La Gran Evasión

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miércoles, 29 de julio de 2020

282 - La Banda de los Grissom - Robert Aldrich 1971

Una película a contra corriente, como casi todas de la ultima etapa de Aldrich. La Banda de los Grissom retrata una época maldita y sucia, la Gran Depresión, un país deprimido en lo económico, pero sobre todo en lo moral.....en lo esencial.
Una niña rica que no valora nada, que no ama a nadie, unos delincuentes de poca monta que se encuentran con el golpe de sus vidas….un río de dinero, de alcohol y sudor que recorre la desértica ciudad de Kansas, la polvorienta depresión. Aldrich se apoya en una magnifica novela negra,  "No hay orquídeas para Miss Blandish", de James Hadley Chase.

Y consigue transmitir una obra violenta y desoladora, que se convierte en un requiem por la Ma del Al Rojo Vivo de Raoul Walsh, un recuerdo a Cagney en este trasunto de jorobado de Notre dame, Slim Grissom, magnífica interpretación de Scott Wilson, acompañado por un imponente Tony Musante, como el encantador y despiadado Eddie.
Slim es un psicótico asesino que solo ha tenido el amor de su madre y queda prendado de la sofisticada Barbara Blandish….
Una deriva de muertes y sopor, de despojos humanos abandonados a su suerte, que sobreviven como carroñeros, una sociedad envilecida donde el amor ya no tiene sitio… Los polizontes también usan metralletas Thompson y beben de servicio, los magnates sueltan un millón de dólares... pero las apariencias valen mucho más que eso….lo son todo.

El cine de Aldrich está regado de constantes y obsesiones: Dignidad y angustia interna; Claustrofobia; Represión y opresión; Rabia contenida; Mezquindad e injusticias…..
El mundo es un lugar hostil, casi al borde del Apocalipsis, en descomposición. La Banda de los Grissom es un claro ejemplo, reinterpreta el género negro, ofreciendo una visión moral de la vida basándose en el estilo, su fuerza visual es indudable, colores saturados donde el rojo de la sangre y el ocre del terreno destacan.  La atmósfera asfixiante, la iluminación que nos deja al descubierto la sordidez de los interiores y la decrepitud de los espacios naturales.
Las amenazas no son las sombras y la oscuridad típicas del cine negro, la amenaza es el interior de estos hombres, el clima soporífero y la seguridad de que el futuro esta negado para la sociedad que vive en los márgenes…

Nos movemos a ritmo de Ragtime por la senda de un amor acribillado por La mezquindad de la Sociedad que nos gobierna…..Jose Miguel Moreno, Raúl Gallego, Zacarias Cotán, Gervi Navío y Salvador Limón.

Para despedirnos os dejamos el numero con “I surrender Dear”, de la pobre Ana, Connie Stevens, enlazado con una versión magistral del tema,  a cargo de Django Reinhardt y Stephan Grapelli.
Sangre, Sudor y Whisky para esta sangrienta noche de soledad.

Gervasio Navío Flores

















La madre de los Goonies no es de fiar, pero suda, y eso marca, porque todos lo hacen, hijos, policías, asesinos, la propia víctima...y tú, usted, yo. Aldrich lo sabe.
En la Depresion de los sentimientos de ese mejunje de caridad y podredumbre en que nos hemos convertido, flota la inocencia rosácea de pureza y sangre, mucha sangre, con ojitos de niño amable, con reflejos de muerte macabra, en la que los hombres abrazando el miedo nos hemos convertido. Y luego la lucha, y la melenita de caracol con estafa, y sus congéneres.
Ella lo quiere y, como en Sucedió una Noche, duerme acurrucada, dulce, y funesta, en manos de un Jericó construido para siempre.

José Miguel Moreno.




















En pleno auge del nuevo cine americano y de la demolición del viejo sistema de Estudios de Hollywood, algunos directores de aquella era que llegaba a su ocaso afrontaban los años 70 en plena forma. Joseph L. Mankiewicz sumaba a su trayectoria obras como El día de los tramposos ó La huella, Billy Wilder hacía lo propio con Avanti! y Primera plana, John Huston nos regalaba Fat City y El hombre que pudo reinar, y Sam Peckinpah se mostraba más incontrolado que nunca, con obras como La balada de Cable Hogue, Perros de paja, Quiero la cabeza de Alfredo García, La huida, Junior Bonner ó la obra maestra Pat Garret & Billy the kid, todas rodadas entre 1970 y 1974.
Junto a Peckinpah, destacaron dos directores con un estilo cercano al suyo en cuanto al tratamiento de la violencia, que noqueaba al espectador sin concesiones, caminando siempre sobre el filo de la navaja de la censura. Don Siegel, un veterano que comenzó en los 40, realizó entre 1971 y 1973 tres obras maestras, El seductor, Harry el sucio y La gran estafa, las dos últimas del género negro, especialidad también del siempre interesante Robert Aldrich, protagonista del programa de hoy.
Destacó ya con sus primeros western, las excelentes Apache y Veracruz, pero su obra de cine negro el beso mortal, en 1955, marcó un estilo contundente en sus formas que impresionó por su tratamiento de la violencia, chocando frontalmente con la censura. También cultivó con frecuencia el género bélico, incluso el terror en una de sus obras más recordadas, ¿Qué fue de Baby jane?, donde consigue de manera singular un ambiente enfermizo y asfixiante. Entre 1971 y 1973 realiza tres de sus mejores obras, La venganza de Ulzana, El emperador del norte, y la que considero su mejor película y uno de los títulos de oro del cine negro en toda su Historia: La banda de los Grissom.
Dirigida en 1971, es una obra de gran impacto en el espectador, con una violencia exacerbada y una corrupción moral incómoda a todos los niveles. La sordidez de los ambientes, la suciedad, la ausencia de valores, la psicopatía, la amargura, todo, absolutamente todo, está mostrado sin filtros, no hay estilización posible para narrar los hechos.
La cámara de Aldrich capta con atención cada sutil detalle de una interpretación coral sobresaliente, donde gestos y movimientos forman una radiografía exacta de las criaturas que pueblan el film. Scott Wilson destaca, eso sí, como psicópata enamorado, con una interpretación muy matizada, digna de estudio.
A diferencia de las tendencias de la época, que ponían el foco en la corrupción política y moral de las instituciones, la violencia policial o la represión del individuo en la sociedad, la película amplía ese foco y no deja a nadie a salvo. La corrupción moral no entiende de clase social, y la depuración tras la gran depresión es la depuración de un país enfermo, de toda una sociedad enferma, que busca desesperadamente una salida, y que tiene que tender la mano y hacer sacrificios. Esta mirada, al margen de ideologías, de tendencias, lúcida y certera, honesta y sincera, es la aportación de grandes artistas en su etapa de madurez, con plena conciencia de su discurso y de su estilo.

Juan Salvador Limón


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