La Gran Evasión

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martes, 31 de diciembre de 2019

254 - Veredicto Final - Lumet 1982

El contorno de Paul Newman se recorta contra los claroscuros del interior de un bar, suenan las bolas de la máquina recreativa, una jarra de cerveza de buena mañana, y las guirnaldas de las fiestas al fondo del plano.
Sidney Lumet ya demostró desde el principio que sabía realizar enormes dramas judiciales, ahí está su ópera prima Doce hombres sin piedad. En Veredicto Final asistimos a las horas bajas de un abogado que ha perdido a su mujer en un divorcio, su reputación en su trabajo, y aún le quedan fuerzas para pelear por el último caso.
Es el caso. Frank Galvin se aferra a su última oportunidad de salvarse. Seguirá corriendo a pesar de las zancadillas. El abogado contricante (James Mason) es el Príncipe de las Tinieblas, así lo llama su amigo y maestro (Jack Warden) para avisarle de con quien se enfrenta, aunque en el bar donde se refugia cada noche se enamore de una mujer desganada, de párpados caídos y ojos entornados (sugerente y misteriosa Charlotte Rampling), su principal testigo pericial desaparezca de pronto, a pesar del rechazo de sus propios clientes, aunque incluso el juez (un sibilino Milo O´Shea) se ponga de parte de la Archidiócesis y le anime a aceptar la oferta monetaria. 
Los rivales le insultan, le llaman picapleitos acabado. A Galvin sólo le queda confiar en la Justicia. Una de las escenas fundamentales, la del letrado en la habitación del hospital donde languidece la chica en estado vegetativo, víctima de una negligencia médica. De pronto Frank Galvin vislumbra la verdad mientras toman forma las fotos recién hechas de su Polaroid.
Siempre ha sido igual, los débiles siempre han perdido frente a los poderes fácticos. Todos piensan que no se puede luchar contra lo establecido. El último giro del guion puede resultar a muchos mas ficción que otra cosa. Para eso está el cine también, para enseñarnos que la Justicia debe ser más fuerte que el dinero y el poder de las instituciones.
Lumet controla la cámara y la puesta en escena con maestria. Con su estilo naturalista, la fotografía de ocres, negros, blancos rotos y arquitecturas clásicas en  interiores escogidos. El dramaturgo David Mamet transforma la novela original en agudas frases. La acertada dirección de actores y un ritmo pausado y ágil dan forma al espléndido conjunto final.

Raúl Gallego.

Percibimos el color de la justicia a medida que las fotografías toman forma esta noche en Radiopolis...

José Miguel Moreno, Rosario Medina, y Raúl Gallego.

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Veredicto final narra el desarrollo de un juicio con jurado, que tiene como causa una reclamación de indemnización por una negligencia médica, por la que una mujer joven se queda en estado vegetativo irreversible después de ser operada en un hospital católico de gran reputación. La única familia de la víctima es su hermana, que decide reclamar judicialmente para conseguir una indemnización para poder ingresarla en una institución que se encargue de su cuidado, contratando el asunto al abogado, Frank Galvin (Paul Newman), por la mediación de un gran amigo de Frank, Mickey (Jack Warden). La película centra toda su atención en Frank Galvin, de hecho, el juicio es una excusa para indagar en la personalidad del personaje, nos lo muestra como un abogado acabado, solitario, alcohólico y que responde al término peyorativo de la profesión de “picapleitos”, de hecho la película comienza reflejando a un tipo que divide su tiempo entre el bar, y los tanatorios, en los que, haciéndose pasar por amigo del difunto, ofrece sus servicios profesionales. Por su parte, el hospital, dirigido por un miembro importante en la jerarquía de la Iglesia, encarga la defensa del médico a un gran despacho de Abogados, cuyo socio principal, Ed Concannon (James Mason), con grandes recursos materiales y personales, no duda en emplear todas las estrategias posibles para evitar a toda costa que prospere la demanda, y que Frank Galvin no pueda demostrar la verdad, incluso usando como cebo a Laura (Charlotte Rampling), para que seduzca a Frank.
Se trata de una película que se centra exclusivamente en el abogado Frank Galvin, que apenas recoge secuencias del jurado, y que se apoya principalmente en el amigo, en el abogado contrario y en el personaje de Laura, para descubrir la personalidad de su protagonista, y del sistema judicial, enfrentando a un jurista aparentemente acabado, contra un gran despacho. Una metáfora de David contra Goliat. Y así a lo largo de la película se va mostrando al espectador que la realidad no es lo que aparenta, y en pequeñas dosis se va adentrando en la personalidad del protagonista, descubriendo que el abogado alcohólico es en realidad un gran profesional desterrado de un gran despacho, por oponerse a la compra del jurado, y que tuvo como consecuencia la venganza de sus socios, que lo denunciaron en una trampa jurídica de cuya sombra nunca pudo escaparse a pesar de que no fue condenado. Y, paralelamente al desarrollo del proceso judicial, se va evidenciando la ética y la sólida honradez del protagonista en su punto culmen, que se produce cuando ve a la paciente postrada en la cama enchufada a un respirador, y el estado irreversible en que se encuentra, momento en el que renace el abogado y decide ir hasta el final decidiendo rechazar una indemnización, que si bien, hubiera sido un balón de oxígeno, en su mermada economía resultaba palmariamente inferior a la justa. Rechazo que le llevó a soportar una gran presión por sus clientes, que dudan sobre su capacidad, y que demuestra su intenso sufrimiento durante la sustanciación de un proceso judicial. Así como tuvo que soportar los sabotajes del abogado contrario, desprovisto de las mínimas normas deontológicas en su actuación.
La película yuxtapone el comportamiento de dos tipos de abogados, y con ello juega el director, con la diferencia entre justicia material (más casuística que persigue la verdad material por encima de las reglas jurídicas, teniendo en cuenta precisamente elementos extrajurídicos), representada por la actuación de Frank Galvin de la justicia formal (por la que debe dictarse veredicto ateniéndose exclusivamente a las reglas del ordenamiento jurídico) representada por el Despacho de Ed Concannon, un gran despacho, con todos los medios a su alcance, que persigue que no pueda probarse la culpa en su defendido, y como consecuencia, que no pueda ser condenado ni el médico ni el hospital al pago de ninguna cantidad.
Es una película de una alto nivel que consigue que el protagonista alcohólico y despreocupado se gane el respeto y la simpatía del espectador al final de la película, que desvela la complejidad a la hora de impartir justicia que tiene que debatirse entre el ordenamiento jurídico y la verdad material, que a veces provoca una solución perversa, por la que no pueda llegarse a la verdad material, pero que termina con una apuesta a favor de la justicia material, y en definitiva con el buen sabor de que se hace justicia.
No obstante, la película, que se filmó en 1982, contiene una escena que hoy sería inadmisible, y es la respuesta violenta que ejerce el protagonista contra Laura al enterarse de su traición, si bien hay que decir, que todos los testigos ofrecen su testimonio para denunciarle. Entiendo que es de una brutalidad innecesaria para reflejar la decepción y la frustración del personaje, que la deja clara al negarle la palabra. Es una película recomendable que retrata unos personajes complejos, con una actuación magistral de Paul Newman.

Rosario Medina.






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