La Gran Evasión

La Gran Evasión

viernes, 28 de julio de 2017

146 - Blanco - Kieslowski 1994

En un documental cercano a su muerte Kieslowski aparecía cansado, abatido, comentaba a cámara, respondiendo a las preguntas de su interlocutor, su ya finalizada filmografía. Dijo en público que no haría más películas, con un tono razonado, tranquilo, moviendo al tiempo los ojos en busca de una referencia o enganche donde posar la mirada mientras departía. Era imposible, no lo había conseguido, ni entonces ni en toda su vida. Pedía en otra entrevista al final de su vida eso precisamente: tranquilidad, y añadía, no la he conseguido. Esa búsqueda constante del profesional comprometido lo había dispuesto a la desconfianza, a la intransigencia, hacia un mundo contado, como fue la Polonia de su juventud. Así como el nuevo y reluciente progreso occidental estaba plagado, y minado de mentiras; y eso verdaderamente lo urgía, empujándolo a descubrir esa realidad que él sabía humana. Para ello utilizó el documental, de forma magistral pero advirtiendo, tras comprender sus errores, que dejaba marca en las personas, a la postre dañándonos y modificando con ello el sentido realista del género. Pasó entonces a la ficción, meticulosa, ambientada siempre en un término, una sensación en derredor del cual construía la historia. Como dijo Kubrick, que lo apreciaba mucho, hacia una dramatización del concepto. Con ello, alejada la posibilidad, inadmisible para un hombre de palabra, como fue este polaco enfermizo, conseguía contarse, dando lugar a la vez al espectador, que en sus manos vibrantes se ve consternado, a tomar un camino. El alma humana por encima de lo político, y lo moral por encima de lo práctico, plantean al hombre moderno una senda imprescindible para saberse identitario de un pasado olvidado y un alguien a construir, distinto y único, como creencia en un ser que no excluye lo religioso. El azar no es suficiente, hay un destino y también una voluntad que impulsan lo esencial hacia ese lugar utópico y desconocido que es el mundo. En Blanco, como en el resto de su trabajo, quizás aquí con un recurso humorístico que relaja el horror convirtiéndolo en grotesco, la desigualdad del trato al individuo se confronta con la misma pena devuelta por los protagonistas, camino de la fortaleza aceptada, que por mucho que nos cueste aceptar supone el matrimonio. Anillo incluido, y sentando de nuevo Kieslowski el orden, de lo particular a lo universal, del hombre al mundo, hasta el éxtasis mímico, no controlado, bello, de complejo orden interno. Así discurre el tiempo cíclico de una historia que escapa del drama al uso, de la moral conformada y de la estúpida y peligrosa sensación de conocimiento.

José Miguel Moreno

Esta noche intentamos arrojar la botella al contenedor....

José Miguel Moreno presenta, con Raquel Jaén, Gervi Navío, y Raúl Gallego.


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miércoles, 19 de julio de 2017

