La Gran Evasión

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sábado, 15 de octubre de 2022

382 - El Jinete Pálido - Clint Eastwood 1985

 La plegaria de una jovencita clamando justicia, convoca a un misterioso hombre con un alzacuellos y un revolver….

En esta tormentosa noche de septiembre nos encontramos con el Jinete Pálido, quizás la primera obra maestra del último maestro, Clint Eastwood.

El Jinete Pálido es un western atípico, abstracto, espectral, que desconcertó a todos en 1985. Una mirada oscura y fantasmagórica de Raíces Profundas (George Stevens, 1953). Clint Eastwood nos presenta una pequeña comunidad de mineros, acosados por un empresario implacable, Coy LaHood, que quiere expulsarlos de sus tierras y explotar, de forma moderna, de forma indecente, los recursos del valle. Tenemos a un buen hombre, Hull Barret, a una buena mujer y a su hija adolescente, Sarah y Megan, pero sobre todo, tenemos a una comunidad atemorizada.

En el jinete pálido ya encontramos las constantes del cine de Eastwood, sus obsesiones y sus pecados mas ocultos: El hombre sin nombre, el solitario incapaz de perdonar, incapaz de perdonarse, atormentado por un pasado violento del que no puede escapar; las relaciones paterno filiales de redención y amor despechado; las injusticias flagrantes que gritan Venganza; la comunidad y el individuo, los inocentes que la violencia se lleva por el camino…. Todo ello expuesto con una mirada fría y desnuda, desprovista de subrayados y de explicaciones.

Un conflicto ente un hombre de Dios y su Nemesis: hipnótica la aparición del comisario Stockburn, y sus seis ayudantes. Un predicador, un Jinete surgido del abismo. ¿Viene a hacer justicia o a saldar una vieja deuda…? Sus cicatrices y sus habilidades para matar y para amar, definen su propósito. 

Zacarías, Cotán, Gervi Navío y Raúl Gallego cabalgan junto al jinete sin nombre, con un buen pedazo de nogal y un Remington entre las manos, la Biblia la dejamos en las alforjas del cine.

Libro de Apocalipsis, capítulo 6, versículo 8: «Y miré, y vi un caballo pálido; y el nombre que lo montaba era Muerte, y el infierno lo seguía…

Gervasio Navío Flores. 

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