Filma con calma y soltura el señor Rosales esta magnética obra hecha de recuerdos, vividos o robados, donde asoman, como en un capullo en flor, una vorágine de situaciones y sentimientos aletargados. Como en un manantial que se vierte de nuevo al deshielo, las relaciones, familiares y de pareja desgranan la sangre de los espectadores, prevenidos de conflictos y devotos. Pero todo muy lento, nada apelmazado, con una continuidad y desoladora simpleza que lo hace inquietante. Se mete Rosales de pronto en nuestras vidas, y no dejamos de sorprendernos por cuán lúcido y poco discreto lo pone a airear sin el menor sonrojo y embargo. Es una obra magnífica y lúcida, que duele porque es muy cierta, y eso puede causar al espectador que aún confía en el cine el descrédito de un arte que precisamente en autores modernos demuestra su necesidad en estos nada escondidos tiempos.
José Miguel Moreno
Se debaten en sus particulares soledades esta noche...
José Miguel Moreno, Juan Salvador Limón y Francisco Ortiz.
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