145 - La Hora Incógnita - Mariano Ozores 1963



Desde que la humanidad supo que todo podía ser destruido en un instante, simplemente apretando un botón, la alarma nuclear, la muerte total provocada por nosotros mismos, ya nada volvió a ser igual. Tras la barbarie llegó la guerra fría, y ahí estaba Mariano Ozores para crear un film insólito, distinto a cualquier otro de la época en este país, de su propia filmografía. Una ciudad sin nombre va a ser alcanzada por un proyectil nuclear que se ha desviado del objetivo original. Ozores podía hacer cine de calidad y lo demostró en esta visión admonitoria, con un blanco y negro que da sombra a los brillos nocturnos, a la inquietud de unas almas suicidas que en la noche de autos son convocadas en la iglesia del Carmen por un cura más afligido que todos sus feligreses juntos.
El borracho no entiende nada, le da un último trago a la botella vacía, la arroja sobre el suelo. Todo es crispación cuando el estruendo en el cielo avisa del fin, la vecina cotilla quiere recordar los fuegos artificiales de las fiestas de su niñez, el ladrón por fin siente el verdadero miedo, el policía insulso se debe a su trabajo, la pareja de amantes furtivos se abraza estremecida, el viejo ya no busca su gato, ya no le hace falta, y el empresario amargado porque nadie le avisó del peligro se traga las bilis. Un genial Ozores despliega un muestrario teñido de surrealismo e ironía, un compendio de seres de la sociedad del momento, todos comparten mezquindad, desesperación, hipocresía y en último término son vulnerables y humanos, tanto como los que deciden quien vive y quien no . Seguramente la España franquista no entendió una película tan premonitoria, el mejor trabajo de Ozores fue su ruina, la quiebra de la Productora familiar y la renuncia de por vida de Mariano a las grandes apuestas, desde entonces sólo haría cine de encargo, llegaron Landa, Lina Morgan ,Esteso y Pajares. Por fortuna nos queda esta joya de posguerra. Esto puede pasar en cualquier momento en cualquier lugar, ya nos avisan. El vagabundo tiene las horas contadas, el borracho con curso de radio por correspondencia, un actorazo como José Luis Ozores, el Peliche, el tigre de Chamberí, encabeza este grupo surrealista y anónimo, desconocidos que no pierden la compostura y han perdido su tren a la hora incógnita.

Raúl Gallego

 Esperamos evacuar la torre de Radiopolis antes que caiga la bomba sobre nosotros esta noche...

 Raúl Gallego, Gervi Navío y nuestro crítico desde Madrid César Bardés.



 Artículo sobre La hora incógnita, por César Bardés


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domingo, 16 de julio de 2017

144 - Amarcord - Fellini 1973

Es fácil enamorarse. Fellini lo permite, y es porque sabe, como payaso viejo, que es la última función del cine, y de la risa, el acercarse despacio al lugar de encuentro. Muy, muy despacio con el tiempo suficiente para saber el secreto. Amarcord, una peli que influyó notablemente en Woody Allen y sus Dias de Radio, es un cuento novelado y poético sobre como ir recortando ese camino incierto entre el dolor y el tiempo, un tiempo no perdido sino usado y que requiere otra mirada para servir de empuje, de saliente, hacia donde impulsar con fuerza ese salto a lo nuevo. Y no hay elección , mirar sin tapujos con el bañador recién limpio antes de saltar, requiere la liviana presencia de un lugar olvidado que no lastre con ideologías de peso. No, Fellini dirá no, hay otro modelo, no alumbrado, y es reírse uno, a carcajadas, libre, para cerrar la apuesta con un abrazo, un saludo y mirar al otro aún más distinto en nuestro bando, sin celo, y es entonces el lugar, unas zapatillas secas con poco fondo para caminar de la mano con la fuerza del viento. Amarcord, nuestros recuerdos, que están en otro lado, ahí delante y son translúcidos y restauradores, integrantes de una nueva mirada del mundo.

José Miguel Moreno

Esta noche bailamos entre el humo y la niebla de la nostalgia...

José Miguel Moreno presenta, con Gervi Navío, Ismael González, y nuestro crítico desde Madrid, César Bardés.



