La Gran Evasión

La Gran Evasión

miércoles, 24 de febrero de 2016

73 - Gary Cooper, que estás en los cielos - Pilar Miró 1981

Gary Cooper que estás en los cielos, líbrame de todo mal. 

  Andrea es una directora de televisión a la que un día le comunican un grave problema de salud. Andrea no cuenta con casi nadie, no puede confiar en un amante indiferente, una madre egocéntrica. Andrea sólo cree en Gary Cooper, Greta Garbo, William Holden, personajes de un mundo más elegante y notable. Andrea se choca de bruces con el destino inesperado, se refugia en los recuerdos de su habitación de la infancia, cuando no tenía que acorazarse y la vida era menos complicada. Su librito de Mujercitas tantas veces leído, su pluma estilográfica con la que respondía las cartas del primer amor, las fotografías de sus ídolos del cine, de su Gary Cooper que está en los cielos. 

La mujer joven, sola, desnuda ante el espejo, habla con su cuerpo traicionero, con su vientre que ahora le falla. ¿Te vas a morir?. Andrea, sola ante el peligro como el sheriff de High Noon se mantiene serena y no cuenta con nadie. Su fortaleza frágil y valiente no necesita a nadie, demasiado exigente para que le decepcionen. Su éxito profesional no sirve de gran ayuda en una situación tan crítica. Todo se tambalea, un día cualquiera un médico le comunica que un supuesto embarazo se ha convertido en un tumor maligno que hay que intervenir en un quirófano. 
Cuando el despertar amargo no borra la realidad todo se tiñe de gris, a pesar de la mañana luminosa, a pesar de la mirada inocente de un niño en el parque. El viaje en soledad hacia la clínica se alarga más de la cuenta, el semáforo en rojo, la carretera difusa y el corazón en un puño cuando el retrovisor te devuelve una mirada llena de miedo. La soledad y el desamparo de un pasillo interminable, las luces frías de un hospital, las voces desconocidas, los ruidos metálicos, y el rostro afable de un Gary Cooper que la mira con amor desde arriba y la anestesia al fin. 

Raúl Gallego.

 Esta noche recordamos a dos grandes mujeres de nuestro cine como son Pilar Miró y Mercedes Sampietro. José Miguel Moreno a la dirección, Gervi Navío, Mamen Torres, y Raúl Gallego.



Artículo sobre Gary Cooper, que estás en los cielos, por César Bardés



 

miércoles, 10 de febrero de 2016

72 - El Expreso de Medianoche - Alan Parker 1978

En esta vida hay contadas cosas valiosas, entre ellas están la libertad y la integridad. El joven Billy Hayes no tiene la cabeza muy bien amueblada, parece no valorarlas. Uno puede creerse invencible, creer que nunca le van a pillar en un control de drogas en el aeropuerto. Sacar dos kilos de hachís en un viaje a Turquía para venderlo a los amigos en los Estados Unidos es lo más fácil del mundo. El corazón bombea a mil por hora, el sudor chorrea por la espalda. Los policías turcos apuntan con el arma reglamentaria, esto no puede estar ocurriendo. Levanta las manos hacia el cielo, a partir de este maldito momento todo va a cambiar, Billy. Todo va a convertirse en una pesadilla de golpes, carreras, esposas, interrogatorios, celdas infrahumanas, carceleros sádicos, carceleros como Hamidou, de mirada torva y tic nervioso antes de apalear. La noche cae sobre Estambul.
Las visitas cada vez más escasas de un padre roto que al principio mueve mar y tierra para que su hijo vuelva a casa, un abogado sibilino que sólo quiere dinero, una novia nunca olvidada que aparece tras cuatro años de infierno, cuatro largos años de castigo desproporcionado y brutal. El cambio de la sentencia de posesión de drogas a contrabando supone la condena a 30 años de prisión. Billy decide tomar el expreso de medianoche, ese expreso que su compañero de cautiverio, Max (espléndido John Hurt) le recuerda con un porro entre los labios y una taza de té temblorosa. Mejor intentarlo de una vez, Billy, no hay otra alternativa.
Alan Parker y Oliver Stone se inspiraron en un hecho real para tocar la fibra del gran público y llenar las salas de medio mundo durante meses. El actor Brad Davis resultó ser una buena elección porque su inestabilidad natural tenía mucho en común con el personaje principal de la historia, un norteamericano listillo e imprudente al que le gusta jugar con fuego. La indignación del país turco ante la mala imagen mostrada en el film y la visión maniquea del director no se hizo esperar, es cierto que no vemos a ningún turco con buenas intenciones en todo el metraje. Alan Parker se defendió del aluvión de críticas alegando que había hecho una película sobre la injusticia y la falta de humanidad.  La música electrónica, compuesta por Giorgio Moroder,  consiguió un Óscar a la mejor banda sonora, y Stone se llevó el de mejor guion adaptado.

