La Gran Evasión

La Gran Evasión

sábado, 25 de marzo de 2017

129 - Barrio - León de Aranoa 1998

Los tres amigos del barrio esperan su encuentro diario, su cita con los adoquines, el asfalto, las paredes surcadas de graffiti. Escapar del barrio no es tarea fácil. Algo es algo, al menos salen de casa un rato, se alejan de la familia amargada, del padre violento, de la madre ajada, del hartazgo en cada cucharada de puré de patatas. Fuera también hay una jungla, un laberinto de cemento donde se pierden los anhelos de un chaval de quince años, en el metro, tras los escaparates de la felicidad falsa, en el descampado ilegal del hastío, la marginalidad y la droga. En la periferia de una gran ciudad la vida no es fácil, el paro,el aburrimiento, la desidia de un verano interminable para los que no se van a la costa porque no pueden. Estos chavales sólo se tienen a sí mismos, son su única realidad, más allá de los anuncios de colorines que expulsa el tubo catódico, más allá de las caribeñas de cartón tamaño natural expuestas tras las vidrieras. El resquicio de magia suena en una radio, en la habitación de ella, la hermana de su amigo le mira y baila despreocupada, se le acerca, le coge la mano, la emoción de un instante. La cabra adiestrada mantiene el equilibrio, el chico atrevido camina en el alambre, infantil, impulsivo pero niño aún. Procura no caer en el lado equivocado, Rai. Quizá algún día la moneda no caiga de cara, el dinero no cae del cielo, Rai.

Raúl Gallego.


Esta noche miramos los coches pasar desde la Torre de Radiopolis...

José Miguel Moreno presenta y debate con Gervi Navío, Raúl Gallego y Marcelo Ripado.

























En 1998 Fernando León de Aranoa retrataba un barrio cualquiera, un vistazo al mundo de tres chavales atrapados en este barrio gris, un compartimento estanco de cemento y pintadas, de miseria y pasadizos subterráneos, de ladrillo oscuro y arquitectura chapucera, apenas sin árboles, casi sin comercios, un barrio de inmigración, de viviendas estrechas, incómodas, de paro, de baratijas en las paredes, de rejas en las ventanas, de miedo y ropa tendida, de televisores funcionando a todo volumen, todo el tiempo... La M-40 lo ahoga, el trafico lo circunvala, fluye rápido, sin detenerse jamás...un desierto duro y desolado.....abandonado por las instituciones, abandonado por Dios, pero no por el hombre, porque sus gentes saldrán adelante, esa es su victoria, sobrevivir. Tres chavales en un momento crucial de sus vidas, elegir un camino u otro, cada decisión marcará su devenir...asumir responsabilidad y ser adultos, huir hacia el lado fácil, delincuencia, dejarse engullir por el barrio, .....todo eso subyace en la historia de León de Aranoa, nada más y nada menos que un vistazo a la realidad. Manu, Javi y Rai, los paraísos con los que sueñan son mundanos, cercanos, inocentes, su visión del paraíso es un viaje al mar, chicas en bikini, tan lejos y tan cerca....Apenas les separa una autopista, ese mundo de fantasía es el de los anuncios de la tele, los escaparates, son sus ventanas, sus puertas de salida del barrio, se asoman a ellas para fantasear, para soñar....

Gervasio Navío Flores

viernes, 17 de marzo de 2017

128 - La Noche Americana - Truffaut 1973

La Noche Americana es una película de películas, de uno de los cinéfilos más grandes. Un paso obligado por su historia de amor, y por su pasión, François Truffaut ponía al descubierto en 1973 los interiores de un rodaje, la mentira del cine, que no la falsedad, el engranaje de la linterna mágica. La noche americana nos enseña un rodaje tal cual es, con extrema fidelidad, los dilemas del director, una persona a la que continuamente le están haciendo preguntas, de las que, la mayoría de las veces no conoce las respuestas, pero que siempre debe responder, aparentar llevar el control, saber qué diablos se está haciendo entre esa barahúnda de equipo, técnicos, decorados, actores y demás seres extraños que pululan por un set de rodaje. Los espectadores somos un miembro más de ése equipo, compartimos la crónica de una pasión por el cine y también las pasiones paralelas que rodean al rodaje, las vidas privadas de sus técnicos, los problemas del equipo de producción, las esperas interminables entre toma y toma, esa nula intimidad entre los miembros de una película la comparte Truffaut con nosotros...y esas vidas disgregadas, que se comprometen y aúnan para realizar un trabajo colectivo, que quedan al descubierto cuando éste finaliza, en suspenso, hasta el siguiente proyecto, unifican vida y cine, la verdad es que es un buen símil. François Truffaut describe en La noche americana el microcosmos particular del cine y lo asemeja a la vida misma, hay que asumir lo fugaz y volátil de éste, hay que aprovechar al máximo sus días, afrontar las dificultades, improvisar y vencerlas, esa metáfora es perfecta para la vida y para el amor. Con un elenco perfecto de actores, Léaud, Jacqueline Bisset, Nathalie Baye, Alexandra Stewart, Jean-Pierre Aumont,, la magnifica Valentina Cortese, Truffaut no cesa de hacer homenajes a su pasión...el CINE.

