Magnifica parábola este Cool Hand Luke, todo un análisis de esos soldados que regresaron de la segunda guerra mundial y se trajeron la guerra con ellos, una premonición de la desconexión con el sistema, que llegaría en los años sesenta, pero la película es mucho más, de fondo, deja profundas reflexiones: Preferir la muerte a vivir entre grilletes, el Sacrificio que conlleva una autentica amistad, el Precio a pagar por tus Principios, la Dignidad del ser humano, el Cruel y Brutal sistema penitenciario, la Religión, la Forja de los mitos, esos Mártires que todos necesitamos, para no rendirnos, para no olvidar lo que somos, hombres, ni bestias, ni esclavos, simplemente, Hombres.
La película de Rosenberg se mueve por el buen guion de Donn Pearce y Frank Pierson, basado en la novela, con trazos autobiográficos, de éste último, con emoción y cine, transita por la voluntad de Luke a través de escenas míticas, que ya forman parte de la historia del cine, la de los huevos, el alquitranado de la carretera, la llegada de la madre, el símbolo fascista y represor de ese guardián con gafas de espejo, el sadismo del Capitán, el sometimiento de la voluntad a partir de la rutina, de las reglas. Luke es un canto rodado, un insurrecto por genética, su obstinación es admirada por los reclusos y también rechazada, lo convierten en un ídolo, al que adoran primero y repudian después, otra alegoría cristiana. Para ser una leyenda, un mártir, debe haber un sacrificio, una entrega, unos “milagros”, que son sus hazañas… Pocos confían en ese espíritu, incluso los espectadores nos creemos su rendición, cuando lo atrapan por segunda vez, su sometimiento, tras la escena de la zanja, terrible, literalmente cava su tumba y se sepulta, su cuerpo se rinde pero su alma…NO.
Se convierte en un mártir y tiene sus apóstoles, su acólito, Dragline, George Kennedy, su misión será mantener vivo el recuerdo de Luke, de un tipo indomable que realizó prodigios increíbles, y que sobre todo, era su amigo. Paul Newman está pletórico, nos brinda una gran interpretación, el Oscar se lo arrebató Rod Steiger por En el Calor de la noche (Jewison), pero Luke merecía la estatuilla, ese laconismo con el que se expresa, sólo habla para sentenciar, brillante. Consigue transmitir esa terquedad con su presencia, con su actitud ante el poder y la autoridad, fue ascendido y condecorado en la guerra, pero también degradado a soldado raso, ante alguna injusticia que no permitió, es un rebelde que no sabe que hacer ni como actuar en el mundo civil, siempre fuera de lugar, incapaz de acatar las reglas, los corsés sociales. Romper unos parquímetros le acarrean dos años de trabajos forzados…
Los secundarios, vistos hoy en día son tremendos, Hopper, Dean Stanton, Strother Martin, George Kennedy, a destacar el breve, pero inolvidable papel, de la madre de Luke, Arletta, la gran Jo Van Fleet, una actriz de teatro inmensa, que en apenas unos minutos deja marca.
La película realiza una clara denuncia de la crueldad penitenciaria, de los abusos de poder, de la vileza de los poderosos, el despotismo, la arbitrariedad y el sadismo de los jefes, acrecentado con ese “Jefe, ¿puedo...?” Todos deben pedir permiso, para secarse el sudor, para quitarse la camisa, para beber agua, hasta para mear, una humillación constante.
La fotografía de Conrad L. Hall es muy importante, la narración se nutre de esa estética realista, notamos el calor, el sofocante calor, los sudores, los mosquitos, la atmósfera opresiva del barracón, los atardeceres llenos de simbolismo y libertad, con las siluetas de hombres engrilletados, esos crepúsculos desde una carretera interminable, geniales, ademas utiliza muchos ángulos ingeniosos, ver la fuga a través del reflejo de las gafas del jefe, las tomas desde arriba de Luke en la escena de los huevos, prácticamente un Cristo crucificado.
El ritmo es pausado, pero cuando la historia lo requiere, salimos de la rutina y respiramos con los prodigios de Luke, ahí el montaje y el ritmo se aceleran, como en la primera fuga y su astucia para despistar a los sabuesos, otro golpe más a la conciencia, pues se siente más la muerte de un animal que la de un preso. Todo el conjunto está apoyado en una genial banda sonora de Lalo Schifrin, mezclando esos temas de guitarra y banjo, llenos de sentimiento y dolor, canciones populares del sur, de esos desposeídos, y las mezcla, con la emoción del uso de instrumentos de viento. Schifrin era un auténtico maestro en melodías.
Bonus Track:
Os dejamos como bonus un par de maravillas, otro tema de la banda sonora de Schifrin, el del concurso de comer huevos duros y una versión del Cotton Field, a cargo de la Creedence Clearwater Revival, que aparece en su memorable disco "Willy And The Poor Boys" (1969). Disfrutad de la libertad.
-Egg Eating Contest
-Cotton Fields
Gervasio Navío Flores.
Huimos del campo de trabajos forzados de Radiopolis, despistando a los sabuesos…..
José Miguel Moreno, Gervi Navío y nuestro crítico, César Bardés
Artículo sobre La leyenda del indomable, por César Bardés
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