Inicial toma aérea sobre una carretera montañosa, con la música de Wendy Carlos ya estamos avisados, se avecinan curvas. Los largos pasillos de un hotel, el ruido sordo de las ruedas de un triciclo, sobre el suelo, sobre las alfombras, sobre el encerado, de pronto Danny vuelve la cabeza hacia la habitación 237, algo siniestro se adivina. Una entrevista para conseguir un puesto de trabajo, para aislarse con la familia en el hotel Overlook, perdido en las montañas rocosas. Un hombre al límite no debe trabajar tanto, no debe obsesionarse con malos pensamientos, no debe recordar escenas del ayer tan cercano. El mal se derrama y un torrente de sangre inunda el objetivo, la oscuridad atroz se cubre de nieve blanca, del resplandor más fulgurante, de la violencia contenida de un tipo al borde del abismo. La chispa que enciende la locura adormecida, se manifiesta en las estancias del hotel, sólo estaba esperando. El hijo de cinco años posee el don, igual que el cocinero del hotel, el poder de ver lo que otros ignoran. Son los fantasmas del Overlook, del imponente salón donde Torrance escribe a máquina su novela sin comienzo ni final, de la sala de baile, de la despensa repleta de carnes en conserva, de las habitaciones cuya puerta nunca se debe abrir de nuevo.
Kubrick engrandece la novela original de Stephen King, baja a la tierra los fantasmas del escritor de Maine, les deja sitio en su inaudito universo de simetrías y colores, de rojos chillones sobre un blanco impoluto,.de verdes de hospital y cenefas naranjas, de un cuarto de baño donde la belleza y lo monstruoso se suceden en la mente de un desquiciado, en las pesadillas de muerte de un hombre agarrado a un
hacha, en una mirada salvaje que hiela las entrañas. La vulnerable esposa cierra la puerta con candado y queremos coger de la mano a la madre y al niño, atravesar el laberinto, alejarnos de los aullidos de la bestia que todos llevamos dentro.
Raúl Gallego
Esta noche recordamos el miedo que pasamos cada vez que Jack Torrance nos mira de reojo con una mueca...
Raúl Gallego, Gervi Navío y César Bardés.
Artículo sobre El resplandor, por César Bardés
DALE AL PLAY Y ESCUCHA EL PROGRAMA
Abordamos lo inabordable, El Resplandor de Stanley Kubrick. En 1980, el genio de Nueva York, plasmaba el best seller de Stephen King en la pantalla grande, claro, con su propia visión, su aterradora mirada, que va más allá de la novela, un puzzle infinito sin solución, ahí radica su grandeza. Un tratado sobre la locura, sobre el terror, sobre la pérdida de la razón, una lucha con un monstruo que habita en nuestro interior y al que todos tememos. La presión aumenta y la caldera está a punto de estallar.
El Resplandor atraviesa la vertiente sobrenatural y profundiza en la mente humana, desgrana la novela de King, tamizada por la visión mística de Kubrick, es la destrucción del hombre corriente, abatido por sus miedos, sus debilidades, el paso a la esquizofrenia es muy pequeño.
Jack Torrance es un ex-alcohólico que pierde los nervios con facilidad y hace daño a quien tiene más cerca, es su ultima oportunidad tras perder su trabajo, su carrera. Se pone en jaque la confianza, la figura del matrimonio, el deseo del éxito, el amor de la familia, la convivencia, los hijos, todo eso es lo que le obliga a luchar a Jack y, paradójicamente, lo que lo destruye, porque le sobrepasa.
Esa semilla esquizoide, que la soledad y el abandono plantaron en el hombre, crece y crece hasta que lo aniquila desde dentro, desatando al maníaco, al asesino, esa reacción es la que retrata minuciosamente el Resplandor.
Kubrick desarrolla con absoluta maestría este punto de partida, con un despliegue de todo su talento cinematográfico, un proyecto que lo llevó hasta ese borde mismo que la novela describe, porque este hijo de puta obsesivo y perfeccionista que era Stanley Kubrick, exprimió hasta la ultima gota a sus actores, a su equipo, a sí mismo, para plasmar esa idea, para llevar, también, al espectador hasta ese borde en las montañas de Colorado, para meternos en el Overlook y dejarnos a solas con nosotros mismos, con nuestros miedos, con nuestras faltas, con nuestras inseguridades, nuestras frustraciones, ese es el peor enemigo, de esa batalla nadie sale indemne.
Kubrick consigue un estado de alerta, de intranquilidad, utilizando recursos de puro genio, el uso de la Steadicam, las situaciones de Danny por el hotel, por esos pasillos, imágenes que ya forman parte de nuestro universo colectivo, Jack, (Un Nicholson extraordinario, literalmente al limite) totalmente descontrolado con el hacha y los gritos aterradores de Wendy (Shelly Duvall nunca superó la experiencia), esa sufrida madre, imágenes imborrables. Autentico pavor dan las escenas de completa destrucción interior de Jack, su reflejo en el espejo es la prueba, las escenas en el bar del hotel, hablando con el Barman o cuando escribe a máquina su propio fracaso, su autodestrucción, esos ojos desquiciados aterrorizan mucho más que las escenas de la sangre turbia que escupe el hotel. Como siempre, a partir de situaciones cotidianas, el terror se vuelve posible, se vuelve real, y eso es el autentico miedo.
Expectativas que nunca se cumplen, sueños que la sociedad tilda de irrealizables, esa frustración vuelve a los hombres locos, y eso es el Resplandor, un tratado, un viaje más bien, hacia la locura.
Formidable banda sonora, dónde se fusionan la imagen y lo sensorial, un álbum muy oscuro, que capta la esencia de la película, no sólo acompaña, complementa el horror de las imágenes. Incluye temas de Bartók , Penderecki, Ligeti (los compositores preferidos de Kubrick), con los arreglos de su colaboradora habitual Wendy Carlos. Además añade, muy acertadamente, temas de los años 20 y 30, la orquesta Henry Hall and the Gleneagles, Ray Noble y Hylton, ahondando en el toque nostálgico y anacrónico que le da a la película.
Bonus Track:
Home, de Henry Hall & the Gleneagles Hotel Band
No olviden que :
¨All work and no play makes Jack a dull boy¨.
(Mucho trabajo y poca diversión hacen de Jack un tipo aburrido)
Gervasio Navío Flores
Gran análisis de esta obra mística y hermética, Kubrick quizás sea el mayor genio del veinte, un placer oíros
ResponderEliminarComo todos los films de Kubrick ofrece algo diferente. Arte, genialidad, y perfección van de la mano en esta ofrenda del maestro al cine de terror, salud y cine.
ResponderEliminar