El borracho no entiende nada, le da un último trago a la botella vacía, la arroja sobre el suelo. Todo es crispación cuando el estruendo en el cielo avisa del fin, la vecina cotilla quiere recordar los fuegos artificiales de las fiestas de su niñez, el ladrón por fin siente el verdadero miedo, el policía insulso se debe a su trabajo, la pareja de amantes furtivos se abraza estremecida, el viejo ya no busca su gato, ya no le hace falta, y el empresario amargado porque nadie le avisó del peligro se traga las bilis. Un genial Ozores despliega un muestrario teñido de surrealismo e ironía, un compendio de seres de la sociedad del momento, todos comparten mezquindad, desesperación, hipocresía y en último término son vulnerables y humanos, tanto como los que deciden quien vive y quien no . Seguramente la España franquista no entendió una película tan premonitoria, el mejor trabajo de Ozores fue su ruina, la quiebra de la Productora familiar y la renuncia de por vida de Mariano a las grandes apuestas, desde entonces sólo haría cine de encargo, llegaron Landa, Lina Morgan ,Esteso y Pajares. Por fortuna nos queda esta joya de posguerra. Esto puede pasar en cualquier momento en cualquier lugar, ya nos avisan. El vagabundo tiene las horas contadas, el borracho con curso de radio por correspondencia, un actorazo como José Luis Ozores, el Peliche, el tigre de Chamberí, encabeza este grupo surrealista y anónimo, desconocidos que no pierden la compostura y han perdido su tren a la hora incógnita.
Raúl Gallego
Esperamos evacuar la torre de Radiopolis antes que caiga la bomba sobre nosotros esta noche...
Raúl Gallego, Gervi Navío y nuestro crítico desde Madrid César Bardés.
Artículo sobre La hora incógnita, por César Bardés
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