"¿Supongo que me respetarás eh, Teodoro?
¿Qué guarrada está usted pensando, padre?
Déjate, déjate, que un hombre en la cama siempre es un hombre en la cama, eh".
En un pueblo perdido en la sierra pasan cosas inexplicables, al menos para los forasteros que no comprenden las esperpénticas reglas y costumbres del lugar. Las elecciones se convocan cada año y siempre se eligen los cargos de alcalde, cura, maestro, puta, marimacho en período de prueba, tonto del pueblo, y seis adúlteras. El alcalde decide ahorcarse porque no soporta las excesivas peticiones de los aldeanos, no va a tolerar que su turgente novia sea comunal. Ndomo, el negro del pueblo, se siente excluído por ser minoría étnica, lo que no le impide beneficiarse a varias pretendientas. El borracho se desdobla cuando le apetece, aparece y desaparece, y si se tercia se saca la chorra. Las mujeres de 70 años visten y calzan como si fueran niñas, los mozos brotan en los bancales cual coliflor o lechuguino, y alguno, más desafortunado, se agosta irremediablemente. Un emigrante argentino con ínfulas de intelectual quiere escribir una novela pero le sale sin querer "Luz de Agosto" de Faulkner, o "Ada o el ardor", de Nabokov, palabra por palabra.
A este inaudito pueblo de cura, monaguillo, maestro, guardias civiles con tricornio y taberna, llegan en moto y sidecar un padre y un hijo en viaje de placer. Estampa legendaria de nuestro cine la de esta pareja, Antonio Resines y Luis Ciges, ese padre que avisa a su hijo que no se propase al dormir en la misma cama. El gran Ciges se hace preguntas mosqueado al llegar al pueblo desierto, con su inconfundible tono de voz entre el tembleque y la coña:
"- ¡Aquí no hay ni Dios! ¿O es que son todos unos hijos de puta, eh, Teodoro? Porque a lo mejor son todos unos hijos de puta que se hacen pasar por fantasmas."
La imaginación más libre de José Luis Cuerda dio vida a una película de culto, la segunda entrega de su tetralogía del surrealismo rural, iniciada por el estupendo mediometraje "Total", seguida por "Así en el cielo como en la tierra" y cerrada por la secuela espiritual de "Amanece, que no es poco" según el propio Cuerda, "Tiempo Después", donde repetían Miguel Rellán y Gabino Diego.
Raúl Gallego
Esta noche esperamos que el sol salga por el otro lado desde el estudio de Radiopolis...
Gervi Navío, Zacarías Cotán, Juani Domínguez y Raúl Gallego.
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Esta noche de marzo visitamos un pueblo sin nombre de la Sierra de Segura, un pueblo que encierra un mundo mágico, una visión absurda y surrealista de España, una Obra Maestra de nuestro cine, del gran José Luis Cuerda: Amanece que no es poco, 1989. Una película, que no sólo se ha convertido en un obra de culto, incluso tiene su propia religión, los “Amanecistas”, es algo más, es costumbrismo mágico llevado al extremo, al paroxismo.
José Luís Cuerda escarba en nuestra idiosincracia y nos regala un tratado donde Los Españoles podemos encontrarnos con lo que hemos sido, y lo que seguimos siendo, con toda nuestro atavismo y todas nuestras contradicciones.
Parte de los arquetipos de esa España profunda y rural para descontextualizarlo todo y obligarnos a mirar con perspectiva a: La Iglesia, El Estado, La Educación, La Familia, La Política, La Economía, La Inmigración, El Sexo….. todos nuestros complejos y todas nuestras virtudes están en Amanece que no es poco.
Esperpento, Surrealismo y Cáustica, un soplo de aire que te abre la mente, que te llena de luz y sobre todo que te hace sonreír.
José Luis cuerda dirige un vodevil perpetuo, lleno de humanidad y trascendencia, mientras reflexionas sobre los dilemas filosóficos de la vida.
Con un elenco excepcional, el director combina actores veteranos con otras jóvenes promesas: Manuel Alexandre, Rafael Alonso, José Sazatornil, Cassen, Alberto Bové, Luis Ciges, María Isbert o Queta Claver. De entre los jóvenes aparecen nombres que, luego, serían estrellas como Gabino Diego, Pastora Vega, Tito Fernández, Ferran Rañé, Guillermo Montesinos o Quique San Francisco. Junto a ellos algunos ilustres secundarios de la talla de Ovidi Montllor, Miguel Rellán, Fedra Lorente o Rafael Díaz y estrellas consagradas como Resines. Un homenaje al cine español, a la memoria de Berlanga y a la cotidianidad de un pueblo perdido en el imaginario de un loco, que nos enseña a vivir y a brotar de los bancales.
Gervasio Navío Flores.
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