Gervasio Navío Flores

Esta noche nos damos a la fuga con la script....

A la dirección José Miguel Moreno, contertulios Juan Salvador Limón, Paco Bellido, Gervi Navío y nuestro crítico César Bardés.



 Artículo sobre La Noche Americana, por César Bardés



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miércoles, 15 de marzo de 2017

Land of Mine (Bajo la Arena) -Martin Zandvliet- 2015


Una fila infinita de prisioneros alemanes por una carretera danesa, el sargento Carl Leopold Rasmussen los observa desde su jeep, un destello rojo y blanco lo hace detenerse, es una bandera de su patria, Dinamarca, que un soldado alemán oculta entre sus sucias manos, apretada contra su sucio uniforme, el sargento se la arrebata a gritos, lo golpea sin piedad, una y otra vez, el chico sangra sin cesar, la nariz destrozada..."fuera de mi país, esa bandera no es vuestra", el sargento es un tipo duro, un paracaidista veterano, ha visto el horror, el odio y la rabia lo devoran, malditos seáis, malditos....estamos en 1945, Alemania se ha rendido, la guerra ha terminado. Unos soldados alemanes reciben instrucciones de un capitán danés, apenas son unos niños, adolescentes, caras sucias, almas sucias, flacos como palos, lágrimas perpetuas en esos ojos que ya no parecen humanos, deben limpiar de minas alemanas, las que su ejército colocó, la costa danesa, su instrucción es brutal, es dura, se lo merecen por lo que han hecho, recibes lo que siembras...impiedad, algunos morirán mientras aprenden a desactivar sus propias minas, la mayoría lo hará cuando lleguen a la playa y comiencen el trabajo, si sobrevives, volverás a casa, hambrientos y apaleados, unos niños, unos soldados, mis lagrimas también se agolpan en los ojos. La civilización occidental se fue por las chimeneas de Dachau, los restos que aún quedaban, los barrió el viento en una playa danesa.
Un niño llama a su madre cuando tiene miedo, cuando una mina le ha arrancado los brazos y se retuerce en la arena, dos hermanos gemelos juegan con un escarabajo, unos niños soñando con un trabajo cuando regresen a casa, cuando la guerra termine para ellos, Erns, Wener, Sebastian.....limpian la playa, centímetro a centímetro, arrástrate por la arena, con cuidado, utiliza la sonda, recuerda el entrenamiento, pronto volverás a casa, lo ha prometido el sargento.
Martín Zandvliet retrata con exquisita elegancia, con maestría, éste episodio negro de nuestra historia, con distancia e intimísimo, la brutalidad del sargento Rasmussen, el rumor en la memoria colectiva de lo que los alemanes hicieron, los bellísimos parajes daneses, unos planos excepcionales de un lirismo asolador, los rostros de los chicos-soldados, la explosión insospechada de una mina en cualquier momento, los cuerpos destrozados, las almas desangradas, demasiado emoción para mí, para la sala, un silencio sepulcral, turbado, horrorizado en mi asiento, viendo como un tipo duro consuela a un chico que quiere salir a buscar a su hermano, ni otra ampolla de morfina puede apagar el amor, un sargento danés y un soldado alemán, un padre y un niño cualquiera.
Termino con lágrimas, creí que ya no quedaban, aún brotan- Ahora mientras escribo éstas notas, cuando recuerdo la película, también dentro de mil años, cuando alguien recuerde lo que hemos hecho, lo que la humanidad sigue haciendo. Me zumban los oídos, me sangra el corazón.

Gervasio Navío Flores.

