Harpo, Chico y Groucho, vaya tres aliados se busca el cantante Riccardo para conseguir el éxito en el mundo de la Ópera y cantar junto a su amada soprano.
El contrato más disparatado de la historia, el camarote más concurrido, y un argumento que aunque tiene un hilo conductor más definido que en las películas anteriores con la Paramount, seguirá siendo el pretexto para que los tres cómicos saquen a relucir su catálogo de chistes, pantomimas y delirios.
Groucho, o el personaje de su personaje, Otis B. Driftwood, un hombre de negocios decidido a llevarse su ración, quiere sacar tajada de los millones de la señora Claypool, que no podía ser otra que Margaret Dumont, la quinta hermana Marx. En la secuencia inicial en el restaurante Groucho la agasaja con frases antológicas, al plantar a la adinerada mujerona se le ocurre decirle:
“Estaba con esa mujer porque me recuerda a usted... sus ojos, su cara, su risa... todo me recuerda a usted... escepto usted”.
Parece que la señora no se lo toma muy a mal, le va la marcha.
Una noche en la Ópera fue la película más taquillera del trío, que ya no contaron con Zeppo, su última aparición fue en la también genial Sopa de Ganso. Ficharon por la MGM, el audaz productor Irving Thalberg confiaba plenamente en el talento de estos tres locos, se llamó a un director con experiencia y saber hacer como Sam Wood para encauzar sus anárquicos modales, y para el guión Thalberg contó con los reputados George S. Kaurman y Morrie Rysking, más Buster Keaton que se encargó de pulirlo y añadir alguna ocurrencia.
En el viaje en barco desde Milán a New York tendrá lugar la enorme escena del camarote, y un magnífico punto de inflexión en el número musical de Chico al piano y Harpo en el arpa, la magia se hará cine otra vez al ver la risa en las caras de los críos, Chico regocija al personal con su particular estilo al piano, y entonces, la emoción, los acordes de ensueño del mudo de los rizos, a través de las cuerdas del instrumento de pronto el payaso cambia su expresión.
Los polizones de barba postiza rompen el libreto y ponen todo patas arriba, ahora ellos son los trovadores de Verdi, no les importa que el distinguido público les abuchee porque una vez más han conseguido lo más difícil, hacernos reír.
Raúl Gallego
Esta noche añadimos dos huevos duros a la comanda...mejor...en lugar de dos que sean tres, o cuatro...
José Miguel Moreno, Gervi Navío, Zacarías Cotán y Raúl Gallego.
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Esta noche recibimos un soplo de aire fresco y anárquico en La Gran Evasión con los Hermanos Marx: Una Noche en la Opera, dirigida por Sam Wood en 1935.
Una obra maestra de la comedia, más necesaria y más viva que nunca.
Los Hermanos Marx habían terminado su etapa con la Paramount, con algún éxito pero no demasiado convencidos del paso siguiente. Sus experiencias con el celuloide habían sido dispares, prácticamente adaptaron sus obras de Vodevil a la gran pantalla, pero la formula parecía agotada.
Una partida de Bridge y un tal Irving Thalberg, cambiaron el sino de estos cómicos geniales. Thalberg era el niño prodigio de la Metro Golding Meyer, con apenas 30 años dirigía el estudio más grande y distinguido de Hollywood.
Con la simpleza de los genios tuvo una idea brillante, encauzar la locura de los Marx sobre una trama amorosa.
El Caos no se puede controlar, pero tal vez si se pueda dirigir…
Un proyecto sustentado en los reputados guionistas de Broadway, George S. Kaufman y Morrie Ryskind, con los que los Marx habían triunfado en los teatros americanos, y con toda la maquinaria del Estudio al servicio de estos tres genios locos, el resultado fue simplemente brillante, Una Noche en la Opera, el resto…..es historia.
Las escenas más grandes de la comedia clásica corresponden a esta union maravillosa entre Thalberg y los Marx, desgraciadamente el productor murió muy joven, en 1936, con solo 37 años, cuando ya estaba terminando Un día en las Carreras, pero no hay momento en el que no agradezcamos su genio y su talento.
Una noche en la opera mezcla el deseo y la representación, un par de chicos enamorados al que la autoridad y el poder humillan, son la excusa perfecta para que Chico, Harpo y Groucho hagan saltar todo por los aires.
Es Brillante que la acción sea en un lugar sagrado y elitista, La Opera, un espacio vedado para el pueblo llano, para los espectadores corrientes. Los que se agolpan en los teatros riendo a carcajadas y comiendo palomitas.
Los Hermanos Marx sacan todo el partido a esta premisa y llevan la comedia a otro nivel. Con números que no han perdido ni un ápice de frescura.
De hecho los habían pulido en una gira por los teatros de todo el país, otra gran idea de Thalberg, para trasladar esa espontaneidad e improvisación, de las tablas a las salas de Cine.
Para la memoria colectiva nos quedan escenas imperecederas: El dialogo de la Parte Contratante, El baile de las Camas, la Fiesta en la cubierta, el climax final con Harpo trepando por los decorados del Trovador de Verdi, y quizás la escena mas grande jamás rodada en comedia, El Camarote.
Una pieza maestra que se inicia, desarrolla y concluye por sí sola.
No hay mucho más que decir, sólo hay que dejarse llevar por la contagiosa locura de Chico, Harpo y Groucho, los hermanos Marx.
Gervasio Navío Flores
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