"Existe una maldad que no se puede explicar, virulenta, terrorífica, y los seres humanos son los únicos animales que la poseen.”
Ingmar Bergman
Andreas vive como un ermitaño, retirado de la vida social, alejado de su pasado, de un matrimonio roto y una serie de problemas legales que le han llevado a prisión en una corta condena. Pasa sus días y sus noches en medio de un entorno bucólico y luminoso, de soledad buscada, en la isla de Faro. Los tonos neutros, grises y ocres de la fotografía de Sven Nikvist envuelven unas existencias a la deriva, seres que quieren amar, rehacer sus vidas, más allá de las mentiras, las encrucijadas y las tendencias autodestructivas de cada uno de ellos. Andreas saluda a Johannes, el hombre solitario y enfermo que apenas puede realizar sus labores diarias porque le cuesta respirar, será acusado de maltratar con sadismo a los animales de la zona, linchado injustamente ya que es inocente, el transversal personaje interpretado por Erik Hell, tan víctima como las ovejas degolladas por un loco, cabeza de turco de la sociedad que vive en la isla.
Dos enormes monólogos en un primer plano invasivo se interpolan en el film. El de Liv Ullman, recordando su familia, su accidente, y el de Max Von Sydow, el de un hombre sin esperanza, con los ojos más tristes que uno pueda recordar, afirmando que todos los verdugos y las víctimas del mundo están condenados En la isla también vive un matrimonio como muchos, aparentemente feliz. Él, un arquitecto cínico y dedicado a su trabajo, -Erland Josephson-, ella, vacía, aburrida.
Como en los Seis personajes en busca de autor de Pirandello, a Bergman se le ocurrió distanciarse de la ficción mediante cuatro intervenciones de los propios actores hablando sobre sus personajes, ya lo hizo antes también Godard en “La China”, y también mediante un narrador exterior que interviene en momentos puntuales y claves de lo acontecimientos.
En la primera parte, la fugaz relación de Von Sydow con Bibi Andersson tiene lugar una noche que el marido está de viaje por temas laborales. Eva resulta un personaje mucho más humano que su amiga Anna, más moralista, con un eterno sentimiento de culpa. Remordimientos que Bergman deja en suspenso en un final descorazonador.
La cámara se acerca a un hombre sin rumbo, cae al suelo, grita, los colores se saturan y se granula la pantalla. El narrador, el mismo Bergman, nos dice que en esa ocasión se llamaba Andreas Winkelman. La vida de un hombre más, como la de todos los hombres, cautivos de sus miedos y sus remordimientos".
Esta noche intentamos reparar el tejado de nuestra casa y vislumbramos un parhelio en el cielo...
Zacarías Cotán, Salvador Limón y Raúl Gallego
DALE AL PLAY Y ESCUCHA EL PROGRAMA
No hay comentarios:
Publicar un comentario