Resetear una vida más allá de la cincuentena es una oferta suculenta, disponer de una segunda oportunidad. Para un tipo reservado y hastiado de una vida monótona, trabaja en un banco, casado con una mujer con la que ya solo conversa y acompaña en las comidas. El señor Hamilton -John Randolph- acudirá a la cita, caerá en las fauces de la corporación, no puede evitar volver a leer el trozo de papel que le han entregado, la dirección, la llamada nocturna de un amigo de la universidad que creía muerto…
La puesta en escena hipnótica y kafkiana, la asombrosa factura técnica del maestro James Wong Howe. En la secuencia inicial la cámara sujeta al pecho del actor con arneses, vemos media cara y caminamos tras el infausto ciudadano, el uso del ojo de pez, los ángulos inclinados, la profundidad de campo, la lente distorsiona las paredes, los techos, y nos engulle una sensación plomiza y febril.
Un hombre solo entra en una tintorería con dos personajes insólitos que no responden a sus preguntas, y un posterior matadero, metáfora de donde se está metiendo.
Un mundo de renacidos. Al señor mediocre se le garantiza un nuevo perfil, una vida intensa, y un rostro como el de Rock Hudson, ¿qué más se puede pedir? Y, sin embargo, no funciona la quimera, es imposible olvidar los recuerdos, renunciar a la identidad de uno mismo, que, aunque se sintiera bastante infeliz, al fin y al cabo llevaba una vida sin sobresaltos, veraneaba con su mujer y su canoa, veía a su hija de vez en cuando, todo eso quedo en nada. En uno de los encadenados momentos siniestros del film, el anciano directivo de la empresa -Will Geer - espeta al señor indeciso: “Su vida anterior no era nada”.
Un pintor atractivo que acude a fiestas y vive en una casa junto a las playas de Malibú. ¿Hasta qué punto el cambio radical de aspecto puede borrar el pasado, los recuerdos, la esencia del mismo ser?
Frankenheimer en un principio quería a Kirk Douglas, después a Lawrence Olivier, desdoblándose en el papel del protagonista, finalmente aceptó la idea de que fueran dos actores diferentes para cada etapa, dos trabajos excelentes lo de ambos, John Randolph y Rock Hudson. En una de las escenas claves del film el hombre con el rostro transformado por la cirugía irá a visitar a su esposa, allí contemplará su vida incompleta, su destino enterrado para siempre.
Esta noche soñamos con una llamada que nunca llega en la sala de espera…
Zacarías Cotán, Salvador Limón y Raúl Gallego
No hay comentarios:
Publicar un comentario