"La revolución no es una diosa sino una mujerzuela. Nunca ha sido pura, ni virtuosa, ni perfecta. Así que huimos y encontramos otro amor, otra causa, pero sólo son asuntos mezquinos: lujuria pero no amor, pasión pero sin compasión y sin un amor, sin una causa, no somos nada. Nos quedamos porque tenemos fe. Nos marchamos porque nos desengañamos. Volvemos porque nos sentimos perdidos. Morimos porque es inevitable."
El revolucionario Raza suelta frases lapidarias y, aparte de tener la fortuna de tener a su lado a una de esas mujeres capaces de convertir a los hombres en niños y a los niños en hombres, es respetado por el grupo de profesionales contratados para buscarle y arrebatarle a María. El desierto de Sonora no da tregua, los cuatro hombres se aventuran a cruzar las montañas pintadas, las planicies milenarias y las piedras calentadas por el sol incandescente del día, arrecidas por el frío de la noche. El camino de ida y vuelta hasta la hacienda puede erosionar los corazones de los hombres, o templarlos, hacerlos más fuertes y serenos, enseñarlos a aguantar el dolor. Fardan, Dolworth, Jake y Ehrengard. Cuatro especialistas en la busca, Jake, arquero y explorador, Ehrengard, compasivo y amante de los caballos, y dos amigos que conocen bien la revolución porque lucharon codo con codo por ella, al lado de Pancho Villa y del propio Raza, "nuestro Raza", así lo nombra el dinamitero, burlón y mujeriego Dolwoth cuando su amigo Fardan le comunica a quien tienen que encontrar. Los cuatro saben hacer su trabajo a la perfección, soldados de fortuna, menos desesperados que los hombres de Grupo Salvaje de Peckinpah, realizada tres años después.
Paga el capital, Grant, el magnate de los ferrocarriles espera en el vagón y pregunta si conocen al guerrillero Raza. "Tal vez hay sólo una Revolución desde siempre, la de los buenos contra los malos, ¿pero quiénes son los buenos?". La media sonrisa de Dolworth deja en el aire la pregunta, la justicia de los Colorados la conoce bien Fardan, él perdió a su mujer torturada por las tropas del Gobierno de México, arrastrada por un caballo como el Ángel de Grupo Salvaje, despellejado por los hombres de Mapache, Peckinpah muestra la escena, Brooks no. El director de "A sangre fría". "La última cacería", "Lord Jim" y tantas otras es un romántico desencantado. Contó para este western revisionista con otro profesional de la fotografía, Conrad Hall plasmó a la perfección las magníficas localizaciones en el Valle de la Muerte y el Valle del Fuego en Nevada. Los jinetes cabalgando sobre los naranjas amarillos del desierto, y los cielos de azul intenso rompiendo las laderas parecen emular a los Centauros de John Ford.
Allá queda la agonizante Chiquita, antigua amante de Dolworth, vuelve a besar el mentón de Burt Lancaster. Bill la abraza, "hola, pequeña", en plano a ras de suelo la revolucionaria dispara, la pistola se quedó sin munición. "Hoy no es mi día de suerte". Un joven Jack Palance de angulosos pómulos, resguardado por las rocas, contempla el final de su brava lugarteniente.
Raúl Gallego
Esta noche nos dirigimos a las Montañas Pintadas desde Radiopolis...
José Miguel Moreno, Raúl Gallego, Gervi Navío, Zacarías Cotán y César Bardés.
Artículo sobre Los Profesionales, por César Bardés
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