Quizás Paterson no exista. Y sin embargo hay una película, y una ciudad y un hombre que así se llaman. Planos desacostumbrados, poéticos, primacía de un tiempo de hoy. De ser así, no tendría valor está critica, ni aún sentido, y sin embargo pocas veces uno ha tenido la certeza tan clara de que le estaban contado algo, un algo raro eso sí, pero que no podría negar con toda la fuerza del mundo. Conocedor de su dominio sobre las formas, unas formas a las que juega a pertenecer, Jarmusch desliga la narración de una marca reconocible, siquiera una intuición, para que el espectador esté delante de una incógnita. Curiosamente, como en todas sus películas aquí se niega cualquier relación anestesiada y grotesca de un cine explicable que las personas en nuestra mecánica de entender el mundo, de una racionalidad patética, hemos hecho necesaria para poder seguir viviendo. En el abismo enorme de una felicidad ya prefabricada y somnolienta, las escenas se repiten, de forma periódica y sin embargo todas distintas; es mentira, es mentira, dirá Jarmusch. En realidad en lo cotidiano y ordinario estriba el único tiempo indudable, no hay ninguna fiesta, y se pierde la historia para demostrarnos esto en un calculado transitar de escenas distintas: un bar, el trabajo, la casa propia donde emerge como un manantial a la vida el corazón palpitante de la belleza, y ése es el milagro de esta gema, que a contracorriente hace desvanecer la consciencia. Perdemos la vida, y en ello el empeño en buscar un " tiempo distinto " que acoja una irrefutable certeza. La cuarta dimensión, de la que nos hablan los poemas, es el sentimiento, la alegría o tristeza a la que, demasiado abocados, rendimos nuestra mirada, y es cierto. Pero no es suficiente, hay algo no encontrado, un enigma que se esconde virgen, secreto, detrás de un mundo de muros, conceptos.y miedos, y que es una ineludible apuesta.
José Miguel Moreno
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Despiertas cada mañana cinco minutos antes que suene la alarma, junto a tu compañera querida, conduces el autobús cada día, el mismo recorrido, el mismo ciclo, escuchas conversaciones de los pasajeros, nimias, inocentes, recuerdas los versos que has escrito, vuelves a tu morada, donde estará tu mujer, excéntrica y adorable, y un bulldog que te gusta menos. No te gusta Marvin, nunca le escribirás un poema. Laura tiene el salón lleno de retratos de su perro, y decora toda la casa, pinta todo de dos colores, aros negros sobre fondo blanco, las cortinas, los muebles, las paredes, las prendas de vestir, incluso los cupcakes que prepara para vender en el mercado del sábado. Paterson vive en un pueblo llamado Paterson, tiene un libro que se llama Paterson, de su admirado poeta William Carlos Williams, con versos sobre ciruelas frías y deliciosas, que recita en voz alta a su amante, ella también los aprecia, pero no tanto como los de su hombre. Ella le anima a publicarlos, deben pertenecer al mundo. Y así pasan los días, la serenidad de Paterson y la energía de Laura se complementan, no hace falta más. Tan sencilla y compleja esta obra de Mister Jarmusch, un poema visual y sonoro. La rutina diaria y el misterio de una ciudad pequeña, el secreto, lo sagrado del silencio. La voz del protagonista recita los versos, y de pronto van derramándose sobre un ángulo de la pantalla, como gotas de agua sobre el cristal, como el agua que cae en la poesía de la niña de la estación. Entre las gotas minúsculas que conforman la cascada que contemplan los dos poetas en el parque asoma la silueta de Yasujiro Ozu. Siempre hay una pagina en blanco, un cuaderno que rellenar, mientras el fondo de la pinta de cerveza te diga algo, mientras siga abierto el bar de siempre, mientras sientas su cabello negro junto a ti, temeroso de que despierte. asombrado de amor.