 Artículo sobre Amarcord, por César Bardés



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Amarcord, mis recuerdos. La película es precisamente eso, los recuerdos de la infancia y la adolescencia, la memoria, siempre retorcida por el tiempo transcurrido, por la sensación que tuviste, Fellini lo lleva a su terreno, caricaturiza a las gentes de Rímini, su ciudad natal en la Costa Adriática, pero lo que transmite está lleno de verdad...la despreocupación de la infancia, los conflictos de la adolescencia, el duro proceso de hacerse hombre, la búsqueda del amor, como bien sabemos convertirse en hombre es perder, el recorrido por la Italia de los años 30, en pleno apogeo fascista, se muestra como un tebeo, con viñetas, para satirizar y burlar esa realidad tan dura, un régimen de represión. Fellini destapa las frustraciones de ese tiempo, el sexo, la vida rural, la ventana al mundo que era el cine, el resultado es una acuarela de personajes, cómicos y exagerados, pero entrañables,. Supuso un avance del maestro, de ese neorrealismo inicial, evolucionaba dejando su marca personal, su estética surrealista, sin grandes estrellas, con actores más modestos que llenan de autenticidad a ese pueblo. La estructura del film es sencilla, asistimos a la vida del pueblo en un año, una narración circular que empieza y acaba con la llegada de la primavera y los vilanos, recorremos las estaciones y las emociones ligadas a estas, la alegría, el dolor, la muerte y la vida. Fellini utiliza uno de sus elementos preferidos, el personaje que hace las veces de narrador, que habla sin disimulo a la cámara, a nosotros, dando a la película una tono mitad fantasía y mitad espectáculo. Con personajes inolvidables, la familia de Titta Biondi (Bruno Zanin), el adolescente enfrascado en los deseos, (el alter ego del director), vaya familia esperpéntica, el padre superado (Aurelio), el cuñado gorrón, la sufrida Madre (Miranda), que es uno de los personajes más "normales", el abuelo que pellizca las nalgas de la sirvienta. Otro personaje fascinante es la Gradisca, la peluquera del pueblo, el ideal erótico de los muchachos, una especia de Greta Garbo autóctona, inalcanzable, como se contonea la actriz turca Magali Noel, que ya trabajó con Fellini en 'La dolce vita'. Volpina, la prostituta ninfómana, la lascivia en persona, la colección de profesores, el párroco, la estanquera, el tío Teo gritando desde su árbol..... Amarcord refleja la visión que tenía Federico Fellini de que el mundo es un gran teatro donde todo es susceptible de ser tomado a burla y poco o nada es digno de ser sacralizado. Él mismo resumió la esencia de su obra con una de sus máximas: "No hay más realista que el visionario".
Mención aparte merece la magnífica banda sonora de Nino Rota, engrandece cada escena, un compositor de los grandes de la historia del cine. Escuchar la melodía de Amarcord te transporta a ese pueblo al instante, sublime Nino Rota.

Gervi Navío

jueves, 6 de julio de 2017

143 - La Guerra de las Galaxias - George Lucas 1977

Un chico busca su rumbo, perdido hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy lejana. Un contrabandista, jugador de ventaja, pendenciero y valiente que decide tomar partido para librarse de una caza que ha empezado sobre él. Un viejo con aire de místico que está envuelto en el aire de la nostalgia que siempre tiene la extraviada juventud. Un felpudo con patas que ruge por igual si está contento o si está enfadado. Un robot cobardón, de falso oro y muchas palabras, obligado a ser héroe en una época de rebelión. Un enano cabezudo de metal que solo silba y es tan pequeño como temerario. Una princesa de armas tomar, tan bella que parece la Dama de Elche y tan entusiasta que es capaz de contagiar causas con una mirada. Un caballero negro, de voz profunda y respiración enfermiza, capaz de aplastar con un dedo, puro miedo bajo la máscara de oscuridad. La nave más rápida del universo. La guerra ha comenzado. La rebeldía toma cuerpo. Y un niño soñó con empuñar una espada mágica al más puro estilo medieval.
A partir de aquí, todo fue leyenda. Incluso las innecesarias precuelas. La fuerza se convirtió en algo muy parecido al alma intuitiva e incluso generó creencias en el otro lado del firmamento. Todo parecía reinventado para contar el mismo cuento de siempre. El guerrero que, con un grupo de amigos y una especie de brujo, iba a rescatar a una princesa encerrada en una fortaleza inexpugnable. Nada nuevo y todo nuevo. La iconografía, la aventura trepidante, las imágenes espectaculares, la invención de armas muy parecidas a antiaéreos para acabar con el asedio de naves imperiales, las antiguas creencias, el aire irrepetible, la música sinfónica compuesta por un genio de las corcheas. El cosmos necesitaba ser reinventado después de profundas filosofías e intensas introspecciones sobre la naturaleza humana. Aquí no todos eran humanos. Aquí no todos eran androides. La mezcla perfecta de un imperio compuesto por las más inimaginables criaturas. El encaje perfecto. El éxito multitudinario. La saga que abrió un nuevo capítulo en el cine y objeto de innumerables imitaciones de inferior calidad. El mundo pedía soñar, y un tipo que creía en lo que hacía fabricó una película con el material con el que se forjan las ilusiones.
Años más tarde, todos hemos vuelto a ver la misma película una y otra vez porque nos gusta vivir en ese mundo de aventura y de imposibles explosiones espaciales. Algunos querían ser ese caballero andante de los cielos que, armado con la impulsiva juventud, partía en busca de su princesa. Otros, en cambio, preferían ser el fanfarrón y arrogante contrabandista, siempre al filo de la ética, que sabía combatir porque había estado ya en muchas batallas y había huido en casi todas. Los menos, soñaban con convertirse en ese anciano lleno de sabiduría, poseedor de verdades y maestro tocado con la experiencia de la derrota. El caso es que todos, sin excepción, quisimos ser parte del universo galáctico, de la fuerza de una idea, del combate sin posibilidades porque quizá, al final, el equilibrio es la única solución a todos los males. ¿Les suena de algo?.

