Hay un tiempo distinto en esta película; también hay otro tempo.
El último es el del cine, la forma, la estructura misma que contempla y
es narrativa al tiempo, con los tintes propios del género de viajes,
luchas, asaltos al poder de los rufianes al uso. Los que siempre han
mandado. Y luego viene el primero, el tiempo del espectador sagrado y
libre, con las apreturas y diferencias de nuestro antojo. En ellas van
apareciendo en escena ilusiones y miedos, fortuna de gobernantes y
amores imposibles hechos de mármol. Todo un vagar por vidas de ilusión y
desánimo, que nos aupó a los quehaceres que alumbran las nuestras, y
también al miedo de ser otros con los que habíamos soñado. Un juego de
espejos dulce y amargo con el espacio suficiente para no ser vencido.
Y luego viene el autor, el artista, porque esta peli viene para
quedarse y no sólo permanecer fresca, sino ser siempre como
una cantinela, sin aprendizaje, vivir sólo, ni siquiera contemplar, viendo
el espasmo del diablo que vence el ánimo de no atender el envite, tan
servil como inocuo, del cantautor de salmos.
José Miguel Moreno
Esta noche vamos a viajar con dos truhanes que se convirtieron en Reyes, con el aliento literario de Rudyard Kipling y el talento cinematográfico de John Huston.
“Hermano de un príncipe y amigo de un mendigo con tal de que sea digno”
El Hombre que pudo Reinar, John Huston,1975. Intentaremos ser dignos.
Magistral obra de madurez de Huston, épica y aventura al servicio del hombre, humor y melancolía para el retrato crepuscular de dos viejos amigos huyendo hacia su destino. Peachy y Danny, Michael Caine y Sean Connery.
Mirada clásica a un mundo en retirada, las nuevas generaciones de cineastas que venían, iban a narrar de distinta forma y con héroes distintos éstas aventuras, Spielberg o Lucas, por ejemplo. Este hecho incide mas si cabe en el tono crepuscular de El Hombre que pudo Reinar, John Huston filma una de sus obras maestras, una historia en la que se desenvuelve de maravilla: dos amigos, dos perdedores, dos vividores, dos antihéroes, dos aventureros en el final de sus correrías....un pacto de amistad, de fraternidad...un acuerdo que las debilidades humanas ponen en jaque.
Adaptar a Kipling era un viejo anhelo de Huston, desde los cuarenta había intentado llevarlo a la gran pantalla, pero la espera mereció la pena, porque Peachy Carnehan y Danny Dravot, no pueden ser otros que Michael Caine y Sean Connery, el joven Kipling lo interpreta un solvente Christopher Plummer.
Un relato magnifico del Nobel Inglés que plasma la complejidad e inmensidad de la India, el imperialismo británico, la condición humana, la religión y la mitología...todo ello de la mano de seres reales, dos veteranos sargentos ingleses, dos truhanes, dos sinvergüenzas que sobreviven en la Colonia británica y que El Progreso los está acorralando.
Ya no tienen sitio en la India, tampoco pertenecen ya a la vieja Inglaterra, su destino es cruzar los límites del conocimiento, atravesar lo que parece imposible y llegar a mundos ignotos, volver a conquistar lo inconquistable....
El periplo de esta maravillosa pareja expone las relaciones humanas de una manera palmaria, la ambición desmedida, la fraternidad, el endiosamiento, creerse y convertirse en Reyes acarrea un peso enorme, ser un Dios con deseos humanos no es compatible.....Firman un contrato renunciando a lo único que le da sentido a la vida, el licor y las mujeres, para el siglo XIX, quizás también en nuestros días...
Alejandro el Magno, el signo del compás y la plomada, con el ojo que todo lo ve, una flecha que se clava en el cuerpo y del cual no brota sangre, un beso de miedo que rasga la mejilla y desvela la verdad...un país aislado en el tiempo y la historia antigua, la invasión de la civilización moderna, el saqueo de la moralidad y la fe...menos mal que tenemos a Billy Fish protegiendo nuestro flanco....
Esta ardiente noche Imbra castiga nuestra osadía, miramos desde el desfiladero del Cine como se derrumba el puente de cuerda, con Danny arrepentido de haberse creído un Dios....José Miguel Moreno, Raúl Gallego, Gervi Navío, Zacarias Cotán y Salvador Limón.
Gervasio Navío.
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