La Gran Evasión

La Gran Evasión

miércoles, 28 de diciembre de 2016

117 - La Puerta del Infierno - Kinugasa 1953

La puerta del infierno no está tan lejos, está ahí al lado, donde no hace mucho pasábamos con desidia y mal encarados hacíamos mofa de sus tristes moradores. Y esa estancia curiosamente va a ser residencia de los intérpretes, una residencia no esperada, pero que los atrae con una fuerza enorme, desacostumbrada. El Amor puede ser compendio de fuerzas opuestas, hirientes, y esa realidad que muestra la película es innegable. Toda fuerza en contra no hará sino agravar lo que ha de asentarse en calma, con la quietud de un río de arena que ufano mira la tarde. Juega Kinugasa con una historia de Ronin que intentan matar al emperador, con luchas, caballos, muertes enmarcadas con gran belleza, para ir cerrando, poco a poco, delicadamente, toda la historia en un trío de pasiones que no encuentran salida. Los bellos kimonos de Machiko Kyô, deslumbrantes y secretos, paran el tiempo de la película para contarnos una sensualidad imaginada, brutal. Un Kinugasa aún más despiadado teniendo en cuenta que no hay formas reconocibles en su narrativa, acostumbrados como estamos a beber en taza con nombre, y esto hace aún más daño. La dificultad en su comprensión lucha con la abrasiva presencia de un dolor ausente, que nos incomoda e incita. Bellos colores, premios y dos Óscar, pero sobretodo una tragedia universal, delicada y envolvente.

 José Miguel Moreno.

 Esta noche escuchamos tocar el Koto a la bella y atribulada Kesa...

 José Miguel Moreno modera, Raúl Gallego, Mamen Torres y Álvaro de Luna.


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jueves, 22 de diciembre de 2016

116 - La Colina de los Diablos de Acero - Anthony Mann 1957

Corea, 6 de septiembre de 1950.

Unos títulos de crédito sobre fondo negro, música de tambores de guerra para introducir un filme austero sobre el absurdo de la matanza a campo abierto. El pelotón del teniente Benson se encuentra a merced  de las líneas enemigas, aislados en tierra de nadie. Su objetivo: tomar una colina, esa es la orden de los mandos, unos muchachos llevados a la muerte segura para tomar una árida colina. Hombres envueltos en sudor arrastran el miedo repetido, dormir es difícil cuando la amenaza se esconde en la maleza. Guerra de guerrillas en un país extraño, la división no contesta, los árboles tapan el peligro, el viento duele en el pecho, el día y la noche se confunden, los ruidos no cesan y llega un momento en que ya no se puede pensar. En el campo de batalla no puedes ponerte enfermo, hay que caminar, esquivar las minas letales, anticiparse al ataque imprevisto. Si un soldado se relaja y se quita las botas para desentumecer los pies se expone a la muerte segura, agazapada.
Plano sobre la rueda de un camión volcado, la cámara barre un paisaje monótono, se mueve entre rocas, matojos y árboles grises hasta llegar a un soldado en primer plano que intenta comunicarse por radio.La historia del soldado de a pie es la historia de todas las guerras, la historia del sinsentido de los hombres.
Los actores Robert Ryan, Aldo Ray y Keith Davis destacan en el batallón de Anthony Mann. Dos antagonistas obligados a combatir juntos terminan fumando un cigarrillo mano a mano. Sobrevivir ante todo, cuando ya el batallón no existe, el regimiento no existe, el mundo no existe. Hombres dirigidos a una muerte tan arbitraria como los métodos del sargento Montana. Montana se aferra lealmente a su Coronel, al que el horror dejó sin habla. En el combate no hay amigos, el instinto gana, hay que mantenerse fuerte, y Montana lo sabe. Anthony Mann se sacó de la manga este proyecto personal con una puesta en escena desnuda de aditamentos, los primeros planos se suceden con la intención de indagar en el pensamiento de unos hombres en el infierno. Los muertos no son anónimos, el teniente cita sus nombres, uno a uno, aunque sólo los escuche el viento.

Raúl Gallego.

Esta noche en Radiópolis lanzamos una granada sobre la línea de flotación del aburrimiento...

José Miguel Moreno conduce el jeep desde Radiopolis, con Raúl Gallego, y nuestro crítico de cine César Bardés apostados en los flancos.



