Una mujer derrotada transita por los caminos del patetismo y la majadería, de vivir del cuento, de la fortuna de un estafador de guante blanco, a pedir alojo en el apartamento de su hermana y sus dos sobrinos. La náusea de verse sin blanca sólo se mitiga con un martini stoli, con una filigrana de limón que se mueve arriba y abajo sin poder aferrarse a nada. Atrás quedan las fiestas de sociedad, los apartamentos con terraza y playa privada, ahora queda el dolor, la pérdida. Jasmine no le encuentra sentido al mundo real. Que complicado echar lastre y avanzar. Los problemas vienen solos, el arrebato de una mujer superficial con un móvil a mano, de una mujer que no puede aplacar la ira de un instante. Blue Jasmine se desmorona varias veces al día desde que suena el despertador, Jeanette cambia hasta su nombre tras comprobar que ya no puede ser la persona que fue, y lucha por volver a alcanzar el estatus, por volver a moverse en la élite. Los acordes del Blue Moon suenan recurrentes en el interior de esta mujer al borde del colapso, ya no tan románticos como el día que conoció al hombre de negocios que parecía perfecto. El abismo se asoma a través de cualquier ventana, Jasmine habla sola sentada en un banco, lleva puesta la misma chaqueta de alta costura, ya no tiene otra, sigue viajando en primera clase aunque esté tiesa, incluso se permite seguir aconsejando a su hermana tras su caída en desgracia. Una interpretación extraordinaria de Cate Blanchett en el homenaje del genio Woody Allen a Tennessee Williams, a Elia Kazan y a ese tranvía llamado deseo, el deseo, ya inalcanzable, de volver a regodearse en la opulencia.
Raúl Gallego
Esta noche parloteamos neuróticos y recurrimos a los ansiolíticos diluidos en cerveza....
José Miguel Moreno presenta y debaten Raúl Gallego, Gervi Navío, y nuestro crítico desde Madrid, César Bardés.
Artículo sobre Blue Jasmine, por César Bardés
Artículo sobre Blue Jasmine, por César Bardés
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