La Gran Evasión

La Gran Evasión

domingo, 21 de junio de 2020

277 - La Última Película- Bogdanovich 1971

Tiene mérito captar el espíritu y el sentir de una época, los años 50, y de un lugar, un pueblo perdido de Texas. Trasladar la idiosincracia de una comunidad, el despertar sexual de unos adolescentes, el tono amargo, la insatisfacción y el desengaño de los adultos.
Bogdanovich consigue emocionar desde el distanciamiento en este drama coral. Muchos personajes y mucho amor al cine, así lo refleja con naturalidad y nostalgia, con un estilo pausado, deudor de los westerns de John Ford y Howard Hawks.  The last Picture Show, la última sesión del cine Royal, en la pantalla los caballos y las reses inundan el universo, ahí fuera sigue soplando el viento, ante las casas destartaladas y en los caminos de polvo los cowboys conducen camionetas, juegan al billar en el bar y suena el country del viejo Hank Williams.
El paso del tiempo ensucia las amistades y descubre las cartas marcadas, las de un chaval roto que acelera en su huída a no sabe dónde, sin palabras, porque ya ni hacen falta, a una mujer madura que hará menos insoportable la pérdida de la única persona que sonreía de verdad, que llevaba gorra, y buscaba con la mirada a su amigo.
Las urgencias de la adolescencia, el despertar del sexo y el choque generacional. Tras la muerte del dueño del bar todo cambiará. Sam el león, el personaje más romántico, el eje vertebrador y elemento de cohesión de la trama, con la secuencia más memorable quizá del metraje. Una pintura hecha cine, las aguas del pantano fluyen como recuerdos de juventud, dos amantes desnudos se bañaban cobijados por la noche, una historia de amor en el fondo del alma, como tantas otras, como la de Ethan y la esposa de su hermano en Centauros del Desierto.
Sonny  y Duane tomarán consciencia de que allí queda poco que hacer, atrás queda una muchacha bella y manipuladora, tan desubicada como ellos, sujetos a sus circunstancias, a su posición, a las alegrías y a los sinsabores, como todos nosotros en definitiva.

Raúl Gallego

Esta noche barremos las calles del pueblo con la gorra de lado...

José Miguel Moreno, Zacarías Cotán, Salvador Limón y Raúl Gallego


DALE AL PLAY Y ESCUCHA EL PROGRAMA




Claro tenía Ford, con esa maravilla que partió el cine en dos, que el final, y el principio, de “El Hombre que mató a Liberty Valance” auspiciaba los nuevos tiempos, llenos de anodina barbarie. En ella un hombre negro fuerte y bueno, ya canoso y de pocas palabras, le hacía luto en su despedida, antes que el otrora inquebrantable Wayne, desapareciese por completo del recuerdo. Ni siquiera cuando la visita de su amigo, a quien dio vida y su amada, que le fue usurpada por una débil moralidad de progreso, acariciasen la ruda tabla de su ataúd clavado a golpe de rutina y hastío.
 O lo que es lo mismo, mentira, un negro bueno, una esposa fiel y un amigo con memoria. Y todo este espécimen cae de plano a la hora de ver la historia de Bogdanovich. Porque esa sensación del biógrafo fordiano acosa y templa todo su cine desde Luna de Papel hasta el gran Buster. Un ambiente apagado, tenso, que destripa el argumento , nunca puesto en claro del todo, para que se deshaga en las manos del espectador, que las halla limpias con gotas de agua clara. Ahora, dirá el americano, empieza todo, deja vacío un mundo acostumbrado, como en el ahora del tuteo indebido, a tener razón y respuesta, a saberlo todo, a confiar en todo aquello que se ve obvio e incontestable, ¡qué imbeciles!. Solo falto de alguien que se desprecie tanto a sí mismo como para no ser imprescindible en su duda, en su callar y en su vida, todo tan necesario. El autor no explica nada, no hace falta.
Salí como un conejito saltarín y cabalgando, alegre, con una sola apetencia de mundo y es que por favor no me explicasen nada.
Y lo disfruto. Y todo eso es su cine.

José Miguel Moreno


No hay comentarios:

Publicar un comentario