Intolerancia. En su segunda película Dreyer, con la Nordisk Films, intentará acaparar el mercado europeo en manos de Pafhe , UFA y el propio cine americano. Para ello toma del dramaturgo Edgar Hoyer esta obra cargada de emoción y espectáculo. Frecuentes y virulentos desencuentros con el productor confinaron al film a un presupuesto muy inferior al inicial, 230.000 coronas. No obstante, filme lleno de ironía, montaje alterno y una cuidadosa elección de temas, actores, vestimentas, localizaciones, objetos y elementos de puesta en escena que irán construyendo su ya incipiente estilo. Tanto en los episodios de carácter religioso como en los revolucionarios el director enfrenta a los personajes, fruto de las pasiones de los demás, a las intolerancias de los ideales como forma de esclavitud que condena. A unos y a otros, a la traición o al sacrificio. Y en medio, el ser natural del hombre, individual, pero dependiente, virtuoso pero condenado. Para Dreyer, dado en adopción por una mujer con diversos amantes en sus casas de servicios, fruto de los cuales nació él mismo. La belleza, que su propia madre desconocida tenía, y que él guardaba en foto en su humilde chaqueta, no puede venir de realidad ninguna que no sea imaginada, querida y por tanto objeto de rigores sociales que a ambos condenaron al vilipendio. A ella en lo moral, a él en lo identitario, y a nosotros, espectadores aun con tiempo por vivir. Todo ello era su cine.
José Miguel Moreno
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