César Bardés.

Esta noche empuñamos la espada láser y despegamos el halcón milenario rumbo al cosmos...

Raúl Vader presenta, con Gervi Chewbacca, David Skywalker, Elio Solo y Elio R2D2, y nuestro crítico desde Madrid, César Kenobi, nos faltó la princesa...



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sábado, 1 de julio de 2017

142 - Taxi Driver - Scorsese 1976

Una mirada al retrovisor, una ojeada hacia el exterior, transeúntes, luces de neón, semáforos, asfalto mojado. La noche neoyorkina extiende su manto sucio, su aliento corrupto sobre las putas, maleantes, perdedores, yonkis que caminan a cámara lenta, y entre la multitud una chica demasiado joven para esa jungla urbana. El hombre solitario contempla la realidad distorsionada, y su taxi amarillo surge del humo como un animal salvaje que se siente fuerte, seguro de sí mismo.
La alienación deriva en psicosis, apretar el gatillo es la única opción cuando estás al límite, raparse la cabeza a lo mohícano y ejercitar los músculos del cuerpo para el momento cumbre. No hay remedio para Travis ya, el amor quizá sea esa rubia angelical de vestido vaporoso, esa chica que trabaja en las oficinas de la campaña electoral, o quizá sea otra obsesión malsana. Todo está perdido cuando a uno sólo le queda huir de sí mismo, buscar la sangre redentora. El día a día se torna anodino, el insomnio lacerante. Travis necesita ocupar las noches en su taxi, recorrer las avenidas grises, Travis desprecia las criaturas de la noche, son la mugre de la sociedad, acaso el propio Travis sea el peor fallo del sistema. Travis el justiciero a veces sonríe de medio lado, ahora posee una Magnum del 44 y ya no tiene miedo, nos apunta con su arma de fuego porque quizás todos seamos culpables.

Raúl Gallego.

Esta noche de verano no corre el taxímetro de Radiopolis...

Gervi Navío presenta,  con Mamen Torres, Raúl Gallego, y nuestro crítico desde Madrid, César Bardés.