 Artículo sobre La colina de los diablos de acero, por César Bardés



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jueves, 15 de diciembre de 2016

115 - ¿Vencedores o Vencidos? (El Juicio de Nuremberg) - Kramer 1961

La historia suele clasificar a los contendientes de un conflicto en vencedores o vencidos. Sólo con la perspectiva del tiempo es cuando nos damos cuenta de que, en una guerra, nunca hay vencedores. El defecto básico del carácter alemán que se dejó seducir como pieza fundamental de un engranaje de gigantes sin capacidad para la rebelión fue el principal motivo que hizo que una nación se dejara arrastrar hacia la locura colectiva, hacia el odio racial, hacia el hecho diferencial, hacia el expansionismo y hacia el delirio de superioridad...y en esa enorme maquinaria estatal que convenció a adultos, que conquistó a jóvenes y que revivió a ancianos, hasta los grandes hombres prestaron oídos a lo que nunca debieron escuchar. Y el día en que se condenó a un inocente sabiendo que se cometía una injusticia es cuando comenzó la masacre.
Más tarde, cuando la paz hizo su tímida aparición, nadie sabía nada, nadie entendía de política, nadie escuchó a un loco clamando su odio en el Reichstag. Una nación de sordos, mudos, ciegos que además miraban a otro lado, quizá a los vecinos que desaparecían en mitad de la noche por ser judíos, o gays, o retrasados mentales, o izquierdistas, o antisociales. El estado del miedo tiene muchos aliados en el silencio y en la aceptación por inercia, por comodidad, por conformismo. Por eso, por tanta imposición por el decreto de la violencia usando la rúbrica del miedo, Vencedores o vencidos, de Stanley Kramer, cobra una enorme vigencia en los días que vivimos.
En esta película podemos observar la actuación del principio de la justicia, más allá de razones políticas que tan sólo entorpecen lo que corresponde a la condición humana, encarnado soberbiamente por Spencer Tracy; el principio de la ira, la humillación y la venganza que los vencedores se toman siempre sobre los vencidos, implacable Richard Widmark; el principio del lograr a cualquier precio que el yugo de la culpabilidad no se cierna sobre las generaciones posteriores intentando hacer ver las contradicciones internas de quien tiene que administrar justicia por parte de quien es esencialmente injusto, extraordinario Maximillian Schell; el principio de la corrupción y del que sabe que obró mal pero que no tiene muy claro en qué momento comenzó a cruzar la línea que separa el servicio a la colectividad de la erótica del poder, impresionante Burt Lancaster; el principio de quien no entiende el ensañamiento de su propia patria con él porque, sencillamente, es incapaz de decir que el cazador fue al campo a matar la liebre, escalofriante Montgomery Clift; el principio de quien agotó su alma por el sufrimiento y la presión y que se derrumba ante la insistencia atosigante del señor Rolfe, abogado de la defensa, en una interpretación prodigiosa de Judy Garland; y, por último, el principio de quien, perteneciendo a la aristocracia, despreció al Führer pero nunca estuvo en contra de su política, porque así, de alguna manera, se considera libre de culpa y considera injusta la condena, sombría y falaz Marlene Dietrich...muchos principios para el fin, para la desolación, para la ruina, para una generación engrasada en el odio y en el mirar obsesivamente hacia sus adentros sin ni siquiera saber mirar y eso...eso no es patrimonio exclusivo de los alemanes. Cuando Rolfe está presionando de manera inhumana a Irene Hoffman, Ernst Janning se levanta de su escaño de acusado y grita para impartir justicia una vez más: "¡Señor Rolfe!...¿es que vamos a empezar otra vez?"...Y ese grito no es sólo contra su propio abogado defensor...ese grito...es contra la estúpida humanidad que siempre, siempre va a empezar otra vez porque es incapaz de comprender que el bienestar de la mayoría supera al bienestar de la minoría pero que los derechos del individuo están muy por encima de los derechos colectivos de una nación.

César Bardés.

Esta noche en Radiopolis nos ponemos los auriculares para entender el sentido de la justicia...

José Miguel Moreno modera, Gervi Navío, Raúl Gallego, nuestros invitados de hoy Miguel Olid, crítico de cine, Emilio G. Romero, historiador cinéfilo, y César Bardés, nuestro crítico de cine desde Madrid.



lunes, 12 de diciembre de 2016

114 - La Morte Rouge (Soliloquio) - Erice 2006

Una vez más, Erice nos deja fríos, helados. Y es que este mediometraje, mitad cuento de niños, mitad historia de terror, repite las coordenadas del director vasco ya presentes en sus anteriores trabajos: la niñez, el cine y el conocimiento. Envuelto todo en una pátina wellesiana de oscuridad y deseo. El fondo siempre en Erice, el de la guerra Civil española, con sus penurias y necesidades, con sus miedos, con ese cartero terrible, que como en la Garra Escarlata, película que trata el film, siempre trae malas noticias. Un niño de cinco años, el mismo Erice, ve con ojos inmaculados como los mayores tenían un pacto privado que el crío desconoce en la sala de cine del Gran Casino Kursaal, hoy fantasma de si mismo, recuerdo de una época alegre, antes de la prohibición del juego que lo llevó al cierre y olvido. Erice, convencido de que el cine como elemento que descubre el mundo cambia al tiempo la mirada del espectador, construye ciudadanos y no sólo espectadores. Y es ahí donde radica su arte, que adolece de utensilios prácticos y granjea dudas cara a un nuevo y fecundo instante.

José Miguel Moreno.

 Esta noche en la torre de Radiopolis nos enfrentamos de nuevo a la garra escarlata.... José Miguel Moreno presenta, Raúl Gallego, Federico Rodríguez y Álvaro de Luna.