"Para sentirse mal hay que estar vivo". Teniente Chard.
Dos tenientes con visiones opuestas, el teniente Chard, un ingeniero al mando, testarudo y tenaz (brillante Stanley Baker y su mandíbula cuadrada), y el teniente Bromhead, de maneras aristocráticas, con criados, sable, y capa (Michael Caine en sus primeros trabajos). Chard llegó allí para construir un puente, el militar poco podía imaginar lo que acababa de ocurrir a pocas millas, en la batalla de Isandlwana el imperio británico sufrió unos de sus peores castigos. 1500 casacas rojas cayeron en las montañas sudafricanas a manos de las tropas zulúes.
Pocas horas después de esta masacre, lanzas y azagayas chocarán contra fusiles y cañones en la plaza fuerte del barranco de Rorke. El Boer Adendorf, holandés, lleva más tiempo que los británicos en el sur de África, conoce mejor
a los guerreros de los escudos de piel de vaca, y avisa. Atacarán en tandas sucesivas. La estrategia del búfalo. Sobre la tierra los cuernos, la testuz y el lomo, avanzan por las laderas para rodear a la guarnición. En el horizonte los rayos del sol parpadean sobre una línea interminable de puntos amenazantes. Retumba cada vez más atronadora la voz grave del pueblo orgulloso, los golpes de las lanzas, los mazos, y los escudos.
Aquí, aunque parezca lo contrario a primera vista, no se glorifica el colonialismo. Cy Einfeld y su guionista John Prebble muestran la humanidad de los asediados, las peculiaridades de cada personaje, el aterrado reverendo y su hija, huyendo de la misión despavoridos, el cocinero que no sabe utilizar un arma, el esforzado sargento, el médico que interviene a los heridos mientras los zulúes entran por las ventanas, el soldado gandul que se redime salvando a sus compañeros.
Los cadáveres de los nativos se amontonan y el inexperto teniente Bromville, que al principio califica a los nativos de negros cobardes, cambiará su arrogancia por vergüenza ante la matanza perpetrada.
La angustia de unos tipos que en su fuero interno comparten la certeza de la muerte segura, 4000 guerreros se acercan a través de campo abierto. La despedida Zulú en en el barranco de Rorke, regado de su sangre, infestado de sus propios hermanos muertos, no ocurrió en la realidad, y sin embargo cumple su función catártica. Un cantante galés responde, ellos tienen buenos bajos pero nosotros tenemos mejores tenores. El duelo de cantos sobrecoge. Los guerreros reconocen el valor de una guarnición que se ha defendido con tesón. No eran imprescindibles, la mayoría de esos hombres no saldrán mencionados en los libros de historia, como el escuadrón de Robert Montgomery y John Wayne que retrató John Ford en el Pacífico. Años después Douglas Hickcox plasmaría la sangrienta batalla de Isandhlwana en Amanecer Zulú, esta vez con Burt Lancaster y Peter O´Toole.
Raúl Gallego
Esta larga noche nos protegemos del fuego a discreción en Radiopolis...
Gervi Navío, Zacarías Cotán y Raúl Gallego
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