La Gran Evasión

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lunes, 13 de julio de 2020

280 - Érase una vez en Hollywood - Tarantino - 2019

Un cuento de hadas al ritmo de la psicodelia de finales de los 60. Las gafas sesenteras de Sharon Tate coquetean con la cámara , la seguimos por la mansión de Playboy, vestida de amarillo, desenvuelta y feliz. Hay un tono alegre en el pincel de Tarantino, ha compuesto un cuadro de colores cálidos, ha reescrito la historia, con su fuerza habitual, su ironía, y también adoración al cine, al actor aterrado por el fracaso,  al especialista curtido en mil batallas, agentes forrados, niñas prodigio, y una actriz luminosa de ojos castaños . Algunos como Bruce Lee son retratados con una caricatura grotesca, un tipo arrogante que da grititos y afirma sin pestañear que podría tumbar al mismísimo Cassius Clay.
La edad de oro no volverá. Tarantino nos muestra la ciudad con pasión, nos cautiva en un brillante ejercicio, recrea el fin de una época.  Cadillacs, cafeterías, salas de cine, los carteles, las señales de tráfico, series de TV, y de fondo la emisora local, la KHJ. Cliff escucha los éxitos del momento, los anuncios de cerveza y jingles familiares, conoce perfectamente la incorporación para llegar al rancho del viejo Pahn. La sonrisa burlona de una Lolita hippy no le hará caer en la trampa.
Hay una cosa que se llama jabón, mata los piojos y quita el olor, ya lo dijo otro caústico ilegal, Jorge Martínez. Y es que los hippies no salen muy bien parados en la novena película de Quentin, la secta de Manson se refugió en la estética y forma de vida de un movimiento cuyas bases eran las opuestas a la naturaleza oscura del ser humano, la de un loco fracasado y su prole.
La vieja violencia tarantiniana sirve de catarsis y circo liberador. El lanzallamas de Rick Dalton y las latas de comida para perros, armas ideales.
Espectaculares DiCaprio, Brad Pitt y Margot Robbie en los papeles principales. La lucha por seguir en la cresta de la ola de un actor en crisis,  la indolencia de un superviviente con heridas de guerra, la inocencia y la luz del mito intocable.
Damas y caballeros. Pasen y vean. El maestro de ceremonias se saca de la chistera una elegía de vida, ilusión y derrota.

Raúl Gallego

Esta noche damos un trago largo a la jarra de margarita con la perra de Cliff a nuestros pies...

José Miguel Moreno, Gervi Navío, Zacarías Cotán, Salvador Limón y Raúl Gallego.


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Un cuento, esto es un cuento, pero un cuento bueno. Tarantino ha intentado siempre impresionarnos, en su mundo de modernidad, y cita referencias y amor al cine, sabe un huevo de pelis, para dejar claro que no hay otro mejor, es el rey. Y a mí todo eso siempre me aburrió mucho, no entiendo los bailes estúpidos de pulpo ficción, las espadas bailonas de Kill Bill o la instrucción histórica de Malditos Bastardos, con su gracia y destrucción. No, yo no lo entiendo, guiones perfectos con una música sinuosa que cuadra el enjambre modernista y cool del genio americano. Todo muy medido, demasiado, y para uno sin tono. Jugaba en todo ello al niño malo que no es entendido, al enfant terrible, animado y acuñado en Cannes porque allí si saben, y todo eso.
A mí no me contaba nada, nada, porque yo creo que no quería dolerse un poco, relamerse las heridas aún frescas de un mundo que, en realidad, él ha escondido, conociéndolo, por pura cobardía de niño. Y es aquí donde empieza esta película, con un título que pone al final, como epílogo, y no como anuncio de su genio iconoclasta. No es un cuento desde el principio, fruto de un hacer repostero que seria el suyo,  sino una reflexión a posteriori, tras el visionado de contención tonal nada explicito, como de un director de orquesta que ha vendido los timbales y el xilófono. La historia es sombría, como trasfondo, y la narrativa compleja y naturalista se asoma al alféizar artístico que sobrevuela el ensueño, respetando la fantasmagoría del vicio de contar, postrada por única vez ante la muerte y el silencio.
Vencieron ellos, cierto, pero de todo aquello no quedará recuerdo y ése, si señor, será nuestro cuento.

José Miguel Moreno


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