La comedia de los horrores es uno de los últimos trabajos de Tourneur, arropada por el espléndido guión del prestigioso Richard Matheson y con la presencia de monstruos del terror como Vincent Price, un enterrador asesino, alcoholizado y sinvergüenza, Peter Lorre, el ayudante enamorado de la desdichada esposa del funerario, Joyce Jameson, la actriz venía de compartir cartel con ellos dos y Basil Rathbone también en Historias de Terror de Roger Corman, basada en varios cuentos de Poe.
Insólita sátira con poco presupuesto y mucha imaginación, terreno en el que Tourneur sabía moverse como pez en el agua para reírse con una mordaz carcajada de la muerte, el casero cataléptico no tiene la cortesía de morirse ni a tiros, de Shakespeare, ahí sigue Basil Rathbone engrandeciendo la segunda parte de la película, de la novela gótica, del matrimonio, e incluso de la vejez, con el insigne Boris Karloff, la momia en vida, el abuelo medio atontado solo piensa en las tres comidas del día y finge no enterarse de nada. El señor Trumbull se desliza como una serpiente dipsómana en la alcoba de su víctima y la asfixia con una almohada, en la planta de abajo vigila asustado su lacayo Gillis,
los ojos saltones de Lorre parpadean con estupor y el cascado hombrecillo traga saliva al escuchar la temida agonía, carne de sepelio. El protagonista de M, el vampiro de Düsseldorf fallecerá el año siguiente y será el mismo Vincent Price quien pronuncie las condolencias en su entierro. Otra vez el cine en la vida y la vida en el cine.
Raúl Gallego
La Vida es demasiado importante como para tomarse a la Muerte en serio.
Jacques Tourneur acometió esta irreverente e iconoclasta obra en la madurez de su vida, La comedia de los Horrores, The Comedy of Terrors (1963). El viejo artesano puso del revés el imaginario clásico de la American International Pictures (AIP, que tenía un gran ciclo de adaptaciones sobre Edgar Allan Poe a cargo de Roger Corman en la dirección y Matheson en los guiones), con esta disparatada comedia que se ríe de la solemnidad de la muerte y de instituciones sagradas, como el matrimonio, con elegancia y sarcasmo a raudales. Gracias a un elenco monstruoso: Vincent Price, Peter Lorre, Boris Karloff, Basil Rathbone, Joe E. Brown y Joyce Jameson, con el propio Richard Matheson en el guión y la excelsa fotografía de Floyd Crosby.
El resultado es una verdadera maravilla, una obra que no fue entendida en su momento, pero a la que los años han puesto en su lugar. Una joya del cine, adelantada a su tiempo, cargada de cinismo, de sarcasmo, con un sentido del humor negro, negrísimo. Un juego de muertes y resurrecciones, de alcohol y venenos, de amores y desprecios, una obra para disfrutar esos días oscuros y tenebrosos….que todos tenemos, para reflexionar sobre la Muerte y sobre todo para dar importancia a la Vida….y todo lo que eso implica.
Un autentico sinvergüenza, Walter Trumbull (Price), su atolondrado ayudante Felix Gillie (Lorre), el viejo dueño de la Funeraria, Amos Hinchley (Karloff), que tiene la desgracia de que su hija Amaryllis (Jameson) y su negocio, prácticamente en bancarrota, hayan caído en manos de este alcoholizado mercader de muertes. Pero no hay que preocuparse, cuando no hay “clientes”, estos estafadores salen impunemente en su busca en las oscuras noches invernales...Un casero obsesionado con el Macbeth de Shakespeare completará el extravagante cuadro, Mr. Black (Rathbone).
Un felino de anaranjado pelaje es nuestro guía por la historia, otro actor de primera clase, si me permiten el atrevimiento. Se llama Cleopatra, Orangey, como nombre artístico, todo un veterano que ha participado en montones de grandes películas, desde Rhubarb (1951, Arthur Lubin), El Increíble hombre menguante (1957, Jack Arnold); o Desayuno con diamantes (1961, Blake Edwards). Una autentica estrella que se mueve por la siniestra casa y acompaña a estos secuaces de tumba en tumba, al ritmo de la impecable banda sonora de Les Baxter.
Esta noche de noviembre asistimos al panegírico impagable de Boris Karloff en la solemne Torre de Radiopolis: Raúl Gallego, Zacarías Cotán y Gervi Navío. Mientras, las miradas libidinosas del atormentado Félix se posan en el pecho inflamado de la adorable Amaryllis, ella entona arias inverosímiles que hacen estallar los cristales de las ventanas y que a los Gatos se les ericen los pelos del lomo...nosotros, nos morimos como es debido, de risa.
Gervasio Navío Flores.
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