jueves, 9 de marzo de 2017

127 - Guerra y Paz - King Vidor 1956

El gran desfile exalta el patriotismo en la gran Rusia de principios del siglo XIX, la joven Natasha observa las tropas marciales del imperio zarista y no se deja impresionar, ella quisiera ser uno más de esos hombres que pueden tomar decisiones y blandir la espada, o rendirla. El apocado Pedro Bezhukov no se ha alistado para la guerra que Napoleón siembra en Europa, su espíritu noble admira al comienzo al invasor corso y sus aires de ilustración, el terror del combate, la sangría de Borodinó le abrirá los ojos. El Conde Bezhukov se siente cansado de la vida mundana, de los fastos, quiere descubrir el verdadero sentido de la vida y para eso debe conocer el sufrimiento, el calvario. Pedro comparte con Natasha su pureza de espíritu, en esto despuntan sobre la pléyade de personajes creados por León Tolstoi.
King Vidor se aventuró en 1956 con esta obra universal, y contó con varias cartas ganadoras, la gran producción de  Dino de Laurentiis y Carlo Ponti, Audrey Hepburn para dar vida a la joven princesa, Henry Fonda en el protagonista masculino, la partitura de Nino Rota, y las pictóricas tomas rodadas por el operador Jack Cardiff, el duelo entre Pierre y Dolokhov, las batallas, el último adiós al padre agonizante...A pesar de tanto baile, combate, y humanismo, no quedó redonda, le falta poso, personajes secundarios como Anatoly Kuraguin (Vittorio Gassman) o el campesino abatido por los franceses (John Mills) quedan algo desdibujados, y parecen pedir más desarrollo a gritos. Por fortuna, quedan para la eternidad Audrey y su vestido amarillo, Audrey bailando un vals ante los ojos de un Andrei Bolkonsky resucitado de amor, y los principios del idealista Conde Bezukhov, de ademán torpe y corazón puro.

Raúl Gallego

Esta noche defendemos la torre de Radiopolis sin recurrir a la táctica de la tierra quemada...

José Miguel Moreno a la dirección, debaten Rodrigo Ruiz de Villegas, Gervi Navío y Raúl Gallego.


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viernes, 3 de marzo de 2017

126 - Furtivos - Borau 1975

En medio de ninguna parte, donde los árboles se yerguen desnudos, desafiantes hacia un cielo al que quieren herir en su gris inmensidad, Ángel caza furtivamente y trae ahora una nueva presa. Así, de alguna manera, puede desafiar a la autoridad asfixiante de su madre, que solo entiende de caldereta y de manipulación, del sucio incesto y del dominio angustioso. Es allí, en medio de los montes de Cabuérniga, entre el frío y la nada, un lugar en el que España se ahoga en la miseria y en la incultura, un lugar donde no habrá sitio para la libertad.
Ángel lo sabe, hace mucho que ya lo supo y por eso trae a Milagros con él. Es joven pero tiene mañas de sabérselas todas y no se arredra ante nada. Desde el principio, la madre de Ángel y Milagros se desafían con la mirada, como un cazador que observa a su presa antes de disparar. Ella, tal vez, representa la liberación, un poco alocada, irresponsable, perdida, nueva. Y Ángel, como el futuro, quiere probar algo más allá de la clandestinidad de la caza, de ser el guía de ricos y poderosos para que hagan su festival sangriento en pleno monte y se marchen con el estómago lleno y la corrupción intacta.
El agua está fría y la pasión hierve. Por amor se llegan a hacer muchas cosas, incluso cerrar la salida del deseo tonto de Milagros por irse con un delincuente que luce cazadora de motorista y fanfarroneo de tercera. Más vale no meterse con las vidas demasiado herméticas y aisladas que se han movido siempre entre lo silvestre y la soledad. Puede que, al final, un tiro a bocajarro sea la mejor solución para acabar con el odio, con el desprecio, con la condena eterna de someter a alguien bajo un yugo injusto de manipulación moral y ética. Un disparo y se acabó. Solo los árboles lo escucharán. El resto será esperar el último momento de valentía en la sombra, con el frío asediando, la casa en orden y la fotografía de quien nunca fue algo más que un sueño inalcanzable. José Luis Borau dirigió sin concesiones, haciendo que el mismo terreno gritase su dureza contra unas vidas erradas, inútiles y vacías que se asemejan a un cuento de un pueblo sometido a los vicios de poder de un dictador de violencia interior que también acabó con personas como si fueran perros. También interpretó al Gobernador Civil de la provincia, hermano de leche de Ángel, que va a relajarse de su detestable e ignominiosa burocracia a la taberna del monte para pegar cuatro tiros a unos cuantos venados. El Gobernador cierra los ojos ante todo lo que no quiere ver y pasa de largo cuando la salpicadura le amenaza. Es solo egoísmo. Es el desprecio absoluto hacia otras vidas que no sean la suya propia. Ovidi Montllor compone el personaje de Ángel con la inocencia propia del hombre que jamás salió de sus territorios conocidos y que guarda unos cartuchos para hacer una justicia impía. Alicia Sánchez encarna a la ligera Milagros, que comercia con su cuerpo por un día más de supervivencia. Y, sobre todos ellos, Lola Gaos es la madre retorcida, de arrugas de venganza y rabia rural, que hace el mejor trabajo de su carrera haciéndose antipática y afanosa, suave e insidiosa, mala persona que defiende sus dominios con todas las armas a su alcance, aunque ello signifique un buen plato de berzas con sangre.

 César Bardés

Esta noche acompañamos a las alimañas en su último paseo por el bosque nevado...

José Miguel Moreno presenta, con Raúl Gallego, y nuestro crítico de cine César Bardés.


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