 Artículo sobre Taxi Driver, por César Bardés


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En 1976 Martin Scorsese nos colocó en el asiento trasero de este Taxi para dar detalle de los animales nocturnos que pululan por el Nueva York de finales de los setenta y de paso, hacer una disección de la soledad, de la psicosis y del aislamiento de un tipo y por ende, el de toda una sociedad.....un tipo extraño, aterrador e inocente al tiempo, cargado de un dolor profundo, la cruzada de este inadaptado, héroe/villano/víctima/verdugo, su cruzada es la nuestra porque.....:"Taxi Driver es el síndrome absoluto de la soledad urbana". Y ahí nos encontramos todos.
Travis Bickle, un veterano del Vietnam, herido psicológicamente, se encuentra fuera de lugar en su país, en su propia casa, sin hogar, sin apego emocional, sin metas ni ambiciones, sin noción de pertenencia, sin pulso vital... sus intentos de conectar con el mundo, con la realidad que representan los días, la luz, la gente "normal", con trabajos "normales", son aproximaciones inocentes, bizarras, tragicómicas, va desconectando de la realidad poco a poco, esos fracasos lo llevan a una espiral de violencia, esa redención imposible que busca, una fantasía paranoide, lo llevan a matar o morir....para salvar a Iris, después de haber perdido a Betsy. Iris, que es el culmen de la depravación de la sociedad, una niña de trece años prostituida, su angustia crece, ese sentimiento de alienación, de racismo, un nihilismo malsano que lo lleva a convertirse en un samurai, en un berserker, en un pistolero....y a sacrificarse, a inmolarse en la noche, como un justiciero redentor, es bestial asistir a esa transformación.
La película es un aullido existencialista en toda regla. Bernard Herrmann compone una banda sonora extraordinaria, fue su último trabajo, murió al terminar de grabar la partitura, unido a la impresionante fotografía de Michael Chapman, las interpretaciones de Cybill Shepherd, Jodie Foster, Albert Brooks, Harvey Keitel, Peter Boyle y destacando sobre el resto, Robert de Niro, Bobby se entregó por completo a este personaje, sufrió con él esa transformación, se convirtió en Travis Bickle. Toda esta conjunción de talentos convierten a Taxi Driver en una pieza maestra, orquestada por un excelso Martin Scorsese...una obra inmensa que navega entre el sueño y la pesadilla, con un soberbio guion de Paul Schrader, que analiza la marginalidad, pone el foco en las víctimas de un sistema podrido, que aparta la vista de esos barrios, de esas gentes que no pueden, que no deben integrarse, pertenecer a ese mundo vedado, al mundo diurno. Paul Schrader es otro tipo herido y obsesionado que combate sus demonios a través del celuloide y la literatura. Taxi Driver está preñada de referentes literarios y cinematográficos grandiosos, la historia eterna de Ford con la figura de Ethan Edwards en Centauros del desierto, Memorias del subsuelo, la obra inmortal de Fiódor Dostoyevski, Falso culpable de Hitchcock, el impacto de la violencia de Samuel Fuller...por citar algunos. Scorsese y Schrader cargaban la película de oscurantismo, de desesperanza, un existencialismo doloroso envuelve la figura de Travis Bickle, convirtiéndolo en uno de los personajes más potentes de nuestra época.
Taxi Driver forma parte de ese puñado de grandes películas que te hablan directamente, que te describen y dejan al descubierto tus propios miedos, tus demonios más íntimos. Scorsese no busca soluciones, ni hace alardes ensalzando la violencia, ni pretende engatusar al espectador con un manierismo impostado, hay violencia seca, cruda, sangre en el rostro, sangre en las paredes.....pero la violencia más aterradora, al menos para mí, está en los ojos de Travis, en su silenciosos, el director muestra el dolor de la soledad, deja al descubierto a una sociedad que crea y alimenta monstruos. "Por favor no toque el taxímetro". Travis nos mira por el retrovisor, apretujados en el asiento trasero de ese taxi fantasmal que emerge por entre el humo y las notas de Hermann, nos atrevemos a devolver la mirada.

Bonus track: Para los fieles que nos escuchan hasta el final, en el podcast tendrán la canción de Kris Kristofferson, The Pilgrim Chapter 33, (dedicada a Johnny Cash), del álbum The Silver Tongued Devil and I, del 71, el que Travis regala a Betsy cuando ella le cita unas líneas de Kristofferson, como colofón tenéis unos versos de Allen Ginsberg, y su Aullido, en ellos también están los ojos de Travis.

“He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrazadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los apartamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz....”

 Gervasio Navío Flores.