Se dice que para entender lo que somos hay que conocer lo que fuimos…Esta noche viajamos a nuestro negro y ácido pasado con El Pisito, obra maestra escrita por Rafael Azcona y dirigida por Marco Ferreri en 1958.
Es el primer guion de Azcona, basada en su propia novela, una obra que no se suele citar cuando se glosa al maestro, pero que es simplemente portentosa, un retrato estremecedor de aquella España, de aquellos hombres y mujeres, para los que sobrevivir cada día era su única victoria.
Jose Luis López Vázquez y Mari Carrillo, Rodolfo y Petrita, una pareja de novios eternos, a la que se le escapa el tiempo, no hay acceso a la vivienda, no hay sueldo más que para pasar el día. Azcona expone un punto de partida horrendo, la vieja inquilina del piso aprecia a Rodolfo, casarse con ella y esperar a que muera es la opción más factible para quedarse con el contrato de alquiler y mantener la renta baja.
La muerte como única salida para acceder a una vivienda….una minúscula posibilidad de felicidad.
El Pisito es esperpento y sainete, la España de Vallé-Inclán y Miura, que jamás se había mostrado tan crudamente en el cine, nuestro Neorrealismo más desgarrador, pero con una mirada sardónica, con media sonrisa burlona, obligando al espectador a sonreír y a preguntarse por qué demonios nos estamos riendo de las tragedias cotidianas de estos pobres diablos.
Impresionante José Luis López Vázquez, llenando de miles de matices a Rodolfo, acompañado por Mari Carrillo en uno de sus grandes papeles, los maravillosos secundarios de aquella época, desde Concha López como la vieja Doña Martina, a Luis Álvarez, María Luisa Ponte, o una debutante Chus Lampreave. Un retrato portentoso, que se convierte en un documento histórico de una España no tan lejana. Con el frio y la miseria a flor de piel, los pobres hacinados en un país subdesarrollado que empezaba a respirar nuevos aires. Unos pocos al mando, dirigiendo, apretando o aflojando la mano, asida al cuello de la gente corriente. Mientras, suena un organillo y alguien asa unas castañas, mientras, las casas huelen a arenque y a lámparas de carburo, a vino aguado y sudor rancio, mientras, los niños montaraces juegan en los descampados y las señoritas, en los cafés de turno, se besuquean en los reservados con sus múltiples tíos de Bilbao….
Esta noche, Zacarias Cotán, David Velazquez, Raúl Gallego, Gervi Navio y Rosario Medina nos apretujamos en el tranvía, con el humor como única arma para escupir a la cara de la desesperación.
Gervasio Navío Flores.
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