Desde que la
autobiografía de LaMotta llegó a las manos de DeNiro, mientras rodaba El
Padrino II de Coppola, el admirado actor se propuso llevar a la pantalla esta
historia de aguante y redención. Estuvo tres años detrás de su amigo Martin
Scorsese, ocupado en atiborrarse de cocaina y rodar el magnífico documental
sobre un concierto de The Band, "El último Vals". Un Scorsese al
límite y con la salud debilitada pone manos a la obra con esta biografía del
púgil del Bronx. El menudo director se volcará en ella y volverá a disfrutar de
hacer cine. Para adaptar el guion contactó con su amigo Mardik Martin, con el
que coescribió Malas Calles y New York, New York, y el consagrado Paul Schrader
(guionista de Taxi Driver o La última tentación de Cristo), que profundizó en la
relación entre los dos hermanos, Jake y Joey (un gran Joe Pesci), opuestos y
complementarios, que se quieren y se odian. Más tarde el mismo Scorsese y
DeNiro reescribirán la historia y pulirán algunas escenas demasiado
violentas. En el equipo de rodaje destaca la magistral fotografía en
blanco y negro de Michael Chapman, el montaje fluido y
virtuoso de la colaboradora habitual de Scorsese, Thelma Schoonmaker, y como
no, un enorme DeNiro que puso 30 kilos para interpretar al boxeador en su
decadencia.
Ambientada en los
años 40 en la pequeña Italia, este gran flashback nos presenta a un LaMotta que
lleva toda la vida peleando en la calle, no sabe hacer otra cosa. Inseparable
de su hermano, su comportamiento autodestructivo y sus celos patológicos harán
sufrir a Vicki (Cathy Moriarty), una bella jovencita con redecilla y voz grave,
a la que corteja y con la que termina casándose y formando una familia, tras
abandonar a su primera mujer.
LaMotta se odia a sí
mismo. A la manera de un mártir cristiano, con los brazos en cruz sobre las
cuerdas del cuadrilátero. LaMotta no respeta a nadie, no acata los códigos de
la mafia que controla ese universo lóbrego donde los boxeadores son
marionetas.Tony Como, el capo que organiza los combates y decide quien gana y
quien pierde, no entiende al toro del Bronx, y se encargará de hundirlo. Jake
llora como un niño en el vestuario, él no puede tirarse a la lona, él no:
"¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho?". En la pelea de defensa del título
con Sugar Ray asistimos a una lucha desigual y surrealista. El tiempo se para y
el rostro de la fiera negra mira a su víctima, al hombre que pelea como si no
quisiera vivir. Jake conoce el sabor de la sangre mezclada con el linimento, la
sangre que rezuma de la esponja empapada. Sus piernas nunca fueron rápidas, su
bailes mal acompasados, además su energía explosiva ha desaparecido esta noche.
Sólo queda su capacidad suicida de encaje: " ¡Ray mírame, sigo en
pie!". El héroe trágico queda solo y derrotado en el campo de
batalla.
Raúl Gallego.
En el cuadrilátero del estudio, tampoco vamos a tirar la toalla:
José Miguel Moreno a la dirección, José Gallego, Raul Gallego, Gervi Navío y nuestro critico desde Madrid, César Bardés.
Artículo sobre Toro Salvaje, por César Bardés
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Buen combate, sentí cada golpe y Chet Baker de final,
ResponderEliminarInmejorable.
Todos nos emocionamos con esta historia de un tipo negativo y auténtico que siempre perdía el asalto, aunque la nariz de Janiro bailara en diagonal. The Hearts con Lonely Nights, la Caballería Rusticana de Mascagni y a la trompeta Chet Baker amenizaron la velada.
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