Adrian, la hermana del amigo, la chica que trabaja en la tienda de animales y oculta su ansias de vivir tras unas horrendas gafas de pico. Rocky, fuerte, sencillo y bonachón la va a ver todos las tardes, saluda a los pájaros encerrados, la invita a salir. El día de Acción de Gracias, una cita forzada que no terminará tan mal a pesar de un pavo arrojado por la ventana, de que no haya nadie en la pista de patinaje, de que ambos se encuentren en su soledad, dos perdedores han ganado esa noche. Después, el boxeo, el azar, la suerte de ser escogido por el campeón de los pesos pesados, elegido entre un montón de aspirantes en un plan de marketing. El entrenador de Apolo Creed le avisa, cuidado, ese tío pega fuerte y es zurdo, no sabes por donde puede salir, tiene algo diferente al resto.
La humildad frente a la soberbia, y Mickey, el viejo entrenador del gimnasio, con las cejas rotas por mil sitios, que no daba un duro por el matón de medio pelo, lo humilló, le quitó su taquilla, y ahora se acuerda de él, va a buscarlo a su cuchitril, le habla a través de la puerta, quizá esa sea su última oportunidad, entrenar a ese diamante sin pulir para el combate de su vida.
Avildsen (Salvad al tigre, Karate Kid) dirige con brillantez este primer Rocky que sorprendió a propios y extraños y se llevó tres Oscars de la Academia, mejor película, mejor director y mejor montaje. Para siempre queda la música de Bill Conti al ritmo de las zancadas del boxeador, las flexiones a un solo brazo, las carreras en los astilleros, Rocky vuela escaleras arriba hacia el museo de arte de Filadelfia y levanta los brazos en señal de victoria, ya no necesita revancha.
¡¡Adrian!!
Raúl Gallego
Esta noche nos bebemos cinco huevos con sus cinco yemas de un tirón en la torre de Radiopolis...
José Miguel Moreno, Gervi Navío, Raúl Gallego y nuestro crítico de cine César Bardés.
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Artículo sobre Rocky, por César Bardés
Asistimos al nacimiento de un mito, en 1976 John G. Avildsen dirigió este gran guión de Sylvester Stallone, lo demás es historia, un autentico bombazo con el que hemos crecido. Al ritmo de la enorme banda sonora de Bill Conti, compartimos la vida dura y solitaria de Rocky, de Paulie, de Mickey, de Adrian…de toda una ciudad, Philadelphia, golpeada por la miseria y el desencanto, pero, y ahí está unos de los muchos valores de Rocky, si peleas, si aguantas de pie, si te niegas a rendirte, ya has vencido, esa es nuestra victoria, la lucha en si.
Un drama vital, el cuento de la cenicienta, el sueño en la tierra abandonada de los sueños...Una historia emocionante en la que el Boxeo es secundario, lo que subyace son capas y capas de relaciones entre seres a la deriva: Una hermosa historia de amor, extraordinaria Talia Shire como Adrian, el patito feo que poco a poco se transforma en cisne; Una amistad pura, entre un cuñado borrachuzo, casi un maltratador, Inolvidable el Paulie de Burt Young, el único amigo de Rocky; O la grandiosa interpretación de Burgess Meredith, como Mickey, el tutor, el Padre, el entrenador que deja de creer en un pupilo acabado, incluso le quita su taquilla, pero al que acude humildemente para poner toda su experiencia, todo su dolor al servicio del desconocido que tiene la oportunidad de enfrentarse al Campeón, vaya escena la visita de Mickey al cuchitril de Rocky, reproches mutuos, lagrimas sinceras entre la negrura de un callejón solitario; El gran campeón que manosea el sueño americano para ganar dinero a manos llenas, Apollo Creed, fantástico Carl Weathers, un transunto de Muhammad Ali, un campeón de clase mundial que recibe una cura de humildad en el ring…
“no habrá revancha” dice Apollo
“….no la necesito” responde Rocky.
En fin, una excelente película que en 1976 le arrebató el Oscar a Taxi Driver, con bastantes aciertos cinematográficos, el uso de la StedyCam, el montaje vibrante al ritmo de la música, la pausa y el detalle del director para captar esas miradas impresionantes entre Rocky y Adrian, Mickey, Paulie, Apollo…. Una idea corrompida por las múltiples secuelas, pero que sigue vigente, sigue emocionando, todos corremos con Rocky al ritmo de Gonna fly now, subimos los 72 escalones que conducen a la plaza del museo de arte de Philadelphhia….porque Rocky es de los nuestros, un perdedor entre los perdedores, un solitario…que se aferra a su dignidad, que pelea con el corazón, paso a paso, golpe a golpe, infatigable en la vida, en el amor, en el ring….Rocky Balboa.
De bonus track os dejamos The Final Bell y Butkus, dos grandes temas de la banda sonora del gran Bill Conti.
Esta noche de mayo, bota de vino en mano, situados en la última fila del Spectrum de Radiopolis, nos unimos con una sola voz al grito de Rocky llamando a su amor, a Adrian……José Miguel Moreno, Raúl Gallego, Gervi Navío y nuestro critico profesional, con la cara ensangrentada y el hígado machacado de puro cine, Cesar Bardés.
Gervasio Navío.
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