George Cukor, uno de los más prolíficos directores de Hollywood dirige en 1964 My Fair Lady, inspirada en el mito de Pygmalion y en la obra del irlandés Bernard Shaw. La obra de Broadway, con música de Frederick Loewe y libreto y letras de Alan Jay Lerner, estuvo en cartel más de seis años, con Julie Andrews y Rex Harrison en los papeles principales.
El profesor Higgins necesita moldear a su bella dama, pulir a la violetera de Covent Garden, lavarle la cara y convertir su dialecto de barrio bajo en el inglés mejor pronunciado del baile. También Cukor necesitó dirigir esta superproducción de la Warner, quizá para quitarse la espina clavada de Lo que el viento se llevó, para la que fue elegido inicialmente por el productor de Hollywood David O. Selznick, barco del que tuvo que bajar para ser sustituido por Victor Fleming.
My Fair Lady invita a soñar. El arrogante y misántropo profesor de fonética en la soledad de su caserón de la calle Wimpole, y la gritona florista, el diamante en bruto con la ilusión de salir del arroyo, de comerse los mejores bombones de la caja. Audrey Hepburn, el alma de la película, no fue ni siquiera nominada a mejor actriz en los Oscars, para más inri se lo llevó Julie Andrews por Mary Poppins. La voz de Audrey en sus canciones la dobló la soprano Marnie Nixon.
Momentos mágicos. La cenicienta coge las riendas en casa de la madre del profesor, la alumna ha aprendido perfectamente la lección, ya tiene la cara limpia. El cínico encontró la vitalidad en el luminoso semblante del que ya no puede prescindir. Todos se enamoran de Eliza Doolittle, Higgins en su salón lleno de gramófonos, el joven Freddy en el hipódromo de Ascot, el alumno húngaro en el baile de la embajada, el coronel Pickering, interpretado por Wilfrid Hyde-White, y como no, su borrachín padre, un estupendo Stanley Holloway.
Raúl Gallego
Esta noche confirmamos que la lluvia en Sevilla es una maravilla...
José Miguel Moreno, Rosario Medina, María Royo y Raúl Gallego.
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