“Él recuerda esa época pasada, como si mirase a través de un cristal cubierto de polvo, el pasado es algo que puede ver, pero no tocar. Y todo cuanto se ve está borroso y confuso.”
En el inicio del milenio Kar Wai nos propone una historia de amor entre dos almas pasionales que quieren y no pueden. Las convenciones sociales, el miedo a romper la belleza de lo efímero, la intención de no ser como los otros. Un vals que da vueltas y vueltas alrededor de unos amantes que se bifurcan, pared contra pared. El tiempo congelado en un reloj, los instantes que nunca olvidaremos, el deseo susurrado en las callejuelas del Hong Kong de los sesenta, el encuentro fortuito bajo la leve lluvia nocturna. La señora Chang y su desamor se dirigen al puesto ambulante a comprar la cena, no tiene ánimos para cocinar, el señor Chow enciende otro cigarrillo, camina cabizbajo. Todo cambiará en algún momento, la frustración será un recuerdo brumoso algún día.
Los objetos en primer termino, las aspas del ventilador, el tictac del reloj, el tono del teléfono, sonidos que nos dicen que el tiempo transcurre indefectiblemente, lo que ocurrió nunca volverá. El hombre y la mujer no quieren sucumbir al deseo creciente, anhelan no estropear la belleza de lo que pudo ser y no fue.
El estilo sobrecargado de Kar Wai, la fotografía preciosista de Christopher Doyle, la magnífica música envolvente, esos boleros de Nat King Cole que dejan una eterna sed de amor, la cámara delicada, tímida, pudorosa, parece no querer romper la complicidad de dos almas dolientes deseando encontrarse, deseando amar.
Raúl Gallego.
Esta noche tenemos una cita en la habitación 2046 de Radiópolis para intentar descifrar el torrente visual y la particular forma de narrar de Wong Kar Wai.
José Luis Moreno a la dirección, Gervi Navío, Raúl Gallego, y Manuel Broullón.
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