Raúl Gallego
Esta fría y lluviosa noche, divisamos desde la torre de Radiopolis una película sensible, a un hombre amable, un poema en siete días, una obra extraordinariamente piadosa de Jim Jarmusch, que en 2016, nos obligó a mirar, a sentir, a reflexionar los pequeños instantes de esta monótona vida nuestra.
Esto es solo para decirte
que me he comido
las ciruelas
que estaban
en la nevera
y que tal vez
guardaras
para el desayuno
Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
y tan frias
William Carlos Williams.
Paterson es una película emotiva, dirigida a gentes sensibles, que sobreviven, que sobrevivimos, aplastados por la vida, alienados, tipos con trabajos rutinarios, repetitivos, que aíslan la belleza de la vida en pequeños instantes, la pura sencillez de una cajetilla de cerillas, los retales de historias que escuchas en el autobús, una cerveza fría en el bar de debajo de casa, un atardecer contemplado en un parque solitario, un cielo jalonado de nubes….esa materia tan intangible…esa belleza tan efímera.. es Paterson, quizás lo más hermoso que haya hecho Jim Jarmusch.
William Carlos Williams es la inspiración del personaje de Paterson, su poesía nace de la vida cotidiana, de ese fluir apenas inaprensible, donde los días parecen la repetición del anterior, y es aquí donde Paterson se hace una gran película, porque lograr captar esos pequeños islotes de comunión, de éxtasis. La película se transfigura en un poema japonés, un Haiku que toma forma mientras este hombre tranquilo llamado Paterson, escribe en la intimidad de un sótano, mientras espera su relevo en el autobús, mientras tomas el desayuno y su mujer duerme plácidamente, o cuando camina de vuelta a casa, siempre por las mismas aceras…la misma ciudad, pero… diferente cada día. Los poemas que nacen en la pantalla son del maravilloso Ron Padget, miembro de la escuela de Nueva York.
Jarmusch compone un poema de siete estrofas, desplegado en una semana, es una variación de la vida diaria de un conductor de autobuses, con una fotografía de Frederick Elmes magnifica. Paterson es un hombre amable, un tipo honesto, honrado, valiente, la película juega constantemente con los espejos y los pareados, las coincidencias del protagonista, inmenso Adam Driver, brillante la contención de éste actor, que lo dice todo sin mover un músculo de la cara. Su poética es simple, sencilla, convirtiéndose así, en enormemente profunda.
Nuestro protagonista tiene su anverso en Laura, Golshifteh Farahani, la mujer con la que comparte la vida, de origen Iraní, un torbellino de vitalidad, de creatividad, además confronta esa introspección literaria de Paterson con la extravagancia y potencia visual de su compañera, que vive en un universo propio, una soñadora en un mundo en blanco y negro, lleno de figuras geométricas, un complemento perfecto para Paterson. Sin olvidar a su perro, el bulldog, Marvin, es el encargado de alterar la vida de Paterson, pieza clave en la historia.
Excelso poema en imágenes, un vistazo a los paisajes que cruzas todos los días y ahora miras de forma diferente, la multitud de bellos secretos que esconde la cotidianidad, parecen revelarse con la obra de Jarmusch, deseas prestar atención a lo efímero y a lo fugaz….vivir una vida única, indivisible, la tuya, fuera de la masa, del redil, del consumismo….y eso es fabuloso, eso sólo lo consigue el arte en mayusculas.
Ahora mis ojos se contentan con lo que ven, porque han aprendido a ver.....ahora el mundo es más hermoso, aunque esté solo, la soledad no me hace sufrir… H. Hesse.
“¿O preferirías ser un pescado?”
Escribimos Haikus en el ventanal de la torre de Radiopolis, José Miguel Moreno, Raúl Gallego, Gervi Navío y Alfredo Penella, que viene a presentarnos un documental sobre el pintor e ilustrador sevillano, Andrés Martinez de León (1895-1978), titulado, La Realidad tras el Trazo, un enorme artista nacido en Coria, Sevilla, que merece su reconocimiento.
Gervasio Navío Flores.
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