violencia se alimenta de más violencia. Y en el viejo Oeste los defensores de la ley pueden acabar también en el infierno, que se lo digan a Little Bill -Gene Hackman-, sheriff de Big Whiskey. Billl sabe que sus métodos no son muy ortodoxos, y está orgulloso de ello. Está construyendo una casa junto al río, quiere contemplar los atardeceres mientras toma café recién hecho. Los psicópatas también buscan la tranquilidad del hogar al final de sus vidas. Bill disfruta cada golpe, cada patada, no soporta a los asesinos. Todo por el bien de la comunidad, el de una nación forjada en la violencia, el saqueo y las falsas leyendas. 

En la fotografía de Jack N. Green dominan los tonos ocres, rojizos, oscuros como una botella de whisky, como los muebles del burdel del pueblo a la luz de los candiles, de la pocilga, así la llama el pistolero en el clímax final con su rifle Spencer en ristre, y la pistola Schofield de repuesto, por si acaso, se la ofrecio el chico miope que no sirve para matar a nadie. Espléndidas actuaciones del propio Eastwood, Morgan Freeman, se siente a sus anchas como Ned, el amigo tranquilo, compañero de correrías, Gene Hackman, que se llevó el Oscar, y por supuesto Richard Harris, su intensa aparición como Bob el inglés, otro famoso forajido que desprecia a los americanos el mismo Día de la Independencia, y viaja con su biógrafo particular , un temeroso escritor al que le narra sus fechorías con más adorno que verdad. 

Quizá el último gran western, Sin perdón tenía que ser obra de Clint Eastwood. Bellos planos del horizonte que el mismo Ford aplaudiría, el atardecer sobre los jinetes, tormentas nocturnas, interiores tenebrosos que Clint ya aprendió a plasmar en El fuera de la ley, Infierno de cobardes o El jinete pálido.


Raúl Gallego

 

 
















Clint Eastwood visita esta noche nuestra pocilga del cine, con una de sus obras maestras, quizás el corazón de su inmensa carrera, Sin Perdón (Unforgiven), 1992.

Un Western oscuro y amargo, donde los pecados del pasado persiguen a unos tipos, a los que el futuro está arrinconando…Bob el Inglés, Ned Logan, Little Bill, William Munny….Viejos Pistoleros que deben rendir cuentas por la sangre y el plomo derramados, por las vidas segadas. 
El destino implacable cobrará sus deudas.

David Webb Peoples delinea esta historia, con un guión tan negro como la propia alma de William Munny, la grandeza de Eastwood es desmitificar la mitología americana, la esencia de su país, y a la vez, homenajearlo.
Porque en este western nos enfrentamos a un mundo crepuscular donde el honor y la valentía son meros dibujos y palabras en el cuaderno de un escritor, de un trovador que llena de gloria y leyenda una realidad sucia y descarnada, desprovista de épica y honor.

Eastwood dedica Sin Perdón a Sergio Leone y a Don Siegel, pero en esto fotogramas esta sin duda Sam Peckinpah, está sin duda John Huston y sobre todo, esta el clasicismo del maestro John Ford. 
No sólo en imprimir la Leyenda, sino en contarla con la mirada de un poeta: Los planos con la linea del horizonte en la parte baja de la pantalla, la cabaña destartalada recortada sobre el cielo en llamas del atardecer, la figura imponente y trágica de un hombre visitando la tumba de su esposa; un joven que ha matado y ahora debe asumirlo, vivir con ello….; o un viejo shérif que no ha terminado su porche, que no está preparado para morir.

Nos encontramos a un Eastwood introspectivo que reflexiona sobre temas capitales, Sin Perdón ahonda en la esencia americana, en la amistad, en la aventura, en la venganza, en la violencia, en las pistolas humeantes, pero detrás del humo están las vidas que el plomo se lleva, enfrentarse cara a cara con la muerte, lo difícil que es quitar una vida, lo que implica.
Los hombres mancillando el regalo sagrado.

También hay reflexiones sobre la Mujer, Eastwood nos presenta a mujeres fuertes e integras en una época donde eran mera mercancía, una inversión, ganado, que se marcaba como propiedad y que había que indemnizar si se dañaba.
Una prostituta cortada por cuestionar la virilidad de un vaquero, acarrea un río de sangre y muertes, una mujer que termina siendo un ángel para William Munny, el esbozo de una sonrisa  al verle fundirse en la noche.
Las ausencias también definen la filmografía de Eastwood, aquí está la esposa fallecida de William, Claudia, que rige los destinos de este pistolero desalmado que ahora malvive en un paraje perdido, incapaz de darle un futuro a sus hijos, apartado del Whisky y la Violencia. 
Deberá recurrir de nuevo a su negra y atávica esencia, ante la promesa de una vida nueva, de un futuro, ante una bolsa llena de sucias monedas.

Una obra maestra de un maestro, el último clásico, que se pierde en la noche a lomos de un caballo pálido, tras haber asesinado a los canallas que cortaron a una prostituta y torturaron y exhibieron el cadáver de su amigo en la puerta de una sucia taberna.

Inocentes….Zacarias Cotán, José Miguel Moreno, Raul Gallego, Gervi Navío, Salvador Limón…

¿Inocentes de qué?

Gervasio Navío Flores.



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