Dos forasteros en tierras inglesas quieren cobijarse del intenso frío de los páramos, en La oveja degollada, por cierto, vaya nombre para un pub, los lugareños miran con recelo a Jack y David. La estrella de cinco puntas dibujada en la pared les anima a marcharse de allí, volver a guiarse por la luna llena. "Seguir el camino, no os acerquéis a los páramos". De pronto una especie de rugido pavoroso en la niebla, los dos amigos caminan ligeros, el frío y el miedo atenazan sus miembros entumecidos.
El licántropo de John Landis no tiene escapatoria, su transformación está cantada, desgarrará los músculos, estirará los huesos, deformará el hocico y las uñas surgirán de una garra. El joven americano conoce su maldición de boca de su amigo, el muerto viviente le ha visitado en la habitación del hospital, los jirones de carne cuelgan de su cuello y le avisan de su terrible destino. Por un lado la suerte, la enfermera británica le lleva a su piso y le siga cuidando allí, por otro la tragedia, un chaval condenado, destinado a matar a otros si no desaparece para siempre. La bella enfermera y el animal salvaje, el terror y la risa, y la frescura de un guion escrito por un chico de 20 años, Landis fue dándole vueltas a la idea de realizar una película sobre el hombre lobo desde que participó como chico de los recados en el rodaje de Los violentos de Kelly, en la Yugoslavia de final de los setenta asistió a un bizarro entierro gitano, el finado era un criminal al que enterraban de pie en un cruce de caminos, para que nunca más pudiera volver al mundo de los vivos.
Fue el primer Oscar a Maquillaje para Rick Baker, amigo de Landis y responsable quizá de la metamorfosis más aplaudida de la historia del cine fantástico, perfectamente iluminada, espectacular, creíble, y dolorosa.
En el pandemonium final el monstruo se abre paso entre el tráfico de Picadilly Circus, acorralado en un callejón, la muchacha corre a su encuentro, fascinada por un estrafalario yanqui que soñaba con lobos.
Raúl Gallego
Esta noche, seis licántropos en celo procuramos seguir el camino...
José Miguel Moreno, Salvador Limón, Gervi Navío, Zacarías Cotán, Elio Cubiles y Raúl Gallego.
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