Tras finalizar sus interminables jornadas de trabajo, las costureras del Londres victoriano regresaban al descanso doméstico, y en el camino veían hilos invisibles en el aire, cosían paños, sedas y tafetán, y sus bordados seguían tejiéndose en el cielo. Ese hilo fantasma une al modisto de la alta costura Reynolds – Daniel Day Lewis en su retirada- a su madre fallecida. Un galán, un soltero empedernido que no sabe estar solo, vive entre brocados, sedas y encajes, con su hermana Cyril -Lesley Manville- Ella conoce su rutina, sus desayunos silenciosos, sus manías, y su trauma. Reynolds se viste con parsimonia cada mañana, diferentes compañeras se han sentado a su mesa, han conocido su taller, hasta que el exigente diseñador conozca en un restaurante a Alma – Vicky Krieps-. Un niño mimado requiere cuidados, el cordón umbilical será reforzado por una mujer de pechos pequeños, perfectos para amoldar a sus creaciones textiles, ella será su Pigmalión, poseerá todo su ser, toda su esencia. Alma, de mirada somnolienta, se dejará tomar medidas en la primera noche, con la presencia de la hermana controladora, entre la ama de llaves de “Rebeca”, y el Grenouille de Süskind, la olisqueará, ávida de aromas y perfumes, la diferencia es que Cyril hará buenas migas con la invitada, y Alma, astuta y retadora, sabrá hechizar como la Laura de Preminger, terminará apoderándose del espíritu del modisto. A Reynolds le gusta que le cuiden en su estado febril, al médico lo manda a la mierda, ese médico interlocutor de las confidencias de la musa:
“Reynolds ha hecho realidad mis sueños, y a cambio yo le he dado lo que más desea. Todo mi ser”.
Hitchcock , Max Öphuls. se cruzan en el cine de Thomas Anderson, su puesta en escena bebe de los clásicos. Las secuencias en esa escalera en que el diseñador espera a Alma o a la heredera mal parecida y chiflada, con la música casi siempre presente de Jonnny Grenwood, colaborador habitual del director (The Master, Pozos de ambición, Licorice Pizza), pianos y violines sonando al ritmo de las fugas de Bach.
El protagonista ve a la madre en todos los espejos, le dice a la chica en su primera cita que se quite el lápiz de labios. La erótica entre ambos es un carrusel, una neurosis, el ansia de posesión, el pinchazo del alfiler espera el alivio posterior, la aguja enhebrada perfecta, Sentir de nuevo la regañina de mamá por no terminarse la cena, y después el arrullo tras el castigo, al final Reynolds se comerá los espárragos, y también la tortilla de setas.
Esta noche desvestimos a una cliente borracha en La gran Evasión…
Zacarías Cotán, Salvador Limón, Rosario Medina, David Velázquez y Raúl Gallego
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