Raúl Gallego.

Esta noche fría intentamos conciliar el sueño en nuestra celda, evitando pedir una manta a Hamid el oso,

José Miguel Moreno a la dirección, Gervi Navío, Raúl Gallego, y nuestro crítico de cine César Bardés, 

Artículo sobre El Expreso de Medianoche, por César Bardés


 



miércoles, 3 de febrero de 2016

71 - Gran Torino - Eastwood 2008

Quitarse de encima las telarañas de la edad es un sacrificio que, muy a menudo, nos devuelve una dignidad que creíamos perdida en los ojos quemados por el horror y la soledad. En esta ocasión, Clint Eastwood, impresionante y sabio, nos regala un auténtico gozo para el alma que tan bien sabe pintar, un sobrecogimiento para la vejez que tanto nos espera y un estremecimiento para las lágrimas que luchamos para no derramar.
Y es que los hombres, cuando tienen un pie en el estribo a punto de partir hacia el ocaso definitivo de la muerte suelen mirar a su alrededor para ver qué es lo que han hecho. Walt Kowalski tiene plena conciencia de que sus hijos no le quieren, de que su mujer murió dejándolo en compañía de una perra y de unas cuantas cervezas y de que el pasado se le presenta, justiciero y rencoroso, durante todos los días de su vida. En su barrio, se siente extraño y muestra un cierto desprecio hacia todos por la sencilla razón de que nunca ha sentido el calor del cariño acariciando sus arrugas. La inmigración y las reacciones que suscita están implícitas en esta película de un alcance mucho mayor que el de una escopeta de mira telescópica y el sufrimiento de quien mata vuelve a ser, como en Sin perdón, motivación y destino de un hombre que está aterrorizado con la posibilidad de morir durmiendo.
Puede que, en un instante ajado de nuestras vidas, nos demos cuenta de que sólo hay un par de cosas que realmente nos importan. Puede que una de ellas sea un montón de chatarra lustrosa que guardamos en el garaje. Puede que otra sea el cariño que un puñado de extraños vierten como un agradecimiento que sea algo desconocido para nosotros. E incluso puede que otra sea descubrir que hay alguien que sabe y conoce los entresijos de un perdón que nunca hemos disfrutado. Y quizá seremos conscientes de que el mejor castigo es dejar que la misma vida sea la encargada de impartir justicia. De hacer que muera quien ya vivió, de dejar que se pierda quien no supo vivir y de dar una oportunidad a quien pide a gritos disfrutar de la vida.
En cualquier caso, en los rincones del alma de un viejo, hay todavía mucho amor que repartir en silencios elocuentes. Hay la capacidad de intentar un último esfuerzo de superación. Hay ironía para hacer que el declive sea más llevadero en ese desidioso torbellino de la edad que ronda la muerte. Hay todavía unas cuantas cervezas más que apurar mientras irse puede ser un último cigarrillo liado con las hebras del placer.
En esta película, hay escenas de John Ford salidas de las entrañas de un hombre que sabe mostrar, con su última obra, cuál es el auténtico mutis de los héroes, la verdadera salida de los hombres que supieron hacer cine, el atardecer teñido de sangre de una vida que ha merecido la pena aunque puede que no haya conseguido ser novia de la felicidad. Aquí, Clint Eastwood, nos maneja con esa maestría insuperable en la que sugiere y no muestra, en la que muestra y no mata, en la que revisita al director que más y mejor ha sabido ser su maestro como el tuerto genial (y, no, por mucho que digan, Eastwood aprendió la técnica pero bebe más bien poco de Don Siegel y de Sergio Leone. Él y su cine poseen el genuino sabor de Ford) y nos deja con la sensación de haber visto una gran película, de haber asistido al último cabalgar del jinete pálido, de oír el último giro del tambor del revólver de Will Munny en Sin perdón o de, incluso, encajar el último uppercut de la chica que valía un millón de dólares. Él, con su dirección y su interpretación, hacen que el gesto de los dedos parezca una pistola humeante en busca de una historia que sólo él sabe contar. Es el final. Es la última canción. Es la última bala disparada con la tranquilidad del mejor. Es fantástica.

César Bardés.

Esta noche, acompañamos al duro y gruñon Kowalski en su sentencia final,

José Miguel Moreno a la dirección, Gervi Navío, Isabel Moncada, y nuestro crítico de cine César Bardés.