La Gran Evasión

La Gran Evasión

sábado, 30 de septiembre de 2017

151 - Historia de mi Muerte - Albert Serra 2013




En Historia de la meva mort, Albert Serra se saca de la manga una idea peregrina, unir en el mismo film el modelo racional e ilustrado de Giacomo Casanova, sus bajas pasiones y su decadencia, con el romanticismo del Conde Drácula, la violencia de la sangre y la oscuridad de las tinieblas. Las luces que iluminan los campos de los Cárpatos van apagándose, el Casanova en horas bajas espera que la mierda se convierta en oro, la oscuridad derrota al conocimiento, la barbarie a la elegancia, a la fineza de los tiempos pasados, y todo esto es un pretexto para que Serra nos acerque sus imágenes surrealistas, su estética única, sus bueyes desollados, sus árboles sangrantes, sus doncellas lánguidas, cine de planos quietos y tomas largas que parecen aguardar la respuesta definitiva, quizá cuando el sol se ponga tras los caserones.
Vendrá la revolución y cortarán cabezas, comenta el aristócrata a Pompeu en una de sus tardes ociosas, el sirviente asiente, respetuoso. Casanova no confía en el futuro de la humanidad, se ríe de sus propias heces en un recipiente de porcelana, y se va a buscar en una carreta al mismo Conde Drácula en tierras rumanas, en un golpe de efecto inaudito y transgresor, como toda la obra del director catalán. Serra rueda horas y horas de metraje en formato digital, busca el momento sublime, prescinde de la narración y persigue el gesto, la máscara engañosa, la creación barroca, el comentario lúcido. Los clarooscuros se funden con el entorno y los personajes, y las sensaciones priman sobre el relato. Serra no trabaja con un guion terminado, plasma la naturaleza, el instante perfecto, la grieta entre el mito y la realidad, el sonido de los grillos, la luz mortecina de unas velas que alumbran a un grupo de comensales en torno a una mesa al raso. Ríen, comen, se besan, festejan la vida. La modernidad de Albert Serra y su lirismo cinematográfico de bufones que lloran y ríen, que viven el exceso. Un cine original que traspasa y confunde, que nos oprime en la noche más larga, y nos deja fuera de plano.

Raúl Gallego.

Masticamos las semillas de la granada y bebemos vino suizo en el estudio de Radiopolis esta noche…

José Miguel Moreno presenta, con Manuel Broullón a la siniestra, y Raúl Gallego al teléfono desde un búnker.



DALE AL PLAY Y ESCUCHA EL PROGRAMA




viernes, 22 de septiembre de 2017

150 - Bird - Eastwood 1988

El sonido de un saxo alto atraviesa la noche. Clint Eastwood nos trae a Charlie Parker, a Bird, la pantalla en negro, del escenario una figura recortada por las sombras eleva el Jazz a otra dimensión, un músico adelantado a su tiempo, un hombre destruido, envejecido, con apenas treinta años. En 1988 Eastwood regalaba a melómanos y cinéfilos una de sus primeras obras maestras, el retrato de una leyenda, Charlie Parker, su gloria y su derrota, asesinado en 1955, por el alcohol, la benzedrina, la marihuana, la heroína....por Bird...por la soledad y la angustia que acompañan a los genios, murió con 34 años pero su legado es eterno. Charlie Parker: Talento visionario, mezcla de técnica y velocidad, lógica y lirismo, pasión e inteligencia, iba mucho mas allá del terreno puramente experimental, el Jazz moderno nace de su búsqueda, de su saxo, de la otra mitad de su latido, de la trompeta de Dizzy Gillespie, de un puñado de jóvenes revolucionarios, Max Roach, Miles Davis, Monk, Powell, Potter, Jordan... Eastwood tuvo la ayuda de Chan, la viuda de Parker, que le entregó muchas grabaciones inéditas de solos del genio, Clint recurrió a su amigo y compositor habitual, Lennie Niehaus, un gran arreglista, además de un soberbio saxofonista que dominó la escena del West Coast Jazz, y sobre todo un admirador de Parker, para el reto que le propuso Eastwood consiguió algo fabuloso: unir ayer y hoy. Rescató esas grabaciones antiguas, las aisló con un descomunal trabajo de ingeniería musical, y se regrabaron los temas con músicos actuales de primer nivel. El trabajo es extraordinario, asistimos en primera fila a las actuaciones de Bird, literalmente volamos con él.
Sartre: “Los genios no conocen su propia valía” Bird si conocía la suya, pero esa consciencia nunca fue suficiente para espantar los demonios, o tal vez, la frustración de saberse el mejor y no recibir todo el reconocimiento que merecía fue lo que no le permitió salir de la espiral de autodestrucción que fue su vida. La fotografía es simplemente impresionante, el trabajo de Jack N. Green es increíble, una iluminación bajísima, prácticamente sombría. La oscuridad actúa como una gran metáfora de la visión trágica que Charlie Parker tiene de su propia vida, unas sombras que sólo se dispersan cuando el foco del escenario se enciende para él, o mejor dicho, la luz emana de su propia figura....Eastwood debe estar orgulloso de haber hecho realidad un viejo sueño, quizás, haya sido demasiado fiel al guion de Oliansky, pero el resultado es magnífico. Forest Whitaker era prácticamente un desconocido cuando Eastwood le ofreció ésta gran oportunidad, su interpretación es soberbia, llena de matices, contenida, es capaz de mostrarse frágil, sensible, encantador, un auténtico seductor y a la vez ser un tirano miserable, hundirse en el agujero de la heroína y el alcohol, dejarse arrastrar por sus demonios, incapaz de conservar aquello que más ama por culpa de sus propias debilidades, transformándose en el escenario, al instante siguiente, canalizando sus emociones y ese dolor a través de su música. Diane Verona, Chan, da la réplica a Whitaker con soltura, compone a esa compañera que lo ama profundamente, el refugio al que volver después de cada descenso.

Extasiados por el vuelo de Bird, dejamos que la torre de Radiopolis gima con la negrura de Parker.
A la dirección José Miguel Moreno, contertulios, Raúl Gallego, Gervi Navio, y desde el sanatorio de Camarillo, transcribiendo Jazz y Cine mientras el sol se oculta, nuestro crítico César Bardés.

Charlie Parker leía a Dylan Thomas, pero su poeta preferido fue siempre Omar Khayyam, os dejamos unos versos del alfarero persa y un Bonus track para los fieles que escuchan los podcasts hasta el final, el tema Embraceable you de las grabaciones para Dial Records en 1946. No hacen falta más palabras, dejen que Bird los arrastre y los envuelva con sus alas....
"Ven, llena la copa y arroja al fuego de la primavera tu invernal hábito de penitencia; el pájaro del tiempo está volando, y tiene corto camino para aletear."

 Gervasio Navío Flores.


 Artículo sobre Bird, por César Bardés


DALE AL PLAY Y ESCUCHA EL PROGRAMA

 

viernes, 15 de septiembre de 2017

149 - Campanadas a Medianoche - Welles 1965

















¡Jesús, las cosas que hemos visto, Sir John!

Sentados en torno al fuego una noche de nieve, los dos viejos amigos recuerdan el tañido de aquellas campanadas a medianoche, por supuesto que las escucharon, aunque a Falstaff no le agrada recordar el pasado, asiente, cercano y apacible, recuerda y mira las ascuas que se consumen. Falstaff ama el sabor del jerez, el calor de las mujeres, la anciana posadera lo sabe bien, y quiere a ese rufián hinchado y vividor, como la ramera Doll, como el maquiavélico príncipe Hal, que ha conocido la vida de la mano de su maestro de juergas, de su tragón y burlesco compañero de correrías.  Falstaff es un niño, vive el presente, no mira al pasado, menos al futuro, tampoco cree en el honor, se hace el muerto en la batalla, es cobarde por instinto. Dénle un barril de vino y una pierna de buey y será libre.
Orson Welles impresionó con este brillante guion, fusión de pasajes de varias obras de Shakespeare, entre ellas Enrique IV, partes I y II, Enrique V, y Las alegres comadres de Windsor. El repertorio de planos fascina, con un dominio técnico digno de los grandes genios, las tomas en el castillo de Enrique IV, la luz que se filtra por los ventanales, el perfil de Gielgud entre sombras, Maese Shallow y Sir John caminando entre la nieve nocturna, Falstaff y su oronda armadura, los jinetes surgiendo de la bruma, planos con cámara al hombro en en la refriega sangrienta, sólo falta que el barro nos salpique.   El niño con barbas y nariz de bufón, el caballero borrachín no soportará la traición postrera. Arrodillado, humillado, la mirada rota y temblorosa. La grandilocuencia del maestro Welles ilumina las letras del bardo de los ingenios.

Raúl Gallego.

Esta noche acompañamos a Maese Shallow y Sir John por el bosque nevado y escuchamos las campanadas de otro tiempo…

José Miguel Moreno presenta, con Raúl Gallego, Gervi Navío, y nuestro crítico decine César Bardés.


DALE AL PLAY Y ESCUCHA EL PROGRAMA































Los rayos de luz que hieren las ventanas de palacio parecen buscar al joven príncipe Hal para bañarle con el sol de su grandeza. Es posible que sea ya un joven perdido para regir los destinos de Inglaterra o, tal vez, puede que lleve sobre su cabeza parte de la culpa de su padre que obtuvo el trono con usurpación y alevosía. Para evadirse de su conciencia, comparte su tiempo con un viejo tonel de vino y lujuria llamado Jack Falstaff. Para Hal, Falstaff es su padre, el hombre con el que comparte tontas chanzas, burlas a la sangre real, pequeños atracos cuyo botín dura solo una noche y mujeres que saltan de cama en cama esperando el siguiente chelín. Sin embargo, hay algo más en todo ello. Falstaff, a través del juego y de la mentira, le enseña a Hal cuál es el destino que le espera, rodeado de falsedades, de falaces hombres que solo alabarán su realeza mientras conspirarán contra él, de amores mendaces y frugales, de amigos que le clavarán un puñal en la espalda en la primera oportunidad. Falstaff le enseña a Hal cuál será su reino y, por el otro lado, de qué se tendrá que preocupar.
El único error del viejo y gordo Falstaff es que esperará una recompensa que siempre le será negada. Él no puede ser el amigo para todo de un rey, ni su consejero más leal, ni el más cercano de sus súbditos. Falstaff está condenado a morir repudiado, con el cariño negado y en fuga, en un simple y viejo ataúd de madera que atravesará los campos yermos de su ilusión en busca de la siguiente correría de pícaro. Juntos oyeron las campanadas a medianoche, pero nunca podrán escuchar el canto del gallo.
Los excesos se pagan y Jack Falstaff pone la mano allí donde hay dinero, huye en la refriega más vital, se revuelca en el lecho con la mejor de las prostitutas y olvida su lugar en el mundo. No es más que una figura ridícula que trata de aparentar una falsa hidalguía que jamás tuvo. Trata de aparecer como el más inteligente de los hombres cuando, en realidad, tiene que luchar todos los días por tener un puñado de monedas en el bolsillo e hincharse de vino. Pero llora de amor por quien más quiere, y acepta la humillación pública que le infringe un rey, porque él sabe que es de esas personas que tienen que ser humilladas…aunque solo sea para demostrar que Hal, su Hal, es el mejor rey.
Orson…cuánto debiste querer nuestra tierra para convertir los áridos campos de Castilla en los verdes prados de Inglaterra, cuánto debiste amar a Shakespeare como para traerlo hasta España y realizar una película tan hermosa sin dinero y sin tiempo. Las cosas que has visto…


César Bardés

domingo, 10 de septiembre de 2017

148 - Ser o no ser - Lubitsch 1942

"Es el rey en su dormitorio, con los tirantes caídos; es el gondolero veneciano que arrastra la basura a la luz de la luna y se pone a cantar románticamente; es el marido que cuando su esposa parte de vacaciones le despide con el llanto en los ojos y luego se precipita como un loco hacia el teléfono más próximo para llamar a su enamorada. Es algo que se basa en la teoría de que por lo menos dos veces al día el ser humano más dignificado tiene esos momentos ridículos”. (Lubitsch sobre su famoso toque).


 A lo mejor es sólo eso, una cuestión de elección, sin más, o se toman las cosas, se aceptan, o no, y va uno refunfuñando, dolorido, dando patadas y saltos para que se nos note la ofensa y es entonces cuando estamos salvados. Lubitsch no es un cínico, no le hace falta, quizá no vivió, ya madurito, el momento real que le estaba envolviendo, lleno de desconfianzas y que sí hizo de su endemoniado alumno Wilder un genio triste y amedrentado. No, el maestro, sería capaz, con una inocencia inaudita y audaz, nada dada a lo alemán, de hacer una comedia culta, de excelsas formas lingüísticas, metacinematográficas y de crítica de costumbres burguesas, de poner en pie de guerra a su país de adopción que no quería eso: La Guerra. La América del New Deal, tan ensalzada desde entonces, comenzaba un peligroso juego desde un tenue rechazo al fascismo. En lo artístico se buscaba la renovación de formas, que proponían un conservadurismo cínico nada enraizado en su fundacional declaración de derechos. Y llega él, Lubitsch, como hicieron otros de su tierra, trayendo aires nuevos de una Europa a punto de explotar, haciendo con la palabra lo que hizo con la imagen su colega Murnau, no un reformador sino un creador mismo que hizo avanzar el cine hasta mucho después de su falta, aireando a la par la mirada del hombre moderno con sus contradicciones y querencias, sin esa cristiana condena, de aceptación ritual con la que se erguía una casta, que construía sentencias.
El sexo primario, las envidias, el ego o la más absoluta soledad, las cosas que de verdad nos preocupan, no oscurecen nuestro deber de hombres, y nuestro compromiso social, que no obstante se hallan a la espalda y necesariamente subordinados a esas dolorosas cuitas que sentimos tan cerca y que en realidad nos definen. Amaba la vida este hombre, siempre cantándola, y buscaba en el drama íntimo las causas de las guerras, de las paces venideras, que hacen del mundo un lugar que merece la pena.

José Miguel Moreno


 Esta noche en Radiopolis queremos ser la Resistencia, y preguntamos por Ana Karenina en una librería de Varsovia….

 José Miguel Moreno modera, con Gervi Navío, Manuel Broullón, Raúl Gallego, y nuestro crítico de cine desde Madrid, César Bardés.


 Artículo sobre Ser o no ser, por César Bardés



DALE AL PLAY Y ESCUCHA EL